lunes, 7 de agosto de 2023
LA FRAGILIDAD DEL HOMBRE MODERNO
viernes, 4 de agosto de 2023
LA CAÍDA: AUGE Y DECADENCIA DE LA CIVILIZACIÓN (PARTE II: CAPITULOS IV, V, VI)
PARTE II: EL CAMINO DEL PROFETA
CAPÍTULO IV
REVELACIONES
Develar los secretos que durante mucho tiempo habían rodeado a la figura del Ente era una tarea arriesgada, tan arriesgada que mi vida podía desaparecer e incluso peor, se sabía que al Ente le gustaba hacer sufrir a aquellos que, irrumpiendo la paz o tratando de saber quiénes eran, sufrían dolorosas sesiones de tortura. Aún así, y sabiendo lo que me podía llegar a pasar, continúe con mis investigaciones, obviamente manteniendo todo en un completo secreto. Si mi marido, mi amiga o alguna otra persona llegaba a enterarse de esto, podía peligrar la misión.
Para empezar tuve que proporcionarme de una computadora, una de último modelo, aunque de las pocas que quedaban, me gustaban mucho éstas supercomputadoras, porque a pesar de ser de tan avanzada tecnología, todavía mantenían ese diseño clásico de los años 2015, ésta en particular era una verdadera joya. Una vez ya con el ordenador en mis manos necesitaba una conexión a internet, eso nunca fue un problema en esta era, ya que la internet fue siempre lo más importante, por lo que el 10G fue una verdadera bendición, a tal punto que podías estar en el medio del desierto del Sahara, y aún así tu internet andaría a la perfección, aunque ahora algo fallaba, la radiación impedía que la señal llegase adecuadamente, y solo funcionaba a determinadas horas, por ejemplo a la mañana conectaba mí supercomputadora de siete a diez y media, y a la noche cuando todos se iban a dormir, desde las once hasta las dos de la madrugada.
Durante los primeros días de investigación no hallé nada, digamos que todo parecía perdido, las páginas de conspiranoicos hablaban de otros temas, como por ejemplo el avance de las tropas inglesas sobre las tierras de América, y que estaban arrasando gran parte de este sector, y a los prisioneros los hacían sus esclavos. Esas noticias no me las tomaba muy en serio, aunque en realidad pasaban. Mi objetivo era claro, hasta que un día encontré un sitio web demasiado raro, con un par de publicaciones sobre un lugar oculto en alguna parte del mar, eso me llamó mucho la atención, continúe leyendo y la nota finalizaba con una foto un poco pixelada, al parecer una base subacuática, y más abajo dejaba una dirección de correo electrónico. De inmediato decidí escribirle.
Tres semanas después aquel extraño me contestó, solo había un par de palabras que decían algo así: «Secreto. Mantener oculto. El mar habla» más unas coordenadas ¿Acaso me había revelado la ubicación exacta del lugar secreto donde se encontraba el ente Ente? ¿O sólo se trataba de una trampa? No tenía forma de averiguarlo, ni tampoco la movilidad necesaria para navegar hacía el medio del mar, pero si yo no podía ir hacia el Ente, el de seguro vendría directo a mi. Ni siquiera me puse a pensar en lo arriesgado que sería, o en el costo que tendría que pagar, así que me puse manos a la obra, lo único que tuve que hacer fue crear un conflicto con noticias falsas sobre la ubicación de la organización, y ahora a esperar.
La mañana del domingo siete de abril del año 4.002 el Ente anunciaba mí captura, y yo no tenía un lugar a donde escapar, ni tampoco era en momento de explicarle a mi marido y a mí amiga lo que estaba pasando, solamente armé un bolso con un par de cosas, y algo de agua, besé a mí marido como nunca y me marché de allí. Todo era parte del plan, ofrecer resistencia a la captura me daría la posibilidad que quizás me enfrente cara a cara con él, y esa sería la primer y única vez que lo vería.
