SOBRE UN ACONTECIMIENTO QUE AFECTA DE MANERA SISTEMÁTICA A MÍ CIUDAD
UNA MIRADA FILOSÓFICA Y UN PENSAMIENTO REAL
Por...MARK
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«No vale la pena molestarse
en suicidarse, ya que siempre
te suicidas demasiado tarde»
(Emil Cioran)
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Parte 1
Entendiendo el problema
Si sos joven, adulto o tengas la edad que tengas, tenés que leer esto. No importa quien escribe este texto, ni lo que hago, solo soy un alma que se preocupa demasiado por la cantidad de personas que han decidido irse antes de este mundo, muriendo de las peores maneras.
El aumento de suicidios, que escala continuamente, me preocupa demasiado, en especial cuando se trata de chicos y chicas jóvenes que tenían toda una vida por delante. Preocupa además el silencio, todos hablamos en voz baja sobre tal o cuál que murió, pero no hacemos nada para alterar el rumbo de esta situación.
Desde la política local, al parecer no les importa. Vamos a ser sinceros, solucionar el problema de la salud mental no es negocio para los cerdos del poder (tampoco arreglar las calles pero ¡Ah cuando hay elecciones salen como idiotas a mendigar votos!). Evidentemente a los inservibles que ocupan el lugar de intendente y de ahí para abajo, prefieren hacer la vista gorda, y dejar que el problema se salga de control, y más gente decida matarse.
¿Pero por qué pasa esto? Evidentemente es una problemática multicausal. El contexto político-económico-social-cultural, genera un desgaste en las mentes. Puedo entender que los motivos que lleva a unos o a otros a suicidarse puede dividirse según el rango de edad:
*- Los más jóvenes de entre 15 a 25/30 años, pueden hacerlo por cuestiones laborales (falta de trabajo, malas experiencias), sentimentales, personales, y sobre todo por una problemática real como la masificación de las redes.
*- Los adultos de 35 años para arriba, puede estar relacionado a una cuestión económica (la plata no alcanza, deudas, etc.), puede ser también una cuestión laboral (despido o inconformidad con el trabajo, desempleo, falta de acceso a trabajos con salario dignos) y hasta incluso una cuestión social.
Me quiero centrar hoy en el problema que engloba el suicidio de jóvenes. Mencioné más arriba, como un motivo claro, a las redes sociales y el mundo hiperconectado. Da la sensación que a más conectividad con el exterior— con la otredad— nos termina psicológicamente creando un vacío. Tenemos miles de amigos en Facebook o cientos de seguidores en Instagram, pero todo eso se siente insuficiente. Los chats que tengamos con gente que ni siquiera nos conoce, no pueden suplantar lo que es una interacción real. Eso nos genera una problemática que, actualmente ya ha ascendido a la categoría de pandemia, y esta afección es: la soledad.
Tampoco quiero sonar como un viejo cascarrabias que solo quiere atentar contra la tecnología, más bien quiero hacer entender que el problema no es la tecnología como tal, sino el uso que le damos. El famoso «brainrot» o la pérdida de atención en niños y adolescentes, termina generando como resultado unas mentes vacías, que ni siquiera pueden aguantar una lectura de un cuento corto, sin tener que voltear a ver el celular cada cinco minutos.
Las falsas amistades y la irrupción de la IA (Inteligencia Artificial), fueron cavando este pozo de miseria en el que cada vez más jóvenes y no tan jóvenes, van cayendo. La falta de interés por algo que vaya más allá de la pantalla, no existe. Todo pasa por un videojuego o por un filtro, nada se vuelve analógico. Todo está tan digitalizado que hasta perdimos uno de los aspectos más sagrados del ser humano: la privacidad.
El uso indiscriminado del celular nos aísla, es como que genera un espacio en el que nadie ni nada puede afectarnos, sin darnos cuenta que nos estamos afectando a nosotros mismos. La falta de tolerancia a la frustración y la incapacidad para poder sostener una conversación sincera cara a cara, devasta a cualquier joven.
Por otro lado, la idea de insertarse en un sistema para el cual siente que no pertenece, lo termina de romper. Es ahí, al borde de saberse como un adulto en formación, donde aparece el miedo y la duda. Es en ese proceso donde nos topamos con los fracasos y donde empezamos a entender como es de miserable el humano. Pero no importa, porque sabemos que siempre a nuestros pies, estarán las pantallas para aliviar cualquier malestar. Grave error, porque eso alimenta aún más la frustración, porque cometemos el peor error de todos, caer en la comparación y creer que nuestra vida no es lo suficientemente interesante como la de tal o cual persona.
