I)- Sobre triunfar en la vida y el miedo al fracaso. II)- La meta es tener éxito. III)- La felicidad y la construcción social. IV)- El dinero y la pobreza espiritual. V)- El consumo superfluo y las necesidades innecesarias.
Sobre lo que es realmente triunfar en la vida, no lo puedo decir a ciencia cierta, porque es algo que puede ser muy relativo. El triunfo se puede dar en diferentes momentos, en variados hábitos, por poner un ejemplo, quizás para uno su mayor logro es haberse podido pasar cualquier juego de computadora sin haber perdido ni una sola vez, mientras que para otro, el mayor logro de su vida haya sido poder conseguir ese tan deseado ascenso en la oficina.
Cómo lo ven las cosas siempre son relativas, y dependen siempre de dos factores fundamentales, o que por alguna razón yo creo fundamentales:
a)- El momento: es decir el punto justo en el que ese logro se consigue, que es algo que va a depender de la persona, y sus necesidades por su puesto, de ahí viene la comparación entre el gamer y el oficinista. El momento representa esa situación en la cual yo aspiro a conseguir aquello que me propongo; así como uno puede decir «quiero terminar este juego», otro puede decir «quiero ocupar esa vacante de gerente» ¿Alguno de los dos está mal o equivocado? De ninguna manera, porque los dos viven de acuerdo al momento o la situación que les toca.
b)- El contexto: es decir el entorno en el que nos desarrollamos, porque de ahí salen las diferentes miradas de acuerdo a los diferentes logros.
Es decir—retomando el ejemplo del oficinista y el del jugador de videojuegos—, quizás para el hombre o la mujer que trabaja en una oficina le parezca una pérdida de tiempo que alguien le dedique horas, y horas, y encima disfrute conseguir el éxito de haber terminado un videojuego, y a lo mejor para el «gamer» le parece espantoso como el trabajo de oficina les absorbe la vida, los hace unos esclavos obedientes, bajo el yugo de un patrón que les paga míseras monedas por las horas que están metidos ahí dentro. Por eso siempre es importante entender el contexto de cada individuo.
Triunfar, no es más que esa sensación de felicidad que nos da haber podido realizar con éxito una tarea, o haber logrado algo que siempre quisimos. Luego está el rol que cada uno ocupa, ya sea laboral, estudiantil, etc, ahí ya el logro o el triunfo está en completa relación con el ya explicado punto «b», lo que sí hay que aclarar es que el triunfo no se basa solamente en el dinero, o en tener y poseer por el mero hecho de querer mostrar algo que no soy.
La vida vivida con placer a pesar de las malas cosas que nos pueden llevar a tocar es también haber triunfado. Con vida simple me refiero al hecho de que la felicidad que nos da el haber conseguido algo la puede tener cualquiera, desde la familia que vive sobre un techo de chapa y en una habitación de dos por dos, sin comodidades, como así también las altas esferas de la sociedad.
Vivimos hoy en día lamentablemente en una sociedad enferma por tener éxito, nos venden que ese es nuestro objetivo en la vida, que el fracaso es algo malo, y el fracasado es mal visto por la sociedad de hoy, lo sé porque siempre me considere un fracaso en las materias de la vida, pero eso no me hace ser menos, y eso de ninguna manera me priva de que en cualquier momento de mí vida pueda conseguir el éxito, o triunfar en la vida.
Tampoco vale ésta idea de ser todo un ganador, de ser exitoso, para solamente demostrarle a los demás lo que somos. Ostentar nuestros logros a los demás, con el fin de generarles una envida innecesaria, es una causa perdida, más vale ser como soy que arriesgar todo por el hecho de querer que los demás me miren.
No somos mejores ni peores por haber conseguido realizar sueños y metas en comparación a otros, cada quien tiene su tiempo, cada quien tiene su momento. Nadie está libre del fracaso, ni aun así del triunfo. A veces las victorias que más cuesta conseguir, son las más dulces y hermosas, y el fracaso aunque nos deje un amargo sabor, es bien recibido como la mejor lección de vida, porque quizás la cuestión más importante del triunfo en la vida es la idea de que podemos no solamente fracasar, sino que cada vez que nos caigamos, podamos levantarnos con la cabeza en alto, mirando hacia delante, como si no hubiera pasado nada.