Un grupo de comando finalmente me arrestó, me golpearon un poco, me taparon la cara con una bolsa de nilón que olía a carne y sangre en descomposición, me subieron a un vehículo especial de las fuerzas de la paz, y en media hora me encontraba en una base militar. Parecía que estaba en la tierra, las montañas, el sol, por lo que comencé a dudar en aquellas coordenadas que ese extraño me había pasado, sabía que no debía confiar en él, pero aún cabía la posibilidad, una pequeña probabilidad de que me llevaran ante el Ente. Un grupo de soldados de no más de veinte años me hicieron sentar en un pequeño e incómodo banco mientras revisaban un montón de papeles e informes, al cabo de una media hora me sacaron las esposas electrónicas y me dijeron que sería trasladada al cuarto piso, y así lo hicieron, ocuparon un teletransportador para llegar más rápido, y en mí asombro, estábamos en el medio del mar.
Por lo que pude entender el lugar estaba dividido en cinco plantas, la base militar estaba ocupando la primera, mientras que en las profundidades se encontraban el resto de los pisos. A diferencia de los edificios que comúnmente existían en la tierra, aquí bajabas al cuarto piso, y subías al primero. Me dejaron esperando en una sala amplia completamente iluminada con una luz de un blanco intenso, el largo de aquel pasillo parecía inacabable, hasta que de lo lejos divisé una serie de figuras enanas que parecían acercarse a mí, hasta que finalmente estuvieron paradas a mi lado. Todas eran de baja estatura, con aspectos un poco grotescos que me hacían acordar a aquellas historias de duendes que habían quedado de la segunda era del mundo, aunque por el chip que traían al costado de la oreja pude darme cuenta que se trataban de robots. Ellos me guiaron hasta el fondo del pasillo, que a simple vista parecía tan eterno, lo recorrimos en apenas unos veinte pasos, y allí me dejaron frente a una gran puerta de acero, que parecía antigua por la cantidad de óxido que tenía acumulada, dándole un calor anaranjado, estaba al parecer labrada a mano, con simbologías extrañas que simulaban un bajorrelieve
Cómo las puertas de una casona antigua, aquellos armatostes de metal crujieron fuertemente al abrirse de par en par, mis ojos no alcanzaban a mirar, adentro todo era una absoluta oscuridad, y un silencio mortuorio lo invadía todo. Dudé un instante si entrar o no pero entendí que quizás algo, o alguien me estaba esperando del otro lado. Antes de dar los primeros pasos, confieso que me arrepentí cien veces de haber hecho todo esto, pero tenía en mis manos una posibilidad única y no podía huir como una mujer cobarde. Yo había sido parte del ejército y no podía darme el lujo de permitirme tal acto de deshonor. Cerré los ojos y di el primer paso
Entrar a aquel lugar fue una experiencia agradablemente perturbadora, se sentía como estar caminando sobre el vacío, o sobre el aire, daba la sensación de que estar allí era como estar en algún mundo desconocido, en otra dimensión diría yo. La única luz que cortaba esa oscuridad tan profunda era la luz blanca del salón donde había estado antes. Yo seguía caminando, teniendo la sensación de que en cualquier momento me precipitaría al vacío, o terminaría chocando contra algo, es esa misma sensación que te da cuando intentas caminar con los ojos cerrados por tu casa. De la nada aquella puerta de metal volvió a chirriar y se cerró, dejándome en una absoluta oscuridad.
No sabría precisar cuánto tiempo estuve allí sin moverme, en el silencio de aquella habitación, si se le puede llamar así. De vez en cuando tenía la sensación de que habían pasado horas, incluso días, pero a veces solamente parecían segundos. Tenía miedo, tanto que empecé a llorar, solo estaba yo y el silencio del lugar que hacía eco de mí llanto, de mí respiración agitada. Un frío envolvió mí cuerpo, sentí que una fuerza superior me levantaba a un metro de distancia del suelo, el ruido sordo de algún aparato sonando, y de la nada esa fuerza me soltó y caí al piso. De súbito una cegadora luz blanca me bañó completa, tuve que cerrar los ojos, creí por un instante que podría quedarme ciega, finalmente la intensidad bajó y pude abrir mis ojos, todo alrededor seguía oscuro, salvo por esa luz que me apuntaba solo a mí. Una abducción extraterrestre de seguro no era.
