jueves, 18 de septiembre de 2025

a)- NO QUIERO MORIR DE AMOR

 LO QUE UN CORAZÓN ROTO NOS DEJÓ 


DÁNDOLE FORMA AL SENTIMIENTO 



Por...MARK
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«¿De qué sirve ser inmortal si no se puede morir de amor?»

(Babasónicos - «Vampi»)

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Antes de empezar quiero que sepas...

   Qué expresión tan rara es esa de «morirse de amor». Me suena como una especie de oxímoron extraño, en donde se entremezclan dos aspectos que son, no incompatibles, sino más bien, opuestos.
 
   No conozco a nadie que se haya muerto de amor, a no ser que haya matado o se haya suicidado por amor, pero creo que eso es diferente a lo que plantea el sentido literal de la frase. Me da a entender que «morirse de amor» es una escala más en la pirámide del amor mismo, a tal punto que es capaz de hacernos reventar cuando sobrepasamos un cierto límite.

   También me entra la duda sobre si es posible medir al amor ¿Cuándo es mucho y cuándo es poco? No lo sé, y según mi visión— por ahí limitada— creo que no se puede entender del todo al amor si le ponemos una escala de medidas. Es el amor un sentimiento ilimitado. Considero que tan sólo debe sentirse, no hay que imponerle reglas matemáticas o reglas (a secas) para saber si es amor de verdad o no. 

   Las experiencias humanas se caracterizan tan sólo por ser eso: experiencias, la categoría de ser buenas o malas, se las atribuimos según las conclusiones que hayamos sacado después de la experimentación de ciertos sucesos. Lo mismo ocurre con el amor, no podemos decir si amamos mucho o poco, tan solo amamos. Pero, es la experiencia en ese amor o en esos amores, la que nos lleva a hacer de este sentimiento una matemática, en base a si hemos sido amados en demasía o casi nada. 

   Pero al final ¿Uno se puede morir de amor? Creo que eso entra en el terreno de la fantasía, es más bien una forma de decir que rebozamos de amor, pero no hay forma de que nos mate un sentimiento tan positivo como el hecho de amar. Lo que sí podemos aseverar todos es que en el amor se sufre, pero esa ya es otra historia.


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Amor en el más allá 

— Las Puertas —

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—No puedo creer que me vengas con ese planteo mi amor.
—¿Qué planteo? Si te molesta que diga lo que siento no es mi problema.

—Es que ese no es el tema, el problema está en que justo ahora tiene que ser ¿No podés esperar para más adelante? 
—¡Bueno, si tanto te molesta, no digo más nada! 

—No se trata de decir o no decir más nada. 
—¿Entonces qué querés que haga?
—Tampoco se trata de que hagas o no hagas. Se trata más bien de que disfrutes el momento.

— ¿No entiendo qué me querés decir? Hombre tenías que ser, no pueden explicar nada sin entenderse.
—Mira, te la hago fácil, vos y yo ya sufrimos mucho. Antes de conocernos éramos un desastre... Depresiones, ansiedades, miedos, estrés... Yo ya no quiero eso mi amor, no quiero sufrir más. Si mirás bien, allá a lo lejos, pero cada vez más cerca, están las puertas del cambio, las puertas de que lo mejor se acerca. Yo quiero lo mejor. Para vos, para mí.

—No sé, me da miedo...
—¿Qué te da miedo?
—Y si llegamos y al cruzar la puerta nos topamos con la mentira, con el desamor, con el desengaño. No quiero perderte. Me aterra de solo pensarlo. 

—Vamos mi amor, sabes que no estamos hechos para estar juntos por siempre, pero lo importante para mí no es permanecer con vos en el futuro, quiero tan sólo poder disfrutarte ahora, en este presente.
—Tengo muchas dudas.

