lunes, 15 de julio de 2024

EL DERECHO A NO HACER NADA

EN DEFENSA DE LA PEREZA



UN MENSAJE CONTRA LA PRODUCTIVIDAD HUECA


Por...MARK
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Nacemos empujados a estar constantemente haciendo y haciendo sin parar, un ejemplo de ello es que actualmente y sobre todo desafortunadamente existe muchas familias que, una vez que sus hijos llegan a una edad en su niñez donde ya pueden hacer actividades, llenan sus horas con tareas y obligaciones, que hacen del niño un sujeto que se mantiene siempre ocupado, obligándolo a descansar solo los fines de semana. No es de extrañar que hoy en día, en la era de la positividad mal engendrada, queramos enseñarle a nuestros hijos la importancia de tener ocupaciones u obligaciones, cosas que hacer en la semana, porque no basta con solamente ir a la escuela, ellos necesitan entender que la vida los prepara para estar siempre activos, en un constante movimiento perpetuo en donde todo se basa en hacer, hacer y repetir.
  El derecho a no hacer nada es fundamental para cualquier persona, sea niño, adolescente o adulto. No hacer nada es una muestra de que no nacimos para trabajar, sino más bien para vivir. Que no se malinterprete lo dicho arriba, necesitamos trabajar, pues es un medio para asegurar nuestra supervivencia, pero el verdadero vivir no está en el trabajo duro y sin descanso, sino que los buenos momentos están en el ocio y la responsabilidad con el descanso. Cómo pienso y siempre digo: hay que trabajar lo justo y necesario, ni más ni menos, sino lo justo ¿Y qué es lo justo? Bueno, de eso depende de cada uno de nosotros saber cuáles son nuestros límites y saber decir basta cuando ya no damos más. 
  El ataque a la cultura del trabajo no es solo para desmontar el mito de la productividad, sino también para afirmar que no hacer nada es también parte de la vida, algo que éstos nuevos seres llamamos «emprendedores» no entienden o no quieren entender. 
  Vivimos en una cultura en donde se premia el trabajo duro como un sacrificio invaluable, como si a más sacrificio mayor recompensa, pero ¿hasta qué punto vale sacrificar la vida por un poco de esa recompensa? 
   Nos han vendido el cuento de que el trabajo duro es la solución a los problemas de la vida, no es una mala idea, solo que la lógica falla en la aplicación del trabajo duro, porque cuando miramos para atrás, nos damos cuenta de los años de vida y los tiempos desaprovechados, porque había que «trabajar duro» ¿Y todo para qué? ¿Más dinero? ¿Más poder? ¿Más materialismo barato? La idea del trabajo duro es solo el beneficio de los empresarios que aprovechan ese aspecto del empleado para sacarle hasta la última gota de jugo, para luego ser desechados y decir ¡Que pase el siguiente! 
   No hacer nada significa tener tiempo para aprovecharlo en lo que a uno le gusta o disfruta. Tener tiempo de ocio es necesario para el hombre, puesto que es tiempo usado para el enriquecimiento cultural, la creación de nuevos vínculos sociales, para la integración de nuevos conocimientos, y la lista podría seguir eternamente. Por eso no hacer nada, no es un pecado, necesitamos desconectarnos de la rutina aunque sea por unas horas. 
  Las personas que creen que el descanso arruina el hábito de ser cien por ciento efectivo en el trabajo que realicemos, es porque no han entendido que la productividad y la hiper productividad, no resuelven las cosas, no podemos actuar si estamos sobrecargados de tareas y responsabilidades.
   Una vez escuché a una de éstas personas altamente eficientes, decir que no dormía porque su vida era tan buena que quería aprovechar cada segundo ¿Se entiende el nivel de locura? Sacrificar el descanso correcto por ganar un poco más de tiempo en éste bucle de trabajar, trabajar y repetir, indica más que nada su ruina, pero en su poltrona se cree superior al resto de los mortales.
   Por otra parte, los que se consideran amantes de la cultura del trabajo, intentan justificar el hecho de que una persona no haga nada con la idea (ridícula por cierto), de que si tiene tiempo libre es seguro que es porque tiene mucho dinero, como si la riqueza fuera una especie de habilitante que le da a una persona el derecho a tener una vida holgada de tiempo. En cambio, la figura del pobre, que nunca tiene un peso en su bolsillo, se ve en la necesidad de tener que trabajar, porque no tiene el respaldo económico «suficiente», para poder darse el lujo de no hacer nada. Sin embargo el tiempo de ocio no necesita del dinero, ni de grandes cosas, basta con la posibilidad de tener una oportunidad para poder respirar en medio de tanta rutina barata.
   Convengamos que el hecho de no hacer nada en un mundo híper productivo y capitalista, es prácticamente una revolución importante a ojos del mundo que vamos perfilando. Es poner en jaque mate los ideales antiguos que no encajan con el hombre moderno que muchos deseamos, pero para ese ideal de hombre es necesaria la desintoxicación de todo aspecto negativo que nos brinda la vida ordinaria, para alcanzar un estado más puro y refinado, donde podamos vivir en una armonía total con lo real y tangible. No hacer nada es nuestra prioridad en la sociedad del consumismo desmedido y acumuladora de riqueza. 
   No hacer nada es ser libres de antiguos mandamientos, es tener el tiempo suficiente para apreciar los aspectos más sencillos de la vida, desgastar menos el cuerpo y poder ser nuestra mejor versión. 

¡Gracias por leer!




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