Era sabido que no se trataba de ningún ataque marciano, aquella luz solo estaba allí para iluminarse, di unos pasos al frente saliendo de su luminosidad y ella me siguió hacía donde estaba, un paso a la derecha y ella fue a seguirme también, mi inteligencia me dijo que podía usar esa luz para inspeccionar el lugar. Comencé a caminar tratando de ver dónde me encontraba, estuve un par de horas intentando buscar algún indicio de aquel lugar, pero no había nada, eso era imposible, no podía estar en una habitación que no tuviera paredes, ni tampoco límites aparentes, y así, de la nada, cinco ases de luz se encendieron de no sé dónde, revelando ante mi a cinco siluetas gigantescas, muchos más altas que aquellos gigantes bíblicos. Cinco sombras que estaban fijas, estáticas, observándome cuidadosamente, el miedo era intenso aunque quise contenerlo recordando mis propias palabras: «El Ente puede oler el miedo». Ninguna de esas cinco figuras emitió palabra, sonido o gesto alguno, y el silencio me ponía un poco incómoda, lo que me llevó a balbucear algunas frases. Lo primero que hice fue intentar saber si ellos eran el Ente, y las cinco figuras gigantes dijeron al unísono: «Nosotros somos la organización conocida como el Ente, somos los emisarios de la paz, del conocimiento y la verdad, somos el organismo más inteligente de todo el universo, que fustiga a aquellos que no siguen el camino recto de la paz, y que premia a los hacedores de la caridad, el amor, y la no violencia». Una sonrisa de alegría se me dibujó en la cara, por fin estaba frente a frente con el Ente. (En esta parte de la historia trataré de ser lo más detallada posible con respecto a la conversión que sostuve con ellos, y debo decir que sus palabras las recuerdo tal cual salieron de sus bocas).
—¿Qué intentan hacer con el planeta Tierra?— Les pregunté yendo directo al punto.
—¿Qué pretenden ustedes los humanos hacer con éste planeta? Les hemos regalado la vida en tranquilidad, les hemos brindado felicidad, amor, goce, para que luego terminen matándose los unos a los otros, arrancándose los ojos como cuervos, perdiendo el respeto hacia sus vecinos— Respondieron al unísono.
—Nosotros hemos aprendido de nuestros errores muchas veces...— Les dije sin titubear.
—Pobre e ingenua mujer, que fácil es engañarse a uno mismo, qué fácil es admitir un error pero no hacer nada para cambiarlo. Lo mismo debió haber pensado tu esposo cuando te engañó aquella vez, aún así tú creíste que él había cambiado, pero nunca sucedió. Si el hombre saca beneficio de la guerra, puede lamentarse mil veces por las muertes de los inocentes, pero nunca se lamentará de los beneficios que le otorgó la guerra— Hicieron una pausa— El mal es el peor camino, pero al hombre ordinario le gusta hacer daño, le gusta matar a sus hermanos, le apasiona hacer sufrir a sus enemigos, porque en la balanza de la vida sólo parece triunfar aquel que lastima a los demás.
—¡Malditos! ¡No pueden saber eso de mí! Además una guerra no se compara con la traición de un esposo a su amada— Grité con fuerza.
—Hum, recurrir al insulto es lo más básico que tienen, porque no saben hacer otra más que maldecir, y engañarse a ustedes mismos. Son débiles, indefensos, se creen los amos de algo que ni siquiera pueden poseer, no comprenden la verdad, y nunca estarán preparados para recibirla. Nosotros nos hemos encargado de mostrarles la verdad, pero sus ojos están ciegos de egoísmo, no quisieron ver, porque no vieron el amor de la caridad, y sí el dinero que se les daba por realizarla; porque no vieron el poder del amor, y en vez de eso descubrieron que era más fácil matarse los unos a los otros. Ustedes están condenados, ustedes firmaron el fin de sus días con sus manos manchadas de sangre, sangre inocente, de personas que no merecían morir— El tono de sus voces se notaba calmo, hablaban serenamente.
—Pero no todos somos así, algunos si pensamos en el bien de los demás— Dije tratando de convencerlos— Dennos otra oportunidad para poder hacer las cosas bien, y les prometo que así será.
—Tienes un espíritu fuerte mujer, pero eso no te será suficiente, nada puede detener lo que está a punto de venir, es el castigo que se merecen, porque…
—Pero podemos cambiar, solo dejen que lo intentemos— Agregué cortando sus palabras.