—No penses que sos vos nomás, yo también las tengo ¿Pero qué más da? No tengo nada que perder, pero si me queda todo por ganar. Que decís ¿Me acompañas? 
—Pará, si tenés miedos y dudas ¿Por qué decidís seguir arriesgándote?

—Porque te amo. Porque ahora que te conozco sé, que aunque pudiera vivir más de mil años, querría vivir esos mil años junto a vos. Claro... Si es que querés ¿no?
—Ah, sos un romántico...

—¿Y qué otra cosa puedo ser? Pero bueno, dale, dame la mano, vamos.
—Está bien, te sigo pero ¿Están muy lejos esas puertas?

—No mucho, hay que caminar un poco nomás.
— Y cuando atravesamos las puertas esas ¿Con qué nos vamos a encontrar? 

—Con la eternidad mi amor. 
—¿Y qué pasa ahí?
— Ahí no hay sufrimiento, ahí no hay dolores. En la eternidad solo se encuentra el gozo.

—Me gusta la idea.
—A mi también.
—¿Sabés qué te amo?
— Yo también te amo.



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A un paso del amor 

— La ciudad es del enamorado — 

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La ciudad bajo la lluvia tiene un brillo especial. Es como si por alguna extraña razón, que no puedo explicar, el agua hiciera resaltar aún más los colores de los carteles, de las luces de la calle y los semáforos.

La tardecita me agarró camino a casa. En los auriculares sonaba algo de Crucis, y todo a mi alrededor cobraba otro sentido. Por primera vez vi, bajo esa llovizna densa, a la ciudad aburrida convertirse en una ciudad de colores.

Estoy contento, hoy fue un día magnífico en el trabajo, y con solo saber que me estás esperando en casa, ya me hace sentir especial.

Paso por el centro, esta tarde parecía deprimente bajo el cielo gris, pero es ahora, con el agua, un sinfín de destellos radiantes que me dejan obnubilado, pudiendo estar ahí parado durante horas, tan sólo contemplando la belleza de esos tonos neón, que producen en mí un efecto hipnótico.

Y de la nada el recuerdo de tu cuerpo que me invita a seguir, y yo que no me quiero desprender de este paisaje citadino, en donde la magia de una simple lluvia transforma todo lo que toca. Es como un polvo de hadas, que al contacto con la realidad altera todo para bien.

«Me estoy mojando» piensa mi costado civilizado. Y qué más da, si al igual que esta ciudad yo también ya me siento transformado. Me siento radiante. Me percibo vivo. Distinto. Me siento yo mismo.



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— Que idiota te hace el amor —

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 Que idiota te hace el amor...

¿Te molesta que pronuncie esas palabras? ¿Y qué querés que te diga? Si sos más hermosa que la luna llena. 

Que otra verdad puedo llegar a afirmar cuando la sola presencia de tu cuerpo refuta cualquier argumento posible.

He escrito sobre tantas cosas, pero nunca me detuve a escribir tu cuerpo, ese soma sagrado que te hace única en la eternidad. 

Brillas como un sol que se mantiene firme en mi universo, iluminando mis errores, disipando mis frías angustias, quemando todas las dudas. 

Sos sequía y aguacero, sos tormenta furiosa, pero que después deja el manto pacífico de la primavera.

¿Y qué querés que te diga? Si ya hasta las palabras se quedan cortas. Te he escrito de tantas formas que ya me di cuenta que lo bello no puede explicarse fácilmente.

Te he escrito tantos poemas que ni los cuento, y este es tan sólo uno más del montón, y luego le seguirá otro y luego otro, y así hasta el infinito.

¿Y qué querés que te diga? Yo creo ahora, que entre tanta palabra, solo el silencio puede hablar por mí. 



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— ¿Realmente yo te amé? —

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¿Alguna vez te amé en este pasatiempo que llamamos vida?

El frío del invierno deja en la cama ese agujero que alguna vez ocupaste, y llenaste de calor primaveral.