Hay que entenderlo de una vez, Instagram, Twitter, Facebook o Youtube, no son la realidad (ni siquiera se acercan a abarcar la totalidad de la realidad) por lo que compararse en el mundo digital, no tiene ningún sentido. Tenemos que empezar a mirarnos más a nosotros (no de forma egoísta), para entender que quizás las cosas que nos pasan, tanto buenas como malas, son las que conforman lo que somos. Porque nadie está libre de la tragedia y nadie está privado de la felicidad.
Parte 2
Escapando del vacío
Nadie está libre de tragedia. La vida misma parece muchas veces una tragedia perfectamente construida por algún Dios que no parece al que le agrademos mucho. Sin embargo, fuimos escupidos a la vida y obligados a vivirla más allá de si nos gusta o no. Si bien la muerte es una forma de liberación del cuerpo y del alma, que se siente apresada en un sistema que no pidió, no significa que sea la única salida.
Para el filósofo Albert Camus, en su libro «El Mito de Sísifo», plantea ya desde la primera página la siguiente pregunta: ¿Vale la pena vivir la vida? Bueno, el considera que responder esta pregunta debe ser uno de los trabajos fundamentales de la filosofía. Sin embargo, Camus plantea la famosa teoría del Absurdo. Es decir, nos figura la vida como una sucesión de sucesos (valga la redundancia) que no tienen sentido aparente. Camus nos invita a entender que la vida carece de todo sentido, sin embargo, el echo de que sea tomada como absurda, no debe ser una excusa para suicidarnos, sino más bien, para empezar a tomar la vida con más tranquilidad, puesto que cuanto más seria te tomes la vida, peor va a ser su transitar.
Por otro lado Viktor Frankl, en su libro «El Hombre en Busca de Sentido», plantea una salida al dilema que nos pone Camus que nos dice que nada tiene sentido y tenemos que aprender a vivir con eso. Frankl, quien fue prisionero en los campos de concentración en Alemania durante el régimen Nazi, nos habla de aquellos que realmente se sobreponen a la tragedia, y le buscan una salida a lo que, en primera instancia, parece no tenerla, son éstos lo que realmente sobreviven. Esto quiere decir que: si la vida es vacía, tenemos que buscarle entonces una vuelta de tuerca, y hallar en la nada un sentido, un propósito que justifique para que estamos.
Entonces, volviendo a la problemática de los suicidios, considero que estamos atravesado todos, por una especie de relación tóxica con el absurdo. A este asunto, hay quienes lo soportan y quienes deciden abandonarlo todo para no sucumbir aún más. Pero en la desesperación, siempre aparece una luz, y ese vacío no podrá llenarse, pero será mitigado cuando cada uno de nosotros, descubra que posee un propósito. La cura para este absurdo (sin desmerecer a Camus), es recuperar el sentido, y otorgarle a vida, una razón de ser. Recuerda: nada existe por casualidad, todo está aquí para cumplir una función.
La invasión tecnológica en la vida humana, nos ha alejado de la idea de sentido. Nos ha distraído de nuestro verdadero camino, y vuelto nuestras vidas miserables. Para estos chicos que piensan en terminar con todo, tienen que detenerse por un momento, callar el ruido que hay en la cabeza, respirar hondo, y entender que el suicidio no es la solución. Si elegimos terminar con esto, el absurdo habrá ganado, pero si decidimos recuperar la línea que nos va a otorgar un cambio, veremos como todo mejora. Nada está perdido, caer mil veces no es fracaso, empezar de nuevo es señal de que se puede intentarlo las veces que sean necesarias, mientras haya vida, hay propósito.
Tenemos que romper con los patrones, ya no somos más ese Sísifo que carga la piedra eternamente. Hoy, ya no existen los antiguos dioses que nos imponían castigos, seamos ahora el Espartaco que se revela, que no le teme a nada, que ve a la muerte como un fantasma lejano, porque ha recuperado su valor intrínseco, ese poder que le otorga la libertad.
En las mentes con propósito no entra el suicidio. En las mentes que día a día se levantan con una meta clara, se celebra la vida, pero no en el sentido más hedonista, sino que se ve a la vida como lo que es, una moneda lanzada al aire, donde a veces nos abraza la fortuna y otras nos golpea la malaria.