—Ya es demasiado tarde, durante miles de años hemos estado vigilándolos, velando por su seguridad, tratando de evitar lo inevitable. Les dimos todas las oportunidades posibles, les dimos el tiempo suficiente para que olvidaran sus errores, y por una vez en sus vidas hicieran las cosas bien, pero no son seres de confiar, no son lo suficientemente inteligentes como para avanzar. Nos han avergonzado durante años, nos han mentido, y deberán pagar por cada error cometido— Sus voces se volvieron más contundentes.
—¿Cuál es nuestro castigo?— Pregunté con miedo— ¿Nos mataran a todos? ¿Es que acaso no tienen piedad?— Agregué entre llantos.
—Su castigo ya está decidido, nosotros no mataremos a nadie, de eso se están encargando ustedes mismos… Nuestra piedad es infinita, pero no se puede hacer nada con aquellos que han visto la verdad y le han escupido en la cara. Por suerte nuestro Padre es demasiado piadoso y los ama con pasión, tanto que volvería a mandar a su hijo a esa cruz nuevamente con tal de salvar sus pellejos, pero debido a sus acciones y a la vergüenza que hoy le generan, les ha concedido siete años para arreglar todo esto, si no lo consiguen este planeta dejara de existir tal como lo conocen. Ve y diles a los demás seres mortales que el final se acerca, que olviden sus errores, o todos perecerán— Dijeron los cinco en un tono tajante.
—Antes de hablar mírense a ustedes mismos, han desaparecido a más de diez países, y vienen a hablarnos de paz, y de no violencia— Dije soltando una risa irónica.
—La violencia que nosotros usamos es de un modo ejemplificador. Ustedes los seres humanos no son más que criaturas indefensas, presas de sus propias ambiciones dañinas, un castigo justo puede hacerle a los niños aprender algo valioso, ustedes si juegan con fuego les daremos aún más fuego, si quieren guerra, les daremos aún más guerra, pero deben atenerse a las consecuencias, todo tiene un precio, y la desobediencia debe ser reprendida— Dijeron los cinco mientras se levantaban de sus asientos.
—Si pero ¿Nos van a dejar morir?... Por fav.. —Mis palabras se cortaron de golpe.
Esa fue toda la conversación y de la nada una luz cegadora me bañó, solo podía ver un gran halo blanco sobre mí, y de repente oscuridad, oscuridad plena, escucho a lo lejos gritos desesperados. Hay dos voces, una más gruesa como de hombre y otra más fina de mujer, oigo mí nombre entre aquéllos murmullos «Samanta, Samanta», de a poco comienzo a oír mejor, conozco esa voz tan gruesa, es mí esposo, reconocería su voz entre un millón. Trato de reaccionar pero no puedo, tengo pequeños flashbacks de algo que pareció tan irreal, siluetas negras con voces que me hablan al unísono, cruzan por mí mente de manera fugaz una madre llorando, un niño sin brazos, ejércitos que se movilizan con sus manos manchadas de rojo, y llevando consigo prisioneros, ahora esclavos, camiones que transportan armas, animales agonizando, flora natural muriendo, poca comida, poca agua, y… la voz de mí marido que resuena en cada rincón de mí cabeza, que me lleva hacía a él, y otras voces angelicales que al ritmo de ruidosas trompetas me anuncian que solamente quedan siete años, y la voz de mí esposo que me llama… que me llama a su lado.
Abro los ojos, la luz solar me ilumina la cara, no recuerdo muy bien donde estoy, hasta que de a poco me voy encontrando en el departamento de mi amiga, habían cambiando tanto, ella estaba más anciana, sus rastas eran blancas, su piel comenzaba a demostrar algunas arrugas, y mí marido que había sido un hombre tan apuesto, ahora estaba con sus cabellos largos medio canosos, y una barba tan larga y enmarañada, y yo tan desconcertada como envejecida, para darme cuenta que durante seis años estuve durmiendo, soñando con la destrucción, y quizás soñando con el Ente ¿Pero aquello había sido un sueño? Había parecido tan real, la página web, el email, las coordenadas, mí huida de los soldados de la paz, mí captura, aquellos robots tan raros similares a duendes en aquel salón blanco y grande, y aquella puerta tan oxidada con ese olor a metal, el lugar oscuro, el Ente… Dios mío ¿Todo había sido un sueño? ¿Todo había sido producto de mí imaginación? ¿Y qué había del mensaje? ¿Qué había de los sietes años antes de que el mundo muriera?, eso quería decir que solamente me quedaba un año para arreglar este planeta, y eso era algo absolutamente imposible.