Es ahí cuando hablamos de la capacidad de resiliencia, ese impulso que te da la fuerza necesaria para poder levantarte cada vez que te caes, es ese impulso para saber que siempre se puede volver a empezar. Fracasar es algo de la rutina, pero está en uno dejarse vencer, o continuar mirando para adelante.
La vida sigue y las oportunidades son infinitas, la cuestión principal reside en el hecho de cuán fuerte te haces después de cada caída, y tras levantarte de la más dura derrota.
La importancia del triunfo se resume en la palabra resistencia, si eres lo suficientemente bueno y aguantas cada round como el mejor, la vida te dará un premio (el triunfo), pero no será merecido si llegas a él por medio de trampas. El que lucha todo lo consigue, no importa si es hoy o dentro de veinte años, lo bueno de la vida lleva tiempo, lo importante está en saber disfrutarlo.
Hoy en día para la nueva generación, es decir la mía, nos toca vivir en un mundo demasiado golpeado por los hechos que se escapan de la vida común, como podría nombrar a la tan famosa y sufrida pandemia. De todas formas eso no afectó en ningún momento a la cultura de la imagen, y del éxito.
Hoy en día la cuestión sigue siendo la de aplastar a los demás con mí éxito, que todos se hinquen para adorarme. Desafortunadamente ésta sociedad del consumo desmedido, piensa con una mentalidad un poco cuadrada, y cerrada, de que el verdadero éxito, o el logro más grande que una persona pueda alcanzar es tener grandes riquezas, ser millonario, tener mucho dinero. De ninguna manera, y en eso debo discrepar, el tener dinero no puede ser sinónimo de éxito, ni mucho menos de felicidad.
Es muy conocido saber que hoy en día la meta es matarse estudiando una carrera que quizás no me interese, pero de todas maneras tengo que hacerla para no ser un fracaso—aunque en la mayoría de los casos es más una imposición social/familiar— y si después de todo el esfuerzo invertido, (que no es más una forma miserable de gastar la vida), podré trabajar de ello, y así obtener el dinero que me posicionará como una persona exitosa, a costa de haber sacrificado amigos, parejas, aficiones, placeres, por la absurda idea de triunfar, de ser exitoso, cuándo sinceramente puedo ser exitoso y sentirme realizado cuando paso tiempo con mis hijos, cuando estoy orgulloso o orgullosa de la familia que tengo, de los amigos que me acompañan, de los padres que me aman y me amarán, de los hermanos que siempre me apoyan, en fin, uno puede ser exitoso en cualquier lado, a cualquier hora, sin la necesidad de ningún objeto material, sin tener en su haber un dinero desmedido, sin poseer siquiera una casa propia.
Con todo esto quiero decir que el éxito está también en lo simple, porque en lo rebuscado uno siempre termina perdiendo algo, o peor aún se pierde a sí mismo. Mientras otros se gastan la fortuna en un auto nuevo, invirtiendo plata en un pedazo de metal con ruedas, y un motor, quizá en alguna otra parte del mundo, o de tu ciudad, alguien es feliz caminando, o andando en una bicicleta bajo la lluvia.
El éxito se mide por aquello que e conseguido a través del disfrute, el éxito nunca va a llegar después de que tuve que pasar horas gastando mí vida en ese trabajo, o en este estudio, esto no quiere decir que nunca tendrás éxito, sino que así como se vendrá se irá, el amor al dinero, la ambición de querer siempre más, y de consumir cada cosa que veo, solo contribuye a acelerar la decadencia de ésta generación.
Vivimos en la época en donde todos queremos ir a las playas de Miami, o algún lugar paradisíaco, como hacen la gente que vemos a través de las pantallas de nuestros celulares, pero sabemos que esa felicidad dura poco, más precisamente el tiempo que duren las vacaciones.
La felicidad y el éxito van de la mano, y se une a ellas el esfuerzo y el mérito, lo que nos hacen saber estás cuatro cosas es que; nada se consigue sin esfuerzo, todo se hace desde el disfrute, y no hay cosa más linda que ser feliz en la vida que nos toca.
De cierta forma no muy agradable, la sociedad establece reglas, en muchos casos estrictas, sobre lo que es la felicidad, y sobre lo que nos debe hacer felices y realizados. Por ejemplo nos dice que me debo sentir completo o realizado cuando me recibo, cuando consigo un trabajo (sin importar que sea esclavo de él), cuando tengo una pareja, cuando tengo hijos con esa pareja, cuando me case, cuando tengo mí casa, mí auto, y así en un larga lista de cosas.
