jueves, 4 de junio de 2020

The wizard!

  La habitación a la que nos habíamos introducido Carmen y yo era bastante oscura, iluminada por algunas pequeñas velas que pendían de unos viejos y oxidados candelabros. Delante de nosotros se mostraba el señor Valdermore, un supuesto hechicero, de aspecto demacrado, con los ojos unidos en sus cuencas, una nariz ganchuda y fina, unos labios muy finos y unos incipientes bigotitos salían debajo de su naríz. Sus ropas eran de sencillas, y sobre su cabeza sobresalía un gran sombrero, típico de los magos.
  Nos invitó a sentarnos frente a el, su voz era bastante gruesa pero melodiosa, y sin perder contacto visual con nosotros empezó a hablar:
- Bienvenidos a mí humilde centro de atención, como verán soy un hechicero, no de los malos pero tampoco de los buenos, todo depende del cliente, puedo intuir que lo que a ustedes los aqueja es un pequeño problema de pareja ¿verdad?
- Si... Me temo que es eso, pero ¿Cómo  lo supo?- preguntó Carmen intrigada.
- Me temo que el problema es algo relacionado a un niño no es así- continúo Valdermore sin responder a la pregunta de ella.
- Verá, hemos intentado conseguir tener un hijo pero nos es imposible- dije yo con voz temblorosa- Por eso vinimos aquí a pedirle ayuda, conocemos bien quién es usted y por...
 Mis palabras fueron cortadas por la voz de Valdermore que se levantó de la silla e hizo parar a Carmen.
- Verán, aquí hay un problema muy grave- dijo posando su mano en el vientre de Carmen- Algo le está obstruyendo la posibilidad de ser padres, pero no es algo físico o un problema médico, esto va más allá.
- Entonces ¿Debe haber una solución verdad?- Se esperanzo Carmen.
El hechicero asintió con su cabeza y antes de que pudiera reaccionar, su mano se introdujo enteramente y casi sin presión en el estómago de Carmen, sus ojos se abrieron y ella expulsó un grito justo cuando el mismo Valdermore extraía desde su estómago un cuerpo casi de un niño pero demasiado pequeño. 
 La sangre no paraba de caer del estómago de Carmen, yo los miraba incrédulo, y en un segundo trate de pararme e increpar al hechicero, ahora asesino, pero el ya no era él, solo era una pila de huesos, un muerto en vida, su cara huesuda y de aspecto siniestro se abalanzó hacía mí y me desmayé.
  No sabía que estaba pasando pero cuando desperté no entendía nada, estaba en mí casa, en mí cama, quizás hubiera sido una pesadilla, sino fuera porque el cadáver de Carmen aferrada a ese feto prematura me miraba inerte acostada a mí lado.


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