De a poco mí marido, y mí amiga me fueron poniendo al tanto de las cosas que habían pasado en este tiempo que estuve «dormida», me contaron que el Clan Machete estuvo en conflicto con tropas españolas, lo que ocasionó la muerte de más de cinco mil civiles, el clan salió victorioso y ahora avanzaba en busca de más gente, por otro lado el Clan Katana había sido mutilado por los Berserkers, y el jefe Katana fue obligado a suicidarse como es costumbre en Asia. Mientras tanto, nuestra ciudad recibió un par de ataques, y el Ente permaneció en silencio como había pasado cuando China lanzó el misil, justo un mes antes de que yo despertara éste lanzó un explosivo haciendo desaparecer del mapa a Israel. Yo por mí parte me quedé un momento meditando aquello, la noche que esa torre voló el Ente había permanecido en silencio, solo podía significar una cosa y era que aquella organización se había estado comunicando con alguien más de forma telepática, y lo mismo había hecho conmigo, quizás no todo estaba perdido, quizás si más personas habían recibido su mensaje las cosas serían más fáciles de lo que pensaba.
Por mí parte les confesé lo que había vivido mientras estaba dormida, aunque para mí todo había pasado realmente, pero ellos me juraban que nunca había salido de esas cuatro paredes, y que nunca desperté de aquella noche en la que me dormí durante seis años. Pero en fin, ellos sabían todo y el mensaje que debía darle al mundo, aquel comunicado que podía solucionar las cosas, todavía tenía más suerte, aún el séptimo año no había comenzado, y a este le quedaban dos meses. En menos de dos semanas idee mí plan de acción, viajaría a varios puntos de este maravilloso planeta ,ahora en ruinas, y encontrar a aquellas personas que de seguro habían recibido el mismo mensaje que yo, para que juntos logremos detener el fin de nuestros tiempos. Era una misión arriesgada, estábamos un poco viejos pero teníamos el espíritu joven, y armados con fe, lograríamos sortear cada obstáculo que el destino nos pusiera.
A mediados de noviembre emprendimos el viaje, mí amiga decidió quedarse, este tipo de aventuras le daban mucho miedo, creo que fue por ese fallido viaje que hicimos una vez a Malasia dónde casi nos devoran una tribu de caníbales ancestrales, de igual manera yo a ella no le exigía venir conmigo, que haya sobrevivido junto a mí todos estos años de agonía, era para mi el mejor regalo. A la mañana bien temprano nos despedimos de ella, con cuatro besos en cada mejilla, como era tradición. Lloramos, nos abrazamos, reímos con algún chiste de los que ella siempre hacía, y finalmente nos prometimos volvernos a encontrar, en esta vida o en el más allá. Siempre la voy a extrañar (perdona que no pudo contener mí llanto, la quería tanto, y nuestra promesa aún sigue en pie).
Con un poco de comida, algunos litros de agua y el corazón palpitante partimos en un auto volador de cielo y mar, en busca de aquellas personas. Por dentro sentía una ansiedad mezclada con nervios, por fuera me sentía con ganas de vivir esta aventura, y me daba igual si el mundo se iba a acabar dentro de un año, lo importante era vivir, y saber que pasara lo que pasara mi marido me amaba, me amaba como la primera vez que nos vimos, y me hacía el amor como en aquellos viejos tiempos de juventud. Era una mujer de cincuenta años, con los huesos débiles pero con las hormonas de una joven de dieciocho años. La mezcla de adrenalina, y nervios era algo que excitaba demasiado, tanto que varias veces teníamos que frenar el auto para poder hacer el amor cada dos o tres horas Recuerdo alguna que otra vez bromear acerca de que si lo hacíamos tantas veces podría quedar embarazada, un chiste gracioso que nos mantuvo riéndonos durante un buen rato.