Te fuiste ese día en el que viste que ya nada podía ser como antes. Preferiste la huida antes que la solución. Yo preferí el adiós antes que el cambio.

Ahora me dejas con este gélido sentir, sabiendo que mi corazón sucumbe ante el manto blanco de una nevada pesimista.

Todo lo que queda son las esquirlas de un amor que reventó y nos dejó heridos de por vida ¿Por qué dueles tanto? ¿Por qué el ocaso trae a la memoria aquel aroma de tu piel perfectamente perfumada por mis besos? 

Grito a los cuatro vientos que alguna vez te amé en este pasatiempo que es la vida y me entrego otra vez a la necesidad de tener que llorarte para saber que ya eres pasado en este presente.

¡Como duele el amor maldita sea! Como le explico al calor que ya no estás conmigo. Como le digo al invierno que deje de congelar mis sentimientos. Como le explico a la vida que la soledad me lastima. En esta noche de cielo nublado las estrellas han desaparecido porque hasta aún hoy, lamentan tu ausencia.



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domingo, 14 de septiembre de 2025

PROCESO PARA PARIR UNA OBRA

  LA CREACIÓN DE UNA HISTORIA NO SIEMPRE ES SATISFACTORIA


EL INDESCRIPTIBLE PODER DEL ARTE



Por...MARK
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«Tal vez, si pudiera hablarte
De si fuera cierto
Que el poder del arte
Bien nos pudiera salvar
De una vida inerte
De una vida triste
De una mala muerte»

(Robe - «El Poder del Arte»)

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I

   Como un niño que recién comienza a hablar, tomo la pluma y titubeo antes de desandar con la tinta, esta hoja en blanco que ahora me hace temblar. O quizás, el mejor término para este sentimiento, es que me encuentro cara a cara con la Duda ¿Qué voy a escribir? ¿Tengo algo realmente interesante para contar? ¿Quién querrá leerme?

    Trataré esta vez de no sucumbir ante el pánico que me genera este abismo. Me atreveré a crear. Le haré frente a la Duda como un superhéroe que mira de cara al peligro.

     En este camino no estoy solo, la Inspiración, esa presencia en forma de ángel, me acompaña, quemando con su potente luz toda inquietud. También las sensuales Musas caminan a mi lado, lucen como grandes Valkirias guerreras, blandiendo poderosos escudos, espadas y hachas. 

    Ante este honorable ejército, guiado por el Dios más poderoso: El Arte, cualquier abismo se cierra para darnos paso. El Miedo huye, probando una cucharada de su propia medicina. La Duda se escapa por entre los huecos de la mente, mientras ensaya un nuevo ataque.

    Empuño nuevamente la pluma, y ahora las palabras fluyen como un río tranquilo. Van de a poco construyendo escenarios, paisajes, personajes y aventuras.

   ¡Qué fantástico es el mundo de la imaginación! Allí hay un lugar hasta para lo imposible.

    Escribo entonces con la velocidad de la escritura automática. Gozo de cada frase, me deleito con las oraciones bien fundamentadas. Me alegro al ver la obra ya finalizada. 

    Me aparto por un momento, me alejo unos días de ese hijo que yo parí con tinta.

    Pasa una semana, ya con la vista descansada vuelvo a ese boceto, con el recuerdo fresco del placer que me produjo escribirlo.

   Con ojo escrutador lo releo. Frunzo el ceño, algo no cuadra, lo abollo con bronca y va a parar a la pila de los escritos fracasados.

    Tomo una vez más la pluma. La Duda sale de entre sus catacumbas. Se repite otra vez el proceso.


*
II



     La Inspiración mueve los hilos de esto que empieza a tomar forma. Las Musas me rodean, me acarician con sus suaves y excitantes manos. Siento subir el calor que se amontona en mi pecho. El corazón late fuerte, como el de aquel viejo «ojo de buitre». Luego se me sube a la cabeza y se condensa en una cumulonimbus que derrama sobre el blanco papel, una feroz lluvia de ideas.

