jueves, 18 de septiembre de 2025
a)- NO QUIERO MORIR DE AMOR
domingo, 14 de septiembre de 2025
PROCESO PARA PARIR UNA OBRA
LA CREACIÓN DE UNA HISTORIA NO SIEMPRE ES SATISFACTORIA
EL INDESCRIPTIBLE PODER DEL ARTE
La Inspiración mueve los hilos de esto que empieza a tomar forma. Las Musas me rodean, me acarician con sus suaves y excitantes manos. Siento subir el calor que se amontona en mi pecho. El corazón late fuerte, como el de aquel viejo «ojo de buitre». Luego se me sube a la cabeza y se condensa en una cumulonimbus que derrama sobre el blanco papel, una feroz lluvia de ideas.
Esta vez si me va gustando lo que voy escribiendo. Recuerdo con cada frase que escribo, que debo tratar de ser menos exigente conmigo mismo. Debo ser más permisivo con el error, tengo que dejar de buscar esa perfección de escultura griega. Necesito, ante esta situación, ser más humano, porque lo imperfecto, es en esencia, aquello que me bautiza como miembro de esta raza que pisa como todos, este desgastado suelo.
Disfruto de todo aquello que despierta la fascinación del artista. Para el que trabaja con la imaginación, la realidad se transforma en un paraíso de sucesos con los cuales podemos jugar.
En este mundo hay historias en cada rincón. En cada recoveco abandonado por el paso del tiempo, se halla presente tal vez aquella historia que el artistas busca desesperado, como el recién nacido busca el seno de su madre para alimentarse.
Pero (y esta es una verdad muy poco probable de refutar), al artista le cuesta recorrer las calles en busca de aquella sensacional historia. Somos más ermitaños, preferimos la comodidad del estudio, antes que los bullicios de lo cotidiano. Nos gusta la calma, porque es la única forma de poder conectar con nuestra esencia.
Solos, en medio de la paz que nos causa esa habitación semi vacía, nos sentimos libres para ser y hacer y porque no deshacer a nuestro antojo.
Es ahí, al abrigo de una luz artificial, donde contemplamos la maravilla que hemos creado.
El estudio es para el artista, lo que el agua para el cuerpo, en pocas palabras: es un aspecto esencial para el desarrollo artístico.
*
III
Hay que tratar a la obra recién parida con mucho amor, tenemos que velar por ella, protegerla de los pensamientos intrusivos que querrán que nos desprendamos de esa creación. Recuerda que es como un niño recién nacido y por eso requiere de toda nuestra atención.
Hay que tener en cuenta también que este producto es obra del trabajo duro y es nuestra responsabilidad reconocer los logros que vamos alcanzando.
Nosotros, los artistas, somos trabajadores incansables, pero rechazamos la monotonía del empleo de nueve a cinco y netamente asalariado. Nacimos libres y preferimos morir libres. Pero esto no debe ser tomado como una apología de la pobreza, esto es más bien el ideal natural de la vida: ser dedicada exclusivamente al placer que nos da llevar a cabo lo que la mente dicta.
El arte no depende de reglas, y las que tiene, más bien las utiliza para romperlas. Tampoco pretende ser una ciencia exacta, donde todo está meticulosamente medido y diseñado para encajar. Existe una realidad irrefutable: la mejor obra es la que nace de la espontaneidad, sin pensarla mucho.
Pero vuelvo al tema central. Ya tienes el producto listo, ahora es momento de empezar a germinar ese proyecto. Lleva tu arte hacia aquellos lugares en donde será apreciado. Nútrete de los comentarios negativos y positivos, este camino está plagado de espinas, por lo que vas a tener que caminar con cuidado.
Date un tiempo para enseñar tu trabajo, sé consciente del talento que tienes, no le des entidad al Miedo y no permitas, por nada en el mundo, que tu felicidad termine arruinanda por las garras hambrientas de la Duda.
Confía en tí y en aquellos que te apoyan. Nunca estarás solo mientras mantengas abierto el corazón.
miércoles, 10 de septiembre de 2025
10 DE SEPTIEMBRE DE 2025
AL SUICIDA VAN ESTAS PALABRAS
REFLEXIONES DE LO IMPENSADO
Por...MARK
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I
¿Y si ya no quiero vivir? ¿Y si decido terminar con todo esto de una vez? Al final no sé que me detiene. Vivo tan sólo por la inercia que me produce el respirar.