A esos chicos que creen que ahí, en la muerte prematura, está la salvación, simplemente se están mintiendo. La salida es siempre hacia delante, aunque lo que vemos ante nosotros sea solo oscuridad, no podemos negar que la luz siempre penetrará hasta en las catacumbas más negras.
Parte 3
Sinceramente
Esto va para vos, para él, para ella, para los que ya no están, para los que están pensando en hacerlo y para mí. Me incluyo porque yo sé lo que es tener esos malditos pensamientos rondando como zombis por la mente. Te infectan el cerebro y parece que jamás te van a dejar en paz. El suicidio hace eso, te seduce, te promete paz eterna, te invita a dejar de sufrir y uno, cual enamorado, se rinde a los brazos de esa Dalila traicionera.
El pensar en el suicidio a uno lo pone bien, yo lo sé. Te da la sensación de esperanza más grande que jamás hayas sentido. Te hace sentir liberado, te da la tranquilidad de que cuando menos lo esperes, solo necesitas una soga o un cuchillo para que todo se termine de una vez. Y eso, una vez que uno lo asimila, al principio le da miedo, no sabe que es lo que puede llegar a hacer, pero por alguna razón es inevitable no pensar en eso.
A veces uno se cree especial por hablar del suicidio, te da cierto aire de chicx raro, de incomprendido. Si te gusta el arte, te da aires de artista maldito, de alguien que permanece aislado del pensamiento convencional. El problema está cuando ese pensamiento se normaliza, porque nos volvemos insensibles, porque estamos a un paso de que todo se acabe.
En esos momentos uno no dimensiona el daño que le produce a los que están al rededor. Los pensamientos suicidas preocupan a la gente, pero uno está demasiado metido en si mismo, que los otros no nos afectan. Caemos en el egoísmo, y pensamos que morir sólo nos afecta a nosotros, grave error, porque aunque no lo veamos, hay gente que nos quiere de verdad. Ya sea un padre, una madre, un hermano, un amigo o una novia, no debemos tener miedo a la hora de hablar de lo que nos pasa, siempre es bueno descargar el peso que tenemos que arrastrar solos, porque sentirse escuchado aliviana el alma. Un abrazo en el momento adecuado, puede ser un salvavidas invaluable.
Tratar de no pensar en terminar con todo no es fácil. No es algo que se pueda dejar de hacer de la noche a la mañana. Uno ha entrado en un bucle del cual es difícil salir. Es difícil porque uno sabe que ante cualquier percance, uno puede jugar esa carta, entonces evitamos los problemas, esquivamos aquellas situaciones que nos hacen mal, pero en la vida nada es fácil, y hay muchos momentos en los que ésta realmente se toma el trabajo de hacernos sufrir.
Uno se da cuenta entonces que hay motivos de sobra para intentar cualquier forma de suicidio, sin embargo también existen muchos motivos por el cuál vivir. Como dije, dejar de pensar no es fácil, seguir viviendo tampoco, pero si nos concentramos en la idea del propósito, creo que todo lo que sucede a nuestro alrededor, cambiará aunque sea un poco y eso se trasladará a nuestro interior. Si bien la paz no es eterna, hay que decir que el sufrimiento (por más aferrado que esté uno) también es pasajero.
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Parte 4
Sobreponerse al dolor
Muchas veces creemos que el sufrimiento es eterno, puesto que no hay peor cárcel que la que uno se inventa. Yo conozco muy bien la espiral del dolor, se lo que es sufrir por nimiedades que quizás para uno son importantes, pero para otros son cosas normales o no tan graves. Muchas veces me dije a mí mismo que «en este mundo no hay lugar para las almas torturadas», sin embargo, todos merecemos un lugar en la vida, seamos como seamos, pensemos lo que pensemos. Y es importante que, ante las señales de sufrimiento, no nos guardemos ese secreto, sino más bien lo liberemos con aquellos seres que son de confianza. La vergüenza muchas veces, puede jugarnos una mala pasada.
Sufrir también es una forma de experimentar la vida. Nada es cien por ciento felicidad, eso no está garantizado. Más allá de todo, el suicidio debe ser visto siempre como algo lejano, o ni siquiera ser visto. Tenemos que entender que el dolor forma parte de esto que somos, y es además un gran maestro, con el cual aprendemos las lecciones más valiosas.
Si nos rendimos ante el dolor, estaremos sometidos continuamente a las depresiones más horribles. Hay que saber sobreponerse al dolor desde una perspectiva más humana. Si entendemos cada cosa, no como un evento absurdo, sino como una pieza más de este rompecabezas que es nuestra vida, habremos obtenido una valiosa lección: todo pasa por algo, nada está librado al azar.