   Esta vez si me va gustando lo que voy escribiendo. Recuerdo con cada frase que escribo, que debo tratar de ser menos exigente conmigo mismo. Debo ser más permisivo con el error, tengo que dejar de buscar esa perfección de escultura griega. Necesito, ante esta situación, ser más humano, porque lo imperfecto, es en esencia, aquello que me bautiza como miembro de esta raza que pisa como todos, este desgastado suelo.

   Disfruto de todo aquello que despierta la fascinación del artista. Para el que trabaja con la imaginación, la realidad se transforma en un paraíso de sucesos con los cuales podemos jugar.

   En este mundo hay historias en cada rincón. En cada recoveco abandonado por el paso del tiempo, se halla presente tal vez aquella historia que el artistas busca desesperado, como el recién nacido busca el seno de su madre para alimentarse.

   Pero (y esta es una verdad muy poco probable de refutar), al artista le cuesta recorrer las calles en busca de aquella sensacional historia. Somos más ermitaños, preferimos la comodidad del estudio, antes que los bullicios de lo cotidiano. Nos gusta la calma, porque es la única forma de poder conectar con nuestra esencia.

   Solos, en medio de la paz que nos causa esa habitación semi vacía, nos sentimos libres para ser y hacer y porque no deshacer a nuestro antojo.

   Es ahí, al abrigo de una luz artificial, donde contemplamos la maravilla que hemos creado.

   El estudio es para el artista, lo que el agua para el cuerpo, en pocas palabras: es un aspecto esencial para el desarrollo artístico.



*

III



   Hay que tratar a la obra recién parida con mucho amor, tenemos que velar por ella, protegerla de los pensamientos intrusivos que querrán que nos desprendamos de esa creación. Recuerda que es como un niño recién nacido y por eso requiere de toda nuestra atención.

   Hay que tener en cuenta también que este producto es obra del trabajo duro y es nuestra responsabilidad reconocer los logros que vamos alcanzando.

   Nosotros, los artistas, somos trabajadores incansables, pero rechazamos la monotonía del empleo de nueve a cinco y netamente asalariado. Nacimos libres y preferimos morir libres. Pero esto no debe ser tomado como una apología de la pobreza, esto es más bien el ideal natural de la vida: ser dedicada exclusivamente al placer que nos da llevar a cabo lo que la mente dicta.

   El arte no depende de reglas, y las que tiene, más bien las utiliza para romperlas. Tampoco pretende ser una ciencia exacta, donde todo está meticulosamente medido y diseñado para encajar. Existe una realidad irrefutable: la mejor obra es la que nace de la espontaneidad, sin pensarla mucho.

   Pero vuelvo al tema central. Ya tienes el producto listo, ahora es momento de empezar a germinar ese proyecto. Lleva tu arte hacia aquellos lugares en donde será apreciado. Nútrete de los comentarios negativos y positivos, este camino está plagado de espinas, por lo que vas a tener que caminar con cuidado.

   Date un tiempo para enseñar tu trabajo, sé consciente del talento que tienes, no le des entidad al Miedo y no permitas, por nada en el mundo, que tu felicidad termine arruinanda por las garras hambrientas de la Duda.

   Confía en tí y en aquellos que te apoyan. Nunca estarás solo mientras mantengas abierto el corazón.



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miércoles, 10 de septiembre de 2025

10 DE SEPTIEMBRE DE 2025

 AL SUICIDA VAN ESTAS PALABRAS


REFLEXIONES DE LO IMPENSADO 



Por...MARK

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I

  ¿Y si ya no quiero vivir? ¿Y si decido terminar con todo esto de una vez? Al final no sé que me detiene. Vivo tan sólo por la inercia que me produce el respirar. 

