Cierto día salimos con mí pequeño hijo a caminar por el bosque, era una tarde perfecta de verano, con un cielo hermoso, calmo, y despejado. El sol despuntaba con sus últimos he intensos rayos de sol.
No nos habíamos alejado mucho de dónde estaba nuestra casa, mientras mí esposa terminaba con sus quehaceres, pensé oportuno salir con mí niño a respirar un poco de aire puro.
De a poco, y a medida que íbamos avanzando, todo se iba oscureciendo, al llegar a un pequeño claro, mí hijo se sentó en una roca, siempre le había gustado la naturaleza, al igual que a mí. La tranquilidad de aquel lugar era, me atrevería a decir, casi mágica.
Y así de repente, mí hijo gira su cabeza hacia el cielo, ese cielo tan calmo, y señalando con sus pequeños deditos, me dice sorprendido:
- ¡Mira papá! ¡Allá arriba, las estrellas brillan muy fuerte hoy!
Era maravilloso, aquella estrella brillaba de una manera intensa, tan bella que no dudé al llegar a casa, en ponerme a ilustrar aquel momento.
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