lunes, 17 de octubre de 2022

La Rata (relato breve)

                          LA RATA

                       Por… MARK

     No sé cómo ni cuándo, pero de un día para el otro la casa estaba completamente dada vuelta. Al parecer las sirvientas habían notado, por el sector del almacén, que se conecta por medio de una puerta a la cocina, la presencia de un pequeño visitante indeseado. Una ratita que sin vergüenza paseaba tranquila por las habitaciones y pasillos de la casa. Mientras tanto yo, miraba con diversión y a la vez pena, ese espectáculo que yo había llamado «operativo buscar y destruir». Por un lado me daba gracia ver a las sirvientas levantando sus vestidos al ver acercarse tan inofensivo animal, me acuerdo de doña Pocha que con su fuerza de mujer regordeta amagando escobazos que no concluían en nada, ni hablar de mí madre que se subía a la silla, o llegaba a desmayarse si alguien la nombre, y por el otro lado viene la pena, porque pobre animalito, nadie se apiadó de él, nadie se preguntaba si tenía hambre, si tenía familia o estaba solo.

  La cuestión era que el pobre roedor se acostumbró tanto al alboroto que ya ni miedo le tenía a los gritos de las mujeres, ni a los escobazos de la cocinera. Pero pobre, si le ha costado tanto adaptarse a este lugar, que tuvo que pasar todo un invierno, y un sin fin de invitados y parientes, hasta que por fin, empezada ya la primavera, se dio cuenta que no necesitaba escabullirse por la noche, este ya andaba como pancho por su casa.

   A la habitación de mí hermano mayor solia entrar y dormía en uno de sus zapatos, pero como era inteligente, antes de que mí hermano se levantase, como guiado por un instinto biológico, salía de su cómoda cama, y se acostaba a donde estaba ubicado el señor abrazos, un oso de peluche del tamaño de mí perro salchicha, que siempre descansaba en el piso. 

   Al cuarto de mis padre pocas veces entraba, la dos veces que lo hizo fue para comerle los calzones a mí padre y los vestidos a mí madre. Mí papá, candado de eso le pidió a Quique, el perro del que le hable hace un momento que la buscara, pero si será de tonto el perro, que cuando la encontró se pusieron a jugar.

  A dónde nunca entraba era a la habitación de mí abuelo, que siempreviva estaba cerrada, esté o no esté mí abuelo, hasta que como era obvio el día llego, y fue entonces cuando la ira del padre de mí padre estalló en un sinfín de improperios hacía ese pobrecito animal, que lo único que hacía era divertirse de manera inocente.

—¡Maldita sea, maldita rata!—vociferaba furioso el anciano—Ésta ha de ser comunista, invade propiedad privada como si nada, me las va a pagar, que rece para que no me encuentre con la escopeta en la mano— seguía gritando mientras se volvía a encerrar en su habitación.

   Mientras el pobre y enfurecido de mí abuelo, aún con la puerta cerrada, gritaba enojada, yo me echaba a reír pero por dentro, no debía olvidarme que estábamos viviendo con el enemigo, nunca mejor dicho. Yo en cambio me mostraba distinto con respecto a la posición de mí familia con respecto al roedor, yo no quería hacerle ningún daño, yo era si amigo, la dejaba dormir conmigo, al lado de mí peluche, era casi como mí mascota. 

  Pero el límite que nunca pensé que mí familia pasaría, finalmente lo trasladaron, cuando con un comité de empleados se abalanzaron sobre ella, y le dieron caza, yo traté de defenderla pero no pude hacer nada, ella ya había sido asesinada.

  Lloré todo el día y toda la noche, estaba frustrado, no podía creer cómo las personas podrían hacerle daño a un pobre animal.  

  Y así estuve hasta hoy, cabizbajo por la muerte de una inocente rata, no podía ni puedo comprender cómo podemos llegar a eso, a fin de cuentas,  no es más que un reflejo de la realidad, en donde entre todos no matamos.

   Esto... esto es más profundo que la muerte de una ratita, es la prueba de la dominación del hombre sobre la vida.

    

                                                        Fin.




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