  Ya llegado a este punto ¿Qué más puedo aprender? No veo necesario prolongar la vida, para llegar a los setenta años y reafirmar lo que pensaba a los veinticinco. La vida es eso, un largo camino para confirmar que al final, la verdad irrefutable de que vamos a morir nos engañó para hacernos creer que podemos alcanzar algo más, y así distraernos hasta la tumba.

   Morir es natural, es parte de este sentido que es Ser Humano. Nada se escapa de la voluntad de la vida. Pero a veces, como un preso que se fuga de una cárcel de máxima seguridad, alguna que otra vida se nos va, arrebatada por el sufrimiento que le produce no hallar consuelo para sus padecimientos más profundos. Ya no nos encontramos con esas personas a las cuales poder ilustrarles el terrible maremoto que abunda en nuestro interior. Ya nadie quiere conversaciones profundas en donde se toquen las capas más hondas de nuestra piel. La idea de una liberación de los sentimientos se volvió de repente en una crítica despiadada, por parte de una otredad que caratula de «débiles» a aquellos que osan hablar de sus sensibilidades (en especial dentro del género masculino).

   Sin espacio para liberar al alma de su desasosiego, y al no encontrar ese otro con el cual me puedo reflejar, se produce una caída al vacío. En ese lance a la oscuridad, somos abrazados por la soledad, la depresión y las ansiedades. Creemos que por el hecho de ser débiles merecemos ese castigo, entonces nos apartamos, nos recluimos. 

   Entre ese oleaje negro de un mar podrido, naufragamos con nosotros mismos. Parece ser que para aquel, cuya sensibilidad va más allá de los convencionalismos o de los estándares, no sé merece otra pena más que la exclusión social.

    Apartados del grupo, tratados como locos, y vistos como unos miserables, pensamos entonces que no hay lugar en este mundo para las almas torturadas ¿Dónde quedó el humanismo? ¿Dónde está la empatía cuando realmente se la necesita? 


II

   Ya, tomados como locos y lejos de la sociedad, uno no piensa más que en terminar con todo esto. 

   Cansa el llevar sobre los hombros el peso de una mochila que no deberíamos llevar, pero que nos la han puesto como en una especie de castigo divino. Ese es el pago para el que se sale de las normas.

   Pero está la posibilidad de liberarse de todo esto. Ahí, como una sirena sobre las rocas de un mar tranquilo, el suicidio nos canta con voz emocionante y nos endulza el odio. Nos seduce por una sencilla razón: la muerte es la libertad. Si estoy consciente sufro, si apago esta conciencia el sufrimiento se eliminará. La decisión puede parecer al principio difícil, pero es tanto el deseo de eliminar el sufrimiento, que ni siquiera se lo piensa tanto.

   Enseguida uno se manda a la acción. Decide, con la destreza del artista, arrebatar la propia vida, para ganar libertad. 

    Pero su muerte no será en vano, más bien es un castigo para que, todo aquel que alguna vez le hizo daño, pague las consecuencias al ver como sus palabras o acciones, condujeron a alguien a encontrarse con el fin de su vida.

   Muerto por mano propia, el suicida siente, al exhalar su último aliento, que ya es libre de las presiones de la vida. De los dolores que lo aquejan. Ya no siente miedo. Es él, verdaderamente auténtico ante el fin de algo que se presenta más bien como una ilusión.


III

   La gente suele pensar que el suicida es un loco porque no piensa en el daño que le causa a aquellos que siguen vivos ¿Pero acaso esos seres, ahora consternados por la pérdida, se han preocupado mientras aquel «loco» vivía? Nadie le preguntó con verdadera sinceridad como sentía, más bien sonaba como un compromiso. Nadie le hizo caso a sus palabras de Ser completamente abatido, más bien recibía quejas y acusaciones ridículas, que tan sólo minimizaban su dolor. 

   Una palabra preocupante, una conjugación que arme una oración en donde el sufrimiento no sea una presencia tácita, pueden alentarnos de las intenciones de quien ya planea su muerte.

