I
Discúlpenme damas y caballeros si estoy últimamente muy pesimista, lo que pasa es que me ando preguntando qué carajos está pasando acá. Porque apenas abrir los ojos, la pantalla de mi celular comienza a sangrar, a tal punto que termina manchando mis manos y mi cama. Veo gente muerta, pero no son fantasmas, son víctimas del sistema que nos roba y nos viola, hasta dejarnos sin aliento. Me preguntan porque no soy más optimista, como si eso garantizara mi seguridad, cuando la vida golpea con su puño cargado de rabia. Y además es que no se puede ser positivo en la sociedad moderna, si a cada rato mueren inocentes. «¡Pero no te preocupes, si vos no los conoces!» ¿Acaso hay que conocer para tener empatía? Se ve que son personas que no logran entender el concepto de humanidad, y que la pérdida de vidas inocentes nos afecta a todos.
Ser pesimista no es una manera de ser, es una percepción real de lo que sucede, viendo la realidad como es, sin engaños ni máscaras. Entonces, negando el pesimismo, se crea la droga de la felicidad, la que viene a dibujarnos un paraíso en el infierno y donde los demonios se disfrazan de buenos samaritanos, pero a la primera de cambio, te asesinan para robarte un par de zapatillas. Si me disculpan estas maneras mías, entenderán que yo no puedo fingir, y por mi cuenta no caigo en el juego adictivo de la felicidad.
El pesimismo no es la negación de la vida, es la lucidez de la experiencia real sobre lo que es la vida. No es tampoco una forma de ser mañosa, adquirida por el paso del tiempo, es que uno ya nace así, viene con ese chip integrado de entender por las malas que la vida es miserable. Pero no crean que a uno le gusta ser así, quisiera yo también ser de carácter más positivo, pero no es tan fácil cambiar a alguien que así nació, porque uno es esclavo de la enfermedad.
Nuestro mundo es vengativo, malicioso, frío, y cada vez más solitario. Ya nadie busca en la vida un motivo, ya las pasiones al igual que los matrimonios, son fugaces, no hay un interés genuino en nada ¡Y como no ser pesimista, si nadie hace nada para cambiar lo que pasa! Por eso, renunciaré a la idea de mirar a mi alrededor con ojos negativos, cuando la felicidad sea real, cuando realmente la humanidad haya levantado su trasero de la silla gamer, y haya hecho algo por el bien común. Hasta que eso no pasé, me mantendré inmóvil en mí sitio, y probablemente muera allí, sin haber visto ningún cambio.
II
Me siento seducido por los impulsos de muerte que me invitan a unirme a su mesa, y degustar el dolor del suicidio, pero quiero intentar por lo menos vivir un poco más, para llegar a un momento donde pueda vivir bien. Ahora caigo en cuenta sobre aquel sutra de Buda, sobre el deseo como causa de sufrimiento, quizás entonces debería dejar de desear, para no sufrir y así por lo menos vivir mejor. Tampoco puedo entregarme a las fuerzas del universo, porque le soy completamente indiferente, ni mucho menos a Dios, un cruel padre que mandó a sufrir a su hijo, por culpa del ser humano (me extraña que Cristo, siendo humano en esencia, no haya lanzado maldiciones contra su Padre, tras hacerle pagar injustamente los platos rotos). Y no es que yo sea un nihilista de mente negada, sinceramente deseo creer en algo, sin que ese deseo posteriormente me haga sufrir. La vida es un viaje en barco, algunos la disfrutan, otros le tienen miedo al agua y algunos están vomitando en la borda.
III
Las preocupaciones son elementos de la vida cotidiana, que cuando sobrepasan el límite, desencadenan estrés, ansiedad, depresión y otras cosas más. Muero por ver el día en el que no tenga preocupaciones, pero, no nacemos con una mochila al vicio, por eso nadie habla de sacarse la mochila, sino de quitarle peso. Sería una utopía hermosa que no hubiera problemas, o por lo menos no tan seguidos, de igual manera no se puede dejar de hacer girar al mundo.
Pero ser pesimista es lidiar con problemas constantes, es atravesar etapas dolorosas que nos hacen caer en cuenta que no estamos equivocados. Es saber que nos conmueven todos los crímenes del mundo y que odiamos el salvaje instinto de la violencia.
Carecer de esperanzas es también el interés del pesimista que sabe, al igual que todos, que nada hará un verdadero mejoramiento en el tejido social, para alcanzar una óptima evolución. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, el problema es que no podemos perder algo que todavía no encontramos.
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