A parte de tener relaciones sexuales, parábamos para acampar, orinar, o defecar, comer algo, hidratarnos, y luego seguir adelante. De vez en cuando me preguntaba que estaría haciendo mí amiga, o que pensarían mis padres de todo esto, que sería de mí hermanito, seguro sería un viejo cascarrabias como siempre aseguraba que sería, tantos recuerdos de gente buena, de gente que nos han dado amor, alegrías, esperanzas, para luego morir y nunca ser reconocidas.
En fin, creo que ya conté demasiados detalles. En el viaje todo era tranquilo, las carreteras de lo bien que estaban eran limpias, a veces algún que otro árbol caído, o tal vez podías encontrarte con algunos esqueletos amarillentos de personas abandonadas por el tiempo, de vez en cuando se podían ver algunos caminantes que vagaban sin rumbo, tratando de encontrar alguna salvación para sus vidas. Muchas veces pensaba que la muerte era su única solución, y otras veces me sentía más piadosa y comprensiva, capaz de dar lo que sea por poder sacarlos de ese sufrimiento. Pero en este momento lo único que me importaba era nuestro rumbo directo a la parte norte de Estados Unidos, para encontrar a otra persona que haya vivido lo mismo que yo, y de no encontrar nada allí iríamos a Europa, y luego a Asia, las esperanzas estaban altas, y aquel cartel que nos daba la bienvenida a los Estados Unidos, nos hizo tragar saliva y cruzar los dedos.
Estados Unidos, un país tan poderoso en todo lo que fue la «Era Arcaica» y durante el tiempo que duró la paz mundial, ahora era solamente un cúmulo de pestes, sequía y muerte. La parte sur de este país estaba irreconocible, un inmenso desierto conformaba todo aquel árido paisaje, de vez en cuando asomaban algunas puntas que debieron haber pertenecido seguramente a edificios de increíbles alturas, los únicos que permanecían libres de cualquier contacto con la arena, eran los que se construían en el aire, los mismos se sostenían mediante un tubo macizo de concreto que contenía un ascensor que te permitía llegar hasta la punta del edificio. Habían sido una total innovación, ahora estaban completamente abandonados, el concreto agrietado, lo que me daba a entender que aquí no existía persona alguna desde hacia años.
Transitábamos tranquilos por aquel desierto, y de a poco se comenzaron a divisar los primeros edificios que no se encontraban enterrados bajo aquella arena amarillenta. La ciudad se abría paso frente a nosotros de una manera majestuosa, por fuera los edificios estaban en un estado menos deplorable, pero que apretaban cierto aire de estructura antigua. Un grupo de Soldados de la Paz nos detuvieron a unas cinco cuadras, consultaron nuestros datos y nos dejaron seguir avanzando.
Más adelante se abría lo que parecía ser un gigantesco centro comercial de más de cuatrocientos metros de altura, equipado con las más altas tecnologías, construido completamente en vidrio y metal. La gente iba y venía, entraba y salía, el cambio de aquel desierto a este lugar tan tecnológicamente avanzado daba la sensación de haber estado en dos mundos muy distintos entre sí. Decidimos finalmente dejar el auto estacionado e introducirnos en aquel lugar, no sabía si allí podría encontrar alguna pista de alguna otra persona que haya recibido el mensaje del Ente, pero lo iba a intentar; unos días antes de llegar a Estados Unidos, mí esposo me dijo que: «esta misión era como esquivar balas con los ojos cerrados», aunque tenía razón yo confiaba en mí instinto.
Entramos en aquel centro comercial y todo era lujos y comodidades, el problema empezaba a medida que ibas subiendo de pisos, cada vez los lujos se iban perdiendo y los pisos superiores los habitaban personas sin hogar, pobres diablos que no tenían ninguna esperanza de vida. Pero al llegar al piso cuarenta y cinco, una sensación, un presentimiento me dijo que allí moraba el otro ser humano que también había recibido el mensaje, otro aliado espiritual si se le podía llamar así, porque aquella comunicación con el Ente se sintió así, se sintió como un llamado espiritual, como cuando aquel ángel se le prestó a la Virgen María anunciando el nacimiento del hombre más importante de la historia, o como cuando la Virgen de Fátima se le apareció a aquellos adorables niños, anunciando sus visiones proféticas. Pues así se sintió la llamada del Ente, y eso que yo nunca fui una mujer creyente en la religión, o esas historias que parecen más que nada sacadas de un un cuento de fantasía, pero ahora sabía que la parte lógica no me funcionaría; pero si ese costado más relacionado a los sentimientos, a las percepciones que escapan de este mundo, y creía firmemente en esa sensación.