   La mayoría de las personas que lloran al suicida son aquellas que se arrepienten por no haber estado antes, por no haber hecho caso a las señales, por no haber estado ahí para dar un abrazo que venga a revolucionarlo todo. Sus mentes sufrirán el peso que les producirá la culpa. Es una posición difícil lo sé, pero ellos la eligieron.

    Después lloran los que realmente ayudaron, los que escucharon, los que contuvieron. Si bien no pudieron modificar una decisión que estaba escrita en la sangre del muerto, pero por lo menos a la noche, podrán descansar en paz. 

   Por ahí dicen también que el suicidio es de cobardes, y yo también lo afirmé un par de veces [leer mas abajo*] y lo digo porque yo soy un cobarde que aunque quiera morirse, le da miedo terminar con todo, porque no sabría cómo hacerlo ¿Y sí algo sale mal y no muero? Calculo que tendré que cargar con la mirada de ser aquel que tuvo un: intento de suicidio.

   Cobardes somos nosotros, ellos son los valientes decididos. Ellos no le temen al dolor, porque saben que es el precio que hay que pagar para caminar por el valle de la paz. 


IV

«Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis»
(Mateo 27:24)

   No hago ni deseo hacer apología al suicidio. Todo lo de arriba es un resumen de mis pensamientos como alguien que vive en la lucha diaria de tener que estar obligado a existir en cada maldito nuevo día. Pero estoy cansado de tener que reconocer que todas las mañanas amo la vida, porque no es así. Existen momentos en los que el acto de tener que levantarme se vuelve pesado. No quiero caminar por las mismas calles, toparme con cadáveres vacíos que viajan a la deriva. Pero, sin embargo, acá estoy. Resistiendo a pesar de sentirme vacío, de sentir que lo que hago no me gusta, pero tengo que conformarme con esto que me toca, y fingir ante todos una sonrisa cuando en realidad me caigo a pedazos por dentro.

    Cada vez que llega septiembre se me hace un nudo en el pecho al ver como casi a diario chicos se suicidan alrededor del globo y nadie hace nada, nadie se perturba, nadie toma conciencia de la gravedad del asunto y de lo peligroso que es todo esto.

   A este septiembre llegamos tarde, al igual que los anteriores. Espero que los venideros nos encuentre a todos un año más vivos. Le hablo aquí a todos los hijos e hijas, hermanos y hermanas, padres y madres, y personas que hoy no la están pasando del todo bien. 

   ¡Oh a tí suicida, si que te entiendo! Sé lo difícil de tu existencia, sé las razones por las cuales ahora vas a cometer el acto de eliminarte. Te entiendo en todo, y te lo dice alguien que toma medicación desde los dieciséis años (actualmente tengo veintiocho), y está en tratamiento psicológico y psiquiátrico. Créeme, sé por lo que estás pasando. 

   Si yo aún estoy acá, escribiendo esto, es porque encontré una respuesta para, por lo menos, tratar de mitigar el dolor. Esa respuesta es: la vida. Vivir es un regalo, sí a la vida se la sufre, se la padece pero tan sólo «aguanta el que exist.



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* Extracto del ensayo «El Hombre Moderno y la Civilización Contemporánea», escrito y redactado por mí en el año 2021, donde dije esto, que ahora, evidentemente no lo pienso tan así. Más sin embargo, me gusta el efecto placentero que me produce haber madurado ciertas ideas, y reconocer que no soy el mismo de hace cuatro años atrás. 