Aún así, si nada forma parte del juego de la fortuna, nosotros si podemos elegir seguir jugando o abandonar la partida. Créanme, se lo difícil que es vivir con esa espina ponzoñosa que nos pincha el alma hasta hacerla arder. Sé que ante ese dolor, me gana el impulso de querer morirme. Pienso en el suicidio, pero no lo puedo llevar a cabo ¿Será por qué soy un cobarde estúpido? O debe ser porque en el fondo siento que aún me quedan fuerzas para seguir intentándolo.
Hace unos cuatro o cinco años, cuando me hablaban de la resiliencia, no lo creía, es más, me inventaba argumentos para contradecirla y criticarla en todos los sentidos. Hoy, a pesar de sentirme miserable en todos los aspectos de mi vida, creo en la figura del ser humano resiliente, como aquel que, a pesar de quebrarse, aún se mantiene en pié. No importa cuanto dolor tengas en la vida, no importa lo fracturado que esté tú espíritu, si tenes un propósito, podés hacerle frente a todo lo que la vida te ponga delante. Piensa en esto: el vidrio a pesar de estar roto, sigue siendo vidrio, tú humano, a pesar de estar fracturado, sigues siendo humano, tan sólo debes empezar a reconstruiste, si bien no quedarás perfecto, pero habrás renacido como un ave fénix de entre tus propias cenizas.
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Parte 5
Abrazado a la soledad
Anteriormente hablé de la pandemia de soledad. Ese es un echo que no podemos dejar pasar, y que nos debe de preocupar. No podemos vivir en el distanciamiento digital, donde lo virtual quiere suplantar este plano físico que llamamos realidad.
Estar más conectados o más actualizados de lo que sucede más allá de las paredes de nuestra casa, no es sinónimo de acompañamiento. No podemos pretender que un emoji o un sticker, vengan a ilustrar de manera simple, la complejidad de los sentimientos humanos. Eso, a mí parecer, genera conversaciones vacías o interacciones mediadas por un algoritmo que creer saber que es lo que verdaderamente nos divierte. Cuantas veces, aún con ese algoritmo super entrenado, hemos ido surfeando el mundo digital, sin encontrar nada que nos llene o nos conmueva, ahí nos damos cuenta que caímos hace rato en el vacío, donde lo que supuestamente está para distraernos, ahora nos abruma, y entramos en un estado de pánico, porque esta generación no sabe estar aburrida.
Vamos rápido, de acá para allá, saltando de una cosa a la otra, sin darle tiempo a la mente de procesar lo que está viendo, hasta que un día, nos sentimos incómodos, algo nos molesta y caemos en cuenta de que el vacío nos ha consumido. Ahí viene el miedo de no saber que hacer. Nos hemos anestesiado tanto, que ya no podemos soportar la carga de la realidad tangible.
Si bien la vida real no es para nada cool como en los reels de TikTok, tenemos que aprender a aceptarla. De ahí nace el origen de muchos suicidios en chicos y chicas jóvenes: no logran soportar que la persona que está del otro lado de pantalla no es tan grandiosa como imaginaban (¡sorpresa es un ser humano!), no pueden entender que la vida que nos toca no está pasada por un filtro, y que la gente que está allá afuera, poco les interesa los sentimientos de los demás, ahí, ya sumergidos en el vacío, se dan cuenta que nada tiene que ver con lo que ellos creían. Entonces, como seducidos por un ángel bello, se suicidan. Sé que no es fácil soportar la carga que significa estar vivo, pero muertos nos privaremos de lo más importante que tiene éste juego: el disfrute de aquello que nos hace felices.
Buscar la felicidad es una buena manera de escapar del absurdo, y es un propósito concreto. Como lo puede ser luchar por tus sueños o tratar de cambiar el mundo. Esquivar el virus de la soledad no se hace con barbijo y alcohol en gel, se trata de trabajar constantemente en tratar de ser mejores cada día. No me importa como se vea el tipo o la tipa de Instagram, no quiero ser como ellos, quiero ser Yo mejor que ayer, quiero demostrarme a mi mismo que puedo conseguir lo que deseo.
La soledad tampoco se cura con salidas todos los fines de semana, ni con un millón de amigos, tan sólo puedes ser tú el amigo que necesitas, porque muchas veces todo depende de uno mismo. Hay que reconciliarnos con nuestros fantasmas, hay que enfocar la mente en lo que vendrá, pero también estar atentos en el momento donde ocurren las cosas, el ahora es decisivo y es ahí donde todo se define.