Sinceramente, pobre alma estafada la que cree que seguir todos esos pasos lo llevará a la felicidad más pura, porque el hecho de poseer algo no me hace más feliz que aquel que no lo posee.
¿A dónde está la felicidad entonces? A lo mejor no la hemos descubierto, o la experimentamos de formas efímeras, en pequeñas explosiones de alegría, pero la máxima expresión de la palabra felicidad está presente cuando soy consciente de lo que soy, cuando estoy ahora viviendo el momento, tomando mates a la vera del río, disfrutando del paisaje, sin pensar en las cosas pendientes del trabajo, o en los problemas de la vida cotidiana, o de índole familiar, porque se darle a cada cosa su lugar, y si me concentro en el río, en el trinar de las aves, en el rico mate, noto que el tiempo a veces parece detenerse, mientras mí cabeza vuela; ya ahí lo entendí todo, ya ahí me estoy permitiendo ser feliz. Tomando mates en el río, soy feliz, más feliz que si estuviera ahora en la comodidad de mí casa, porque de seguro estaría pensando que dentro de poco se acaba el domingo, y el lunes otra vez le entrego el cuerpo a una rutina que me ahoga.
Derribar los estándares de felicidad que la sociedad fue construyendo con el pasar de los años, es el principal punto de partida, siempre teniendo la base de que la felicidad también es una experiencia, y que cada persona es feliz con lo que tiene o puede. Nadie puede establecer en términos generales lo que debe hacer feliz a determinada sociedad, puesto que cada sociedad está formada por individuos diferentes, con diferentes puntos de vista, con diferentes necesidades.
No hace falta dinero para ser feliz, eso solo nos empobrece espiritualmente. La felicidad está dentro nuestro, depende de nosotros buscarla, o dejarla ahí, encerrada para siempre.
Creer que el dinero es la clave central de la vida, y que sobre él gira todo, es un pensamiento que está demasiado equivocado, y que refleja la pobreza espiritual de esa pobre alma. Porque no te hace rico el hecho de tener en tu haber grandes cantidades de riquezas, sino lo que te hace grande es la riqueza de tu alma al estar llena ésta de un puro sentimiento, la humildad. Ojo, no digo que el que tiene dinero no es humilde, hay gente adinerada que lo es, pero en su gran mayoría lo que la sociedad refleja, es aún grupo de personas que dilapidan su fortuna por el mero materialismo, creando un consumo que ya pasa de ser superfluo, a innecesario.
El dinero no deja de ser un papel impreso, con un valor agregado, pero su poder es mayor que cualquier otra cosa, atrae con su don incorruptible a todos aquellos que son débiles ante el sometimiento de la ambición. Por eso es que hacemos todo por dinero, el mundo de hecho se mueve por él o más bien en torno a él.
Nos la pasamos pensando en él, como si fuera la cura de todos los males, y es la enfermedad principal. Estudiamos muchas veces cosas que no son impuestas, quizás por el dedo ajeno, o por no saber decirle que no a nuestras familias, con el fin de que el día de mañana, más allá de que la carrera elegida no sea de mí agrado, pueda conseguir un trabajo, y ganar dinero. Esta estrategia vil no deja de ser un engaño, porque el dinero, queramos o no, se relaciona en cierta forma con un determinado posicionamiento social, o en pocas palabras nos brinda un prestigio por sobre los demás.
Nos la pasamos estudiando algo que no nos gusta, porque los demás o nuestra familia lo dice, pero cuando uno empieza a decidir por sí mismo, busca en el dinero la excusa por la cual terminar el estudio que empezó, pero al final uno se da cuenta de que si esa es la meta a seguir mejor no estudiar nada. El hombre diferente no busca el prestigio o poseer un cierto estatus social ¿Para qué? ¿Cuál es la razón de ser una persona con prestigio? Si con ser yo, ya me alcanza y me sobra.
La cultura del dinero es mucha veces una contradicción en sí misma, porque creemos que con él se van a solucionar los problemas de la vida, el error está cuando nos damos cuenta de que los problemas aún siguen ahí, no se puede arreglar la vida con dinero, se la puede vivir mejor tal vez, pero desgraciadamente el dinero no te dará salud, ni te salvará de la muerte.