Ya llegado a este punto ¿Qué más puedo aprender? No veo necesario prolongar la vida, para llegar a los setenta años y reafirmar lo que pensaba a los veinticinco. La vida es eso, un largo camino para confirmar que al final, la verdad irrefutable de que vamos a morir nos engañó para hacernos creer que podemos alcanzar algo más, y así distraernos hasta la tumba.
Morir es natural, es parte de este sentido que es Ser Humano. Nada se escapa de la voluntad de la vida. Pero a veces, como un preso que se fuga de una cárcel de máxima seguridad, alguna que otra vida se nos va, arrebatada por el sufrimiento que le produce no hallar consuelo para sus padecimientos más profundos. Ya no nos encontramos con esas personas a las cuales poder ilustrarles el terrible maremoto que abunda en nuestro interior. Ya nadie quiere conversaciones profundas en donde se toquen las capas más hondas de nuestra piel. La idea de una liberación de los sentimientos se volvió de repente en una crítica despiadada, por parte de una otredad que caratula de «débiles» a aquellos que osan hablar de sus sensibilidades (en especial dentro del género masculino).
Sin espacio para liberar al alma de su desasosiego, y al no encontrar ese otro con el cual me puedo reflejar, se produce una caída al vacío. En ese lance a la oscuridad, somos abrazados por la soledad, la depresión y las ansiedades. Creemos que por el hecho de ser débiles merecemos ese castigo, entonces nos apartamos, nos recluimos.
Entre ese oleaje negro de un mar podrido, naufragamos con nosotros mismos. Parece ser que para aquel, cuya sensibilidad va más allá de los convencionalismos o de los estándares, no sé merece otra pena más que la exclusión social.
Apartados del grupo, tratados como locos, y vistos como unos miserables, pensamos entonces que no hay lugar en este mundo para las almas torturadas ¿Dónde quedó el humanismo? ¿Dónde está la empatía cuando realmente se la necesita?
II
Ya, tomados como locos y lejos de la sociedad, uno no piensa más que en terminar con todo esto.
Cansa el llevar sobre los hombros el peso de una mochila que no deberíamos llevar, pero que nos la han puesto como en una especie de castigo divino. Ese es el pago para el que se sale de las normas.
Pero está la posibilidad de liberarse de todo esto. Ahí, como una sirena sobre las rocas de un mar tranquilo, el suicidio nos canta con voz emocionante y nos endulza el odio. Nos seduce por una sencilla razón: la muerte es la libertad. Si estoy consciente sufro, si apago esta conciencia el sufrimiento se eliminará. La decisión puede parecer al principio difícil, pero es tanto el deseo de eliminar el sufrimiento, que ni siquiera se lo piensa tanto.
Enseguida uno se manda a la acción. Decide, con la destreza del artista, arrebatar la propia vida, para ganar libertad.
Pero su muerte no será en vano, más bien es un castigo para que, todo aquel que alguna vez le hizo daño, pague las consecuencias al ver como sus palabras o acciones, condujeron a alguien a encontrarse con el fin de su vida.
Muerto por mano propia, el suicida siente, al exhalar su último aliento, que ya es libre de las presiones de la vida. De los dolores que lo aquejan. Ya no siente miedo. Es él, verdaderamente auténtico ante el fin de algo que se presenta más bien como una ilusión.
III
La gente suele pensar que el suicida es un loco porque no piensa en el daño que le causa a aquellos que siguen vivos ¿Pero acaso esos seres, ahora consternados por la pérdida, se han preocupado mientras aquel «loco» vivía? Nadie le preguntó con verdadera sinceridad como sentía, más bien sonaba como un compromiso. Nadie le hizo caso a sus palabras de Ser completamente abatido, más bien recibía quejas y acusaciones ridículas, que tan sólo minimizaban su dolor.
Una palabra preocupante, una conjugación que arme una oración en donde el sufrimiento no sea una presencia tácita, pueden alentarnos de las intenciones de quien ya planea su muerte.
La mayoría de las personas que lloran al suicida son aquellas que se arrepienten por no haber estado antes, por no haber hecho caso a las señales, por no haber estado ahí para dar un abrazo que venga a revolucionarlo todo. Sus mentes sufrirán el peso que les producirá la culpa. Es una posición difícil lo sé, pero ellos la eligieron.
Después lloran los que realmente ayudaron, los que escucharon, los que contuvieron. Si bien no pudieron modificar una decisión que estaba escrita en la sangre del muerto, pero por lo menos a la noche, podrán descansar en paz.
