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Que poder asombroso tiene la música. Es como si ésta nos elevara más allá de lo terreno. Es un escape al fastidio de la existencia, es un punto de no retorno, es casi como el momento preciso en el que surge el enamoramiento. Amor a primera escucha ¡Que hermoso suena eso!
Su poder es invaluable. Sus sonidos son magia en vibración. Las letras son amuletos que espantan a los demonios de lo cotidiano.
Llegar y escuchar esa canción que nos gusta, es como llegar a casa dos veces. Doble sensación de victoria al saber que hemos vencido un día más a la rutina.
—Cállate, no haces más que decir incongruencias—dijo la Mentira.
—¿Quién eres tú para decir que estoy siendo un estafador al decir lo que creo correcto?—replicó la Verdad.
—No hay nada que de tu boca salga y sea realmente interesante—respondió airosa la Mentira.
—¿Qué te hace estar segura de ello?—volvió a increpar la Verdad.
—Nadie quiere escucharte, nadie quiere creerte, no eres más que un invento para lavar las mentes de los que se creen dueños de ti—respondió la Mentira.
—Yo soy solo la herramienta que expande la mente, soy quién los invita a cuestionarse sobre sí mismos—dijo con calma la Verdad.
—Eso no es cierto, todos te esquivan porque no te quieren escuchar, los decepcionas— dijo la Mentira.
—Seré todo lo que dices y sé que la gente prefiere escucharte a ti antes que a mi, pero en el fondo sabes que tu existencia no dura mucho tiempo— la Verdad ya empezaba a inquietarse.
—Debe ser porque nadie te soporta, no importa si yo tengo patas cortas, todos me siguen eligiendo. Gobierno cada rincón de este mundo, estoy infiltrada en los puestos políticos, económicos, sociales y culturales—la Mentira se creía en ese momento invencible.
—Entiendo que nadie pueda soportarme, porque yo soy lo que los mal llamados oprimidos no quieren escuchar. Soy un secreto a voces que espera paífico a quien quiera disfrutar de mis beneficios—la Verdad al responder parecía más calmada.
—¿Qué tienes tú para ofrecerle al populacho? No eres más que mensajes cifrados, hablas en código para que nadie te escuche, porque sabes que nadie puede entender que tango estás cantando. Confundes a las personas, las haces enojar. En cambio yo, les doy la posibilidad de salir bien parados, de librar turbulencias propias de la vida. Les doy una vía de escape al vacío que tú les produces—la Mentira se creyó en ese momento la ganadora.
—Tengo algo que tú no podrás darles jamás—la Verdad se puso seria.
—A ver ¿Qué es aquello que yo no puedo ofrecer?—inquirió la Mentira un tanto intrigada.
—Libertad, yo les doy libertad—respondió la Verdad con una sonrisa en sus labios.
—...
Te veo allí, tirada en la cama. Tu figura pálida se mezcla con la blancura de las sábanas ¿Qué carajo nos han hecho? Somos una generación deprimida, desmotivada y ausente de la vida real. No somos conscientes del perjuicio a nuestro cerebro, ni de nuestra adicción a una pantalla.
Hacemos bailecitos de TikTok para paliar con una vida miserable, y yo con la vida más miserable que el que baila, le doy like, porque me veo reflejado en ese tedio que causa la existencia vacía y superficial. Sin embargo hay que fomentar eso, hay que hacer de lo mediocre un show.
Te veo levantarte, estas cansada, trabajas más de doce horas, con un empelo en negro, un sueldo que no llega ni al mínimo, vital y móvil (según indica la canasta básica), y aun así, con unas míseras chirolas, tratamos de sobrevivir durante los años.
Lo sé, te cansa levantarte temprano, la rutina a veces mata. Te cuestionas el por qué duermes más, el por qué de tu mal humor. Y como para no estar de malas, si dejas la vida en un empleo tóxico. Pero no puedes quejarte, sabes ya desde que vienes al mundo, que no puedes quejarte, o por lo menos no frente a ellos, porque de lo contrario te llamarán débil, te dirán que eres generación de cristal y que antes ellos debían hacer cosas y nosotros debemos seguir el camino autodestructivo del sacrificio.
No saben que el tiempo cambió, no saben que somos la generación con más depresión y ansiedad (y no entremos en el tema suicidio, porque allí, los números son espantosos). Pero aquí estamos, en pie, sanando poco a poco, lidiando con la vida a pesar de que no pedimos nacer. Si tuviera la posibilidad de ser abortado, la tomaría sin dudarlo.
Tengo que hacerle frente a las cosas, te digo que me voy a trabajar y no me haces caso, has vuelto a la cama, donde pareces que eres feliz, matando las horas en videos de YouTube.
Te doy un beso en la frente y me despido. Ni siquiera me miraste a los ojos. Ya no pienso en eso, y hago el esfuerzo por cambiar de tema conmigo mismo. Miro el pasto, los árboles, algún perro que cruza olisqueando por allí. De la nada, esa meditación consciente se rompe, una notificación de Whatsapp. Desbloqueo el teléfono y leo tu mensaje: «cuando vuelvas trae algo para comer, quiero unos mates con vos». Te respondo con un corazón. Me alegraste el día, ya lo demás no importa.
Que lindo y raro es el amor. Nos saca de la rutina, nos dice que no somos una generación perdida. Nos da esperanza, nos da libertad. Nos expone a hacer el ridículo frente a todo el mundo, sin importar que dirán de nosotros mañana. No estamos perdidos, son ellos los que no entienden el valor del joven moderno, que sueña, que vive y quiere vivir lejos del infortunio de ser adulto.
Por eso rellenamos las horas muertas con videos, música y podcasts, queremos saber si hay algo más allá de esta burbuja llamada tierra. Queremos simplemente esperanza, un consuelo que nos salve de la decadencia inminente.
Cuestionarlo todo no es de rebelde o de libertino, es más bien una forma de ser consciente sobre lo que nos rodea, ya sean cosas abstractas como las ideas, los pensamientos o lo material como el trabajo, la familia, la vida en general.
El planteamiento casi de inquisición de los otros sobre como yo veo la vida, no es más que un prejuicio hacia aquel que desconfía y por eso cuestiona hasta lo más sencillo, porque para la sociedad hay ciertas cosas que no deben de cuestionarse, por el contrario, se las debe de asumir y naturalizar.
Por eso es que cuando se cuestiona la política, el capitalismo, el trabajo o a la religión, se nos tiende a tildar como unos creadores de polémicas, al mejor estilo de programas de chimentos. Sin embargo somos más que eso.
Al negarnos a aceptar las cosas como nos las venden, aprendemos a buscarle «el pelo al huevo», y eso genera incomodidad ante el resto. Aún así uno no debe de deje de cuestionarse las cosas, ya que ese es el camino hacia la libertad.
Si no nos cuestionamos las cosas, seríamos autómatas que solo viven acatando reglas y adoptando ideas a lo tonto. Es importante entonces cuestionar lo que se piensa, no vaya a ser que estamos repitiendo como loros un discurso que no nos representa pero, que por presión social, terminamos acatando. Pues así nunca obtendremos la liberación.
De ahí que también sea importante la autocrítica, ya que nos permite entender nuestras fortalezas y resaltar las debilidades.
Cuestionarlo todo es no asumir nada por hecho, es más bien derribar el mito y construir una auténtica verdad.