Ahora ¿Por qué relaciono al dinero con la pobreza espiritual? La respuesta es muy sencilla; el dinero en todas sus formas no puede ser nunca un sinónimo de felicidad, o de engrandecimiento del alma. El alma que carece de sencillez, de humildad, no tiene el derecho de usar la plata como un instrumento de felicidad. Ahí es donde se desarrolla mí concepto de pobreza espiritual, porque muchas veces las personas optan por sacrificar demasiadas cosas en sus vida, en pos de un ideal lleno de riqueza, cuando la verdadera riqueza, y el verdadero sentido de una vida es vivir en libertad, es hacer de cada pequeña cosa algo grande y maravilloso. No trabajo por plata, lo hago porque me gusta, el dinero es secundario.
Creamos un mundo en lo que importa es la apariencia y no lo que uno tenga. Hemos hecho una sociedad del comprar para mostrarme, no porque necesite. Nacerán las futuras generaciones trabajando toda su vida para gastar esa plata que tanto desean en futuras cosas que vivirán pagando día tras día, hasta el fin de su existencia.
El hombre diferente sabe negarse a los placeres dulces de la codicia, sabe cómo manejar el dinero sin que éste lo posea, sabe que hay necesidades que cubrir, que de ahí para delante lo que sigue es despilfarro absoluto.
El tener, o aspirar a tener dinero hoy, no te salvará de que mañana te mueras, o en su defecto condenes tu vida a trabajar una cantidad de tiempo indeterminado, para poder pagar esos gastos o deudas que te son insostenibles. Para darse cuenta de eso el primer paso es reconocer que lo material o el dinero en sí, no constituyen nuestra naturaleza, porque si tenemos que sacrificar todo por esa vacía ambición de ser y mostrarle al mundo el nuevo celular, reloj, calzado, etcétera que nos compramos, francamente solo demostramos una cosa: lo bajo que hemos caído.
Es evidente que el consumo de cosas va en aumento año tras año, somos la cultura del capitalismo, pero también la cultura del dinero mal gastado en nombre de un funesto materialismo hueco, comprando cosas innecesarias, creyendo que en el fondo son de mí necesidad más profunda.
No entendemos la idea de que poco a veces es demasiado, y preferimos gastarnos la vida en cosas inútiles. Vivimos para trabajar, y pagar las deudas acumuladas por el gasto indebido en artículos, o vehículos. No conocemos el valor de la conformidad, aunque esté valor no siempre aplica para todas las cosas.
Las futuras generaciones deben aprender a vivir con lo que tienen o si no serán esclavos del comprar y comprar, para llenar un vacío inexistente. No se trata de hacerlo para cuidar el bolsillo, o darle un revés al capitalismo, sino que estamos en la cultura de lo fácil, del tener por tener, y no por necesidad.
A veces, detrás del consumo sistemático, se puede encontrar esta necesidad de pertenencia, es decir por ejemplo, para formar parte de determinado grupo social, necesito consumir, o vestir de una cierta línea, cosas que es algo que a mí parecer es inútil.
Consumir por aparentar es también algo que lo he visto demasiadas veces ¡Pobre de ésta sociedad que se basa en lo superficial, y no ve las maravillas de lo interno, de lo simple!
Tampoco es que estoy haciendo un planteamiento de que la única forma de evitar todo lo mencionado en éste capítulo sea siendo pobre, para nada digo eso, solamente que a veces las cosas simples, y sencillas son eternas y duraderas como el beso ardiente del primer amor. El camino para la vida libre es siempre tratando de tener la mochila lo menos llena posible, así el peso, es decir las infinitas necesidades— que se convierten en deudas a pagar— no terminan por romper mí espalda.
Una familia cuesta caro mantener, en el caso de que se la tenga, ahora a eso sumale el gasto por demás, el despilfarro inútil, y la necesidad de tener, tener, y tener. Nadie tiene que demostrarle nada a nadie, porque el objetivo final de la vida es hacer lo mejor posible tu camino, no tratar de superar a los demás. La vida no es una carrera, porque primero: no hay una meta fija, y cada uno llega hasta donde puede llegar, dando lo mejor de sí en los días de sol, y los nublados también, y segundo: todo tiene un tiempo, pero ese tiempo tiene un costo, si me la paso gastando mí tiempo en materialismos absurdos, me estaré perdiendo demasiadas cosas.
Repito, no se trata de vivir en la pobreza, sino en el hecho de poder ser feliz con lo que tengo, y no te prohíbo para nada que te compres cosas, cada quien hace con su libertad lo que le apetece, pero solo pienso que el consumo desmedido, es solo un paso más a la ruina.