Por ahí dicen también que el suicidio es de cobardes, y yo también lo afirmé un par de veces [leer mas abajo*] y lo digo porque yo soy un cobarde que aunque quiera morirse, le da miedo terminar con todo, porque no sabría cómo hacerlo ¿Y sí algo sale mal y no muero? Calculo que tendré que cargar con la mirada de ser aquel que tuvo un: intento de suicidio.
Cobardes somos nosotros, ellos son los valientes decididos. Ellos no le temen al dolor, porque saben que es el precio que hay que pagar para caminar por el valle de la paz.
IV
No hago ni deseo hacer apología al suicidio. Todo lo de arriba es un resumen de mis pensamientos como alguien que vive en la lucha diaria de tener que estar obligado a existir en cada maldito nuevo día. Pero estoy cansado de tener que reconocer que todas las mañanas amo la vida, porque no es así. Existen momentos en los que el acto de tener que levantarme se vuelve pesado. No quiero caminar por las mismas calles, toparme con cadáveres vacíos que viajan a la deriva. Pero, sin embargo, acá estoy. Resistiendo a pesar de sentirme vacío, de sentir que lo que hago no me gusta, pero tengo que conformarme con esto que me toca, y fingir ante todos una sonrisa cuando en realidad me caigo a pedazos por dentro.
Cada vez que llega septiembre se me hace un nudo en el pecho al ver como casi a diario chicos se suicidan alrededor del globo y nadie hace nada, nadie se perturba, nadie toma conciencia de la gravedad del asunto y de lo peligroso que es todo esto.
A este septiembre llegamos tarde, al igual que los anteriores. Espero que los venideros nos encuentre a todos un año más vivos. Le hablo aquí a todos los hijos e hijas, hermanos y hermanas, padres y madres, y personas que hoy no la están pasando del todo bien.
¡Oh a tí suicida, si que te entiendo! Sé lo difícil de tu existencia, sé las razones por las cuales ahora vas a cometer el acto de eliminarte. Te entiendo en todo, y te lo dice alguien que toma medicación desde los dieciséis años (actualmente tengo veintiocho), y está en tratamiento psicológico y psiquiátrico. Créeme, sé por lo que estás pasando.
Si yo aún estoy acá, escribiendo esto, es porque encontré una respuesta para, por lo menos, tratar de mitigar el dolor. Esa respuesta es: la vida. Vivir es un regalo, sí a la vida se la sufre, se la padece pero tan sólo «aguanta el que existe».
viernes, 5 de septiembre de 2025
lunes, 1 de septiembre de 2025
4.1— ALGO HEMOS APRENDIDO (¿No es así?) - UN CAMINO PARA LOS INICIADOS
UN JUSTO FINAL PARA LOS HIJOS DESCARRIADOS
«EL PARAÍSO PERDIDO ¿JAMÁS SERA RECOBRADO?»*
1 ¿Qué pasará con todo esto? ¿Tendrá un final? ¿Sufriremos mucho o poco? ¿Y si no quiero jugar este estúpido juego? ¿Acaso me van a matar? ¿Me van a torturar? ¿Podrán hacerle lo mismo a millones de personas a lo largo y ancho del mundo? Se preguntaban desesperanzadas las almas que presenciaban el fin de todo lo cognoscible.
2 Entonces dije para mis adentros: «Ante las puertas del apocalipsis surgen todas las dudas». Ahí, ante la presencia de ese juez que carga una mirada altiva, que nos clava sus pupilas deseoso de darnos el castigo eterno, nadie es ateo.
3 Me acerqué con duda y temor, para ver y escuchar ese espectáculo que era la ruina de mi raza. Vi a ese tal Dios, gigantesco, sentando en un trono completamente de oro, debo decir que me sentí un poco decepcionado al ver que era más feo de lo que yo pensaba. Su cara era vieja, decrépita, con una mirada cansada pero con dejos de malicia, y cubierta por miles y miles de arrugas. Su portentosa barba no era más que un montón de vello arremolinado como el nido de un ave común. Vestía una túnica sucia, como si la hubiera cagado por toda una eternidad, parecía que no tuvo tiempo ni de lavarla.