El suicidio es solo una elección en el momento presente, pero elegir la vida es elegir intentar ser la mejor versión, ahora, en este preciso momento.
Si bien la soledad es una amenaza constante, quien está fuerte internamente, puede mirar a la horca que cuelga sobre aquel viejo árbol del olvido y no temer ante los pensamientos que como arcontes insaciables, te dirán que lo hagas, tan sólo para obtener de tí, el beneficio de tu muerte ¿Vale entonces la pena, matarse para servir de sacrificio a aquellos que alguna vez nos quisieron ver muertos? Evidentemente no, porque ante la resistencia de la soledad, nace la esencia de la vida.
Aléjate por favor de la banalidad de las redes y de la superficialidad de los «amigos virtuales», busca mejor el placer de lo sencillo, disfruta de una libro bajo la sombra de un árbol, contempla la naturaleza, siente el placer de caminar sin prisas y ahí comprenderás que el suicidio tan sólo te alejará de la maravillosa que es la vida, más allá de que el humano se encargue de hacerla miserable. Tan sólo piensa en vos, en tu felicidad y en tu placer, a veces no está mal ser un poco egoísta.
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Parte 6
La motivación perdida
Recuerdo que hace un par de días mi novia se molestó conmigo, la entiendo, no es fácil vivir con alguien que tiene pensamientos suicidas, y que se queja pero no hace nada para cambiarlos. A veces, esas cosas nos hacen sentir mal, tan sólo pensamos en «ir por el camino fácil» como me dijo, pero si supiera que no quiero esto, que no quiero levantarme todos los días con la mentalidad podrida por la depresión, si supiera que lucho por contener la ansiedad que hace latir a mí corazón y me somete a los caprichos de la mente.
Por momentos parece que la motivación no existiera, uno no tiene ganas de hacer nada, tan sólo desea estar echado en la cama, como un perro moribundo, deseando que después de cada intervalo de sueño, uno ya no despierte.
¿Cómo recuperar entonces esas ganas perdidas? Pues no queda otra que hacer. Hacer más allá del desgano. Es igual que el pintor que debe pintar más allá de si las hermosas musas deciden o no aparecer. Para eso, hay que librarnos de las distracciones, y enfocarnos en nuestros deseos, en nuestro anhelos, en aquellas cosas que realmente nos hacen sentir bien.
Lo sé, no es algo fácil, hay que son en esencia deprimentes y otros en los que uno se levanta repleto de energía. Eso es algo que hay que aceptar desde ya, no podemos estar siempre dando el cien por ciento, somos humanos, tenemos nuestros días de pereza, nuestros días en los que nada nos viene bien, y hay que aprender a vivir con ello, lastimosamente no somos máquinas (y agradezco a quien sea por no serlo).
Tenemos que reconectar más con lo interno, con lo espiritual que habita en nosotros. Hace falta más emoción, más humanidad. Hace falta mirarnos al espejo para darnos cuenta que el verdadero valor de estar vivo es la de festejar cada día que pasa, el orgullo que nos da, ser nosotros mismos.
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Parte 7
Última palabra
Tranquilo. Respira hondo, siente como el aire llena tus pulmones, siente como la calma invade tú ser. No hay motivos para realizar alguna locura, te lo pido con toda la calma del mundo.
Aunque tú ahora te vas insignificante o ni siquiera te veas, recuerda que eres valioso/a para este universo. Tú existencia le da significado al mundo, por más que no lo creas, nada de esto sería igual sin tu presencia.
Ahora tengo la oportunidad de dedicarte unas últimas palabras antes de terminar con el texto y sinceramente no sé qué más puedo decir, ya lo dije todo. Creo que en este momento tan sólo te abrazaría, lloraría contigo si es necesario, pero jamás te abandonaría. Es en estos momentos cuando más te necesito con vida. Si no podés luchar solo, yo lucharé a tu lado, espalda con espalda y con el cuchillo entre los dientes, haciéndoles frente a los avatares de la vida.
Recuerda que no estás solo/a, pide ayuda, no sientas vergüenza, todos la necesitamos y la necesitaremos a lo largo de nuestra vida. Y por más que crear estar solo/a en mundo, siempre podrás venir al blog para leer esto y saberte acompañado, porque mi espíritu está con aquellos que aún, a pesar de las desgracias, todavía tienen un razón para vivir.
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¡GRACIAS POR LEER!