- Aquí el fragmento: 
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« [...] siempre sostuve y sostendré, que el suicidio no es más que una forma cobarde de morir. Pero antes de decir nada, deja que te ilustre la idea en un ejemplo simple: es como aquel soldado que, aún así viéndose solo en la batalla, y sabiendo cuáles son habilidades y puntos fuertes para hacerle frente al enemigo, decide desertar para escapar de su destino o inmolarse allí mismo [...] porque no todo soldado que huye de una batalla sigue sirviendo para las guerras venideras. El no aceptar el destino, el no reconocer nuestra valía ante los problemas de la vida, solo nos debilita, y es allí donde la muerte se ofrece como un manjar tentador, como una droga poderosa [...]  »


viernes, 5 de septiembre de 2025

lunes, 1 de septiembre de 2025

4.1— ALGO HEMOS APRENDIDO (¿No es así?) - UN CAMINO PARA LOS INICIADOS


UN JUSTO FINAL PARA LOS HIJOS DESCARRIADOS



«EL PARAÍSO PERDIDO ¿JAMÁS SERA RECOBRADO?»*





Por...MARK
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«Enjuagará Dios toda lágrima
de los ojos de ellos; y ya no
habrá muerte, ni habrá más
llanto, ni clamor, ni dolor;
porque las primeras cosas
habrán pasado».


(Apocalipsis 21:4)


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*Parafraseando a los dos poemas más importantes del escritor John Milton.


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1 ¿Qué pasará con todo esto? ¿Tendrá un final? ¿Sufriremos mucho o poco? ¿Y si no quiero jugar este estúpido juego? ¿Acaso me van a matar? ¿Me van a torturar? ¿Podrán hacerle lo mismo a millones de personas a lo largo y ancho del mundo? Se preguntaban desesperanzadas las almas que presenciaban el fin de todo lo cognoscible.
2 Entonces dije para mis adentros: «Ante las puertas del apocalipsis surgen todas las dudas». Ahí, ante la presencia de ese juez que carga una mirada altiva, que nos clava sus pupilas deseoso de darnos el castigo eterno, nadie es ateo.
3 Me acerqué con duda y temor, para ver y escuchar ese espectáculo que era la ruina de mi raza. Vi a ese tal Dios, gigantesco, sentando en un trono completamente de oro, debo decir que me sentí un poco decepcionado al ver que era más feo de lo que yo pensaba. Su cara era vieja, decrépita, con una mirada cansada pero con dejos de malicia, y cubierta por miles y miles de arrugas. Su portentosa barba no era más que un montón de vello arremolinado como el nido de un ave común. Vestía una túnica sucia, como si la hubiera cagado por toda una eternidad, parecía que no tuvo tiempo ni de lavarla.
4 A su costado se hallaba una inmensa tropa de ángeles, las huestes celestiales que lo custodiaban ¿Para qué? ¿No se supone que es un ser todopoderoso? Me quedé en silencio detrás de una roca, el lamento de mi gente se hacía audible por todos lados. Todos rezaban, todos aclamaban su nombre. Todos querían la salvación, sin embargo había un minúsculo detalle: TODOS ERAN PECADORES. Desde el cura, hasta el pastor, desde el hijo hasta el padre, todos habían cometido alguna falta. Nadie iba a permanecer salvo por toda la eternidad.
5 El Gran Hombre habló, y los humanos empezaron a desfilar rumbo al Salón del Juicio. Pude escuchar como los ángeles se referían a mi raza como seres abominables. «Míralos, tan imperfectos, tan malcriados, creen que pueden sobrepasar la ley del Dios más grande» había dicho uno, «sólo pueden aspirar al infierno, porque es ahí a donde pertenecen, nuestro Padre fue muy generoso con estos impuros» agregó otro.
6 Y así los vi marchar hasta que entraron al salón, recinto en el cual yo no pude entrar, pero supe después que no fue una experiencia grata para los reos.




    Lo que redacté no es más que una libre interpretación del Apocalipsis, aquel episodio que vaticina el final del mundo, y la salvación para los «buenos», mientras que a los inicuos les toca pagar en el infierno. Más allá de toda esta superchería religiosa, debo decir—y con el perdón de los creyentes— que ni siquiera el mismísimo Jesucristo podría diferenciar a los buenos de los malos, porque en esencia todos somos pecadores ¿No somos pues hijos e hijas del pecado original? 

