EL HORROR DEL VACÍO EXISTENCIAL
LA INSATISFACCIÓN DE LA SOCIEDAD MODERNA
Por...MARK
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Vivir conlleva una larga lista de responsabilidades y obligaciones, pero en el fondo nadie habla sobre esa sensación tan horrible de sentirse afuera de la vida, insatisfecho con ella misma. Algún alocado fanático de la «motivación», la pseudo-psicología o el coaching, podría venir y decirme: «Si sientes que la vida es vacía ¿Por qué no cambias tu vida?», eso suena tan mágico, tan fácil de lograr, pero en la práctica las cosas se vuelven un tanto diferentes. Fíjese bien en la palabra que acabo de usar «vacío», un término que resume de manera impecable la insatisfacción contenida. Es esa sensación de saber que nada logra llenar lo que tenemos dentro, que no hay una forma de sentirse completo ni aún así concretemos aquellos sueños que tanto anhelábamos conseguir. Es desesperante convivir con ese vacío ya que no tenemos una forma certera de saber porque nos afecta, lo que si sabemos es que está adentro de nosotros, un día, sin que nosotros lo hubiésemos pedido, apreció y se quedó allí en nuestro interior. Yo lo asocio muchas veces con la sociedad vacía en la que vivimos, donde prima lo absurdo, donde se perdió el interés por crear conocimiento, ahora todo se resume a contenido absurdo, bailecitos en TikTok, trends virales, y no mucho más. La sociedad materialista de hoy en día se maneja de esa manera, ese es el nuevo lenguaje de este triste presente, todo tiene que ser inmediato, ideado para satisfacernos momentáneamente, para darme cuenta después que necesito más de esa dosis de dopamina y caigo en el absurdo de no encontrar nada que logre llenar ese vacío. Algunos logran solventar la carencia metiéndose en el terreno de lo espiritual, otros en el deporte, algunos en el trabajo, distintas formas de tratar de olvidarse por un momento lo pesado que es vagar por la vida, con un agujero adentro del alma. El vacío es entender que nada de lo que hagas te hará feliz o completamente feliz, aún así asumes esa responsabilidad y vayas saltando en momentos para tal vez llegar a algo que te de esa iluminación que estás buscando, pero se dificulta cuando la sociedad está también vacía.
En mí experiencia, acercarme a la filosofía me hizo darme cuenta que no era el único con esa sensación, había muchos filósofos que planteaban la idea del vacío y eso no me hacía sentir solo, incluso había ideas más arriesgadas como el hecho de asumir que la vida no tiene ni el más mínimo sentido, el absurdo total. De todas formas no había caído en esa idea tan fatalista de lo absurdo de la vida, aunque, si me ponía a pensar seriamente, podía darme cuenta que la gente que conocía y que eran de mi misma edad, compartíamos algo en común: teníamos poca educación a cerca de la vida. Nunca nadie nos había hecho reflexionar sobre la vida, sobre lo que era vivir, o yendo más adentro, sobre si la vida poseía algún propósito. No somos educados en ese aspecto que a mí juicio es necesario, las nuevas generaciones merecen entender y aprender sobre la vida. Dicen por ahí «que en la vida se aprende a los golpes», ¿Qué clase de escuela es esa? A vivir se aprende viviendo y se debe conocer y reconocer a la vida como lo que es, un infinito de posibilidades con la posibilidad de ser y hacer, entender el propósito es saber que nos espera, y va más allá de la típica pregunta de «¿Qué quieres ser cuando seas grande?», es tan difícil saber lo que uno quiere ser, cuando se nos abre un abanico tan grande de posibilidades. El vacío y el propósito van de la mano, pero de todas forma la ausencia de propósito no siempre genera vacío, este último nace de una sensación de desesperanza hacia la vida, cuando todo lo que se hace y toda esa sensación de querer conseguir algo, termina viéndose frustrada por la vida misma o por el entorno social en el que nos desarrollamos.
El vacío perjudica todo aspecto de la vida, se hace notar en el terreno sexual (impotencia, eyaculación retardada), desgano para hacer las cosas, falta de motivación, y la necesidad de no querer socializar. Es todo un rejunte de cosas negativas, pero que por momentos no parecen pesar en el alma aunque otras veces se hace difícil cargar con ese mismo vacío. Es increíble su coqueteo con la muerte, ya que la idea no asusta, sino más bien se torna una esperanza. El contacto con la muerte se manifiesta como un suceso liberador pero a su vez preocupante, más que nada en el futuro, nos preocupa saber que será de nosotros, a dónde iremos, que será de lo material que ahora poseemos. Tal vez todo aquello a lo que ahora le llamamos «objetos de valor» cuando pasemos al otro lado, no serán nada para los que quedan.
La muerte entonces no es una preocupación, sino una alivio deseado que muchas veces desemboca en el suicidio, y otras solamente en una caminata de lo más tranquila hacia el fin de nuestros días. Para cerrar este post, tengo que decir a modo de conclusión que cuando sentimos el vacío al principio nos asustamos y luego (más tarde o más temprano) terminamos por aceptarlo, a sabiendas que su estadía en nuestro interior termina siendo permanente. Ahora ¿Se puede llenar/tapar ese vacío? Claro que sí, se puede sanar como cualquier otra herida, pero lleva su tiempo, es un trabajo diario y continuo, un proceso de sanación personal que se desarrolla como un camino casi espiritual para el mejoramiento de nuestra propia mente y el desarrollo pleno de nuestra alma, es un camino consciente hacia una limpieza de todo aquello que nos hizo mal, para estos casos es necesaria la ayuda de un profesional de la salud mental y sobre todo ejercitar nuestra fuerza de voluntad. Es difícil pero no hay nada imposible.
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Sigue en el capítulo 2
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