4 A su costado se hallaba una inmensa tropa de ángeles, las huestes celestiales que lo custodiaban ¿Para qué? ¿No se supone que es un ser todopoderoso? Me quedé en silencio detrás de una roca, el lamento de mi gente se hacía audible por todos lados. Todos rezaban, todos aclamaban su nombre. Todos querían la salvación, sin embargo había un minúsculo detalle: TODOS ERAN PECADORES. Desde el cura, hasta el pastor, desde el hijo hasta el padre, todos habían cometido alguna falta. Nadie iba a permanecer salvo por toda la eternidad.
5 El Gran Hombre habló, y los humanos empezaron a desfilar rumbo al Salón del Juicio. Pude escuchar como los ángeles se referían a mi raza como seres abominables. «Míralos, tan imperfectos, tan malcriados, creen que pueden sobrepasar la ley del Dios más grande» había dicho uno, «sólo pueden aspirar al infierno, porque es ahí a donde pertenecen, nuestro Padre fue muy generoso con estos impuros» agregó otro.
6 Y así los vi marchar hasta que entraron al salón, recinto en el cual yo no pude entrar, pero supe después que no fue una experiencia grata para los reos.
Lo que redacté no es más que una libre interpretación del Apocalipsis, aquel episodio que vaticina el final del mundo, y la salvación para los «buenos», mientras que a los inicuos les toca pagar en el infierno. Más allá de toda esta superchería religiosa, debo decir—y con el perdón de los creyentes— que ni siquiera el mismísimo Jesucristo podría diferenciar a los buenos de los malos, porque en esencia todos somos pecadores ¿No somos pues hijos e hijas del pecado original?
Con tanta malicia en el mundo, dudo que hasta los más buenos se mantengan firmes por ese camino. Hay tanta degradación en el mundo, que todos resultamos contaminados. «No se puede estar sano en un mundo enfermo» decía Jiddu Krishnamurti, y es verdad, y hasta el día de hoy esa frase se ha vuelto importante en la vida. Me hace pensar que no es uno solo el que puede ver como son las cosas detrás del velo ficticio que nos quieren poner con la infección tecnológica, para no ver la realidad. Para no ver lo que hay más allá, lo cruel que es la figura de los poderosos o el dominio que ejerce la violencia sobre las sociedades.
Por un lado, las sociedades generaron leyes y normas para no vivir en la anarquía, pero por el otro nos dimos cuenta de que habíamos caído en un problema: el hombre se había vuelto el enemigo del hombre. Rousseau afirmaba que: «el hombre es bueno por naturaleza, pero la sociedad lo hace malo», en parte es cierto, los ritmos de vida, las crisis económico-políticas, sanitarias, de seguridad y educación, generan una degradación en el hombre como sujeto individual, que empieza a sentirse acorralado en un micromundo en el que debe someterse a la autoexplotación o a resistir el embate de otros hombres y mujeres que se inclinan por el camino de hacer el mal a otros.
En esos momentos de crisis aparecen los aprovechadores, los que nos quieren enseñar a vivir, los que nos venden un desarrollo personal que no viene a sumar, sino todo lo contrario, empieza a dividir y a fomentar de manera descarada el individualismo, asumiendo que cualquier trabajo en común para el mejoramiento de la sociedad por medio de la consciencia del ser individual, es fomentar algo parecido al comunismo. Fíjense, como a través de ideas que son sanas en esencia, se entremezclan con visiones sesgadas que hacen de cualquier crítica, ya sea al trabajo o al sistema capitalista, un ideal socialista-comunista que solo quiere que el mundo viva en la pobreza.
Pero el Desarrollo Personal Esotérico no sabe ni conoce de ideas políticas, a pesar de estar escrito por un perro fiel al anarquismo, que sólo ama la idea de libertad absoluta.
El Desarrollo Personal Esotérico nos invita a tomar consciencia de lo que estamos haciendo mal como sociedad, donde ponemos la violencia en primer lugar y dejamos al amor abandonado al fondo del placard.
El trabajo inicial es reconocer en qué estamos fallando, después de ahí mejorar lo que se pueda, y sobre todo aprender de los maestros, de los viejos libros, de las enseñanzas de aquellos olvidados por el tiempo, que por un hecho fortuito reaparecen en nuestras vidas.
Mirando ahora todo lo que escribí espero realmente que el apocalipsis no nos agarre en nuestro último aliento, obligándonos a elegir entre el paraíso o el infierno. Espero entonces que podamos ir todos para un mismo lado, buscar la trascendencia, para ser inmortales en todo el universo.