   Con tanta malicia en el mundo, dudo que hasta los más buenos se mantengan firmes por ese camino. Hay tanta degradación en el mundo, que todos resultamos contaminados. «No se puede estar sano en un mundo enfermo» decía Jiddu Krishnamurti, y es verdad, y hasta el día de hoy esa frase se ha vuelto importante en la vida. Me hace pensar que no es uno solo el que puede ver como son las cosas detrás del velo ficticio que nos quieren poner con la infección tecnológica, para no ver la realidad. Para no ver lo que hay más allá, lo cruel que es la figura de los poderosos o el dominio que ejerce la violencia sobre las sociedades.

   Hace más de dos mil años, el hombre y la mujer de épocas remotas, debía utilizar la violencia como un medio para garantizar la supervivencia propia o de un grupo familiar, para comer o para defender un territorio. 

   Hoy, en este año 2025 no necesitamos salir a cazar o defender un pedazo de tierra porque es nuestro hábitat, para mí y los míos. Con el avance del ser humano y la creación de las sociedades, comenzamos entonces a depender menos de ese instinto salvaje, para pasar a ser más civilizados.
Por un lado, las sociedades generaron leyes y normas para no vivir en la anarquía, pero por el otro nos dimos cuenta de que habíamos caído en un problema: el hombre se había vuelto el enemigo del hombre. Rousseau afirmaba que: «el hombre es bueno por naturaleza, pero la sociedad lo hace malo», en parte es cierto, los ritmos de vida, las crisis económico-políticas, sanitarias, de seguridad y educación, generan una degradación en el hombre como sujeto individual, que empieza a sentirse acorralado en un micromundo en el que debe someterse a la autoexplotación o a resistir el embate de otros hombres y mujeres que se inclinan por el camino de hacer el mal a otros.



   En esos momentos de crisis aparecen los aprovechadores, los que nos quieren enseñar a vivir, los que nos venden un desarrollo personal que no viene a sumar, sino todo lo contrario, empieza a dividir y a fomentar de manera descarada el individualismo, asumiendo que cualquier trabajo en común para el mejoramiento de la sociedad por medio de la consciencia del ser individual, es fomentar algo parecido al comunismo. Fíjense, como a través de ideas que son sanas en esencia, se entremezclan con visiones sesgadas que hacen de cualquier crítica, ya sea al trabajo o al sistema capitalista, un ideal socialista-comunista que solo quiere que el mundo viva en la pobreza.

   Pero el Desarrollo Personal Esotérico no sabe ni conoce de ideas políticas, a pesar de estar escrito por un perro fiel al anarquismo, que sólo ama la idea de libertad absoluta.

   Más allá de todo, esta idea, recorrida a través de distintos ejes, trata de resaltar la importancia del autoconocimiento, de la autoexploración, para amigarnos con nosotros mismos, y así, pasemos a darle algo positivo a la sociedad. Todo esto para no ser unos entes que van por ahí, sin importarles lo más mínimo la vida que hay al rededor y más allá.

   El Desarrollo Personal Esotérico nos invita a tomar consciencia de lo que estamos haciendo mal como sociedad, donde ponemos la violencia en primer lugar y dejamos al amor abandonado al fondo del placard.
 
   El trabajo inicial es reconocer en qué estamos fallando, después de ahí mejorar lo que se pueda, y sobre todo aprender de los maestros, de los viejos libros, de las enseñanzas de aquellos olvidados por el tiempo, que por un hecho fortuito reaparecen en nuestras vidas.

   Mirando ahora todo lo que escribí espero realmente que el apocalipsis no nos agarre en nuestro último aliento, obligándonos a elegir entre el paraíso o el infierno. Espero entonces que podamos ir todos para un mismo lado, buscar la trascendencia, para ser inmortales en todo el universo.



FIN