jueves, 27 de febrero de 2020

La mujer de la plaza (relato corto)

  La mirada atenta de la mujer se fijaba casi pérdida en la inmensidad de la noche, era invierno y ella parecía abandonada, bajo la luz blanca y penetrante de un farol que iluminaba una porción de la plaza del barrio. Un brillo casi fantasmal parecía dibujarse en sus ojos, pero ella eran tan hermosa, estaba completamente vestida de blanco, un vestido de novia impecable, supuse que se trataba de alguna interrupción de su matrimonio o de algún novio arrepentido.
   Timidente me acerque a ella, que al oir mis pasos se intentó cubrir el rostro para que no pudiera verla, pero aún así, pude contemplar sus bellas fracciones, su cara proporcionalmente hermosa, sus ojos verdes como una Esmeralda despedían un brillo profundo, sus cabellos rubios, y con bucles danzaban con el viento como si se tratara de un mar encrespado.
   Le pregunté cómo se sentía pero no me dijo nada, no podía parar de llorar, me sentía mal por ella, pero no podía hacer nada, le dije que me acompañara a casa para después poderla llevar de vuelta a su destino, ella accedió y durante todo el camino comencé a pensar si está seguro llevar a alguien así a mí casa. La gente nos veía pasar como como extraños. Llegamos a mí casa, un pequeño departamento, sencillo pero cómodo, me apresure a prender la estufa y ella se acomodo en el sofá, recién allí empezamos a hablar. Las palabras que salían de su boca eran como un montón de mariposas, suave, delicada, de vez en cuando cortada por el llanto, ocasionado por la pérdida de su esposo, con el que llevaba casada hacia diez años, pero hacia cinco años que el había desaparecido, casi sin dejar rastros.
  Estuvimos hablando largo y tendido, para decirme que ella llevaba ese vestido solamente para recordad a su marido el día que no lo vio más, cada aniversario de bodas sale a la calle durante la noche y se sienta en la plaza, el lugar donde se conocieron.
  Hablamos durante un tiempo, y sin darme cuenta me quedé dormido. De un sobresalto salte del sillón pero ella no estaba más, no sabía que pensar, solo tenía en mí mente la idea de lo estúpido que fui al quedarme dormido.
   Pero había algo, me había dejado en mí una sensación metida dentro de mí cuerpo, una sensación mezcla de compasión y a la vez de amor, de ternura y comprensión. Pase todos los días de mí vida buscándola por toda la Ciudad, por todas las plazas durante la noche, pero nunca supe nada de ella, juraba que algún día la iba a encontrar, no podía dejarla ir, no podía evitar sentir atracción hacía ella, no podía evitar sentirme enamorado por primera vez en mí vida.
   Unos meses después encontré detrás de un viejo mueble un pequeño papel, arrugado y amarillento, con unas palabras que decían:

         "Si vas a amar, ama de verdad,
          si vas a querer, que sea real,
          porqué en el paraíso solo se 
           puede ser feliz si la verdad
           es eterna"  

   Guarde ese papel Durante toda mí vida, no sabía si era su letra o no, de todas formas no me importaba, después de todo, las sensaciones que esa mujer me produjo nunca murieron, a veces pienso que todo fue un sueño, que quizás fue una especie de fantasma, pero se siente tan Real, tan dentro del alma que su recuerdo no morirá.


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