Tanto creía en él que mágicamente me guio por todo aquel piso hasta desembocar en un asqueroso departamento, sin puertas y con un hombre posiblemente sudafricano, que se reía de una forma desquiciada mientras veía una televisión apagada. Mí esposo no quiso creerme cuando le dije que aquella persona podía ser la que tanto estábamos buscando. Cuidadosamente y esquivando la basura que se encontraba apilada, al parecer durante meses (tal vez años), me acerqué a él y sus ojos negros se quedaron clavados en los míos, su mirada era profunda, no apartó sus ojos, ni si quera pestañeo, me dijo que sabía perfectamente que estaba haciendo yo ahí, que todo esto estaba planeado con antelación, que todo estaba perfectamente desarrollado desde el inicio del mundo, que no somos una casualidad, y que no podemos hacer nada por el hombre.
Le pregunté si el Ente se había comunicado con él de alguna forma, si había recibido el mensaje, y si había esperanzas de salvar a la humanidad, al escuchar esto río como un loco, más de lo que ya aparentaba, me dijo que estaba demente, que eso era imposible, que teníamos que pagar por nuestros errores de la peor forma posible, nosotros éramos los artífices de toda la maldad en este inmundo planeta, que si nos arrodillábamos ante el hombre Todopoderoso podríamos parar lo que estaba a punto de ocurrir, lo inevitable podría volverse evitable. Sus manos huesudas tomaron mí cara y comenzó a apretarme con mucha fuerza mientras gritaba, y en mí mente se desarrollaban pensamientos de muerte, destrucción, en alguna parte del mundo, o de lo que quedaba de él, una madre lloraba con sus hijos que estaban convertidos en unos sacos de piel y huesos, mientras que el hombre obligaba a otro hombre a cumplir con sus tareas de esclavitud, los ríos se teñían de rojo, las nubes se tornaban negras, los animales caían rendidos al suelo, y la Tierra se secaba y la vida nunca volvía a crecer.
Sus manos decrépitas y sucias me soltaron, y caí sentada al piso, mí mente estaba muy confundida, y aquel extraño demente de menara muy seria me dijo: «La única forma de salvar al hombre es que ellos se salven a si mismos, ya no quieren escuchar las palabras de paz, o las visiones proféticas. Si un hombre no puede hacer que otro hombre abra los ojos, debemos entonces dejar que aprendan por sí mismos, y si a las palabras de salvación ellos hacen oídos sordos, pues condenados serán los que han traído tanta maldad a este mundo. El castigo no es injusto, es merecido» y así de la nada volvió a mirar su televisor apagada, pero ya no reía como un desquiciado.
Salí de allí con una sola idea, no quería que de ninguna manera todo lo malo acabase con esta mundo, necesitaba hacer esto con o sin la ayuda de aquel loco, por lo menos podía contar con la ayuda de mí marido, él era la única persona en la que podía confiar y que nunca me traicionaría, por eso décimos ponernos manos a la obra, trazando una línea de recorridos alrededor del mundo para reunirme con los jefes de clanes de guerra, con los jefes de las organizaciones de extrema derecha, y los de ultraizquierda, necesitaba negociar la paz, necesitaba poder darle a tantos inocentes la posibilidad de ver que podíamos crear un mundo mejor, y mi corazón estaba hinchado de esperanza.
Nuestro primer destino fue España, el lugar se mantenía en condiciones un poco mejores comparado a otros lados, como por ejemplo los edificios permanecían en perfecto estado, las tiendas, negocios, autos, todo estaba excelente, pero la gente era rara, de vez en cuando algún pequeño niño aparecía por las polvorientas calles, cargando en su cuerpo las consecuencias de los tan altos niveles de radiación. Las mutaciones más comunes eran de un crecimiento desmedido de la cabeza, llegando a equiparar al tamaño del cuerpo, y morían por no resistir semejante peso, otros nacían con inmensas protuberancias en sus cuerpos, a veces con huesos frágiles que se quebraban con tan solo una caricia, las deformaciones eran de lo peor, y estas atacaban también a las personas adultas.
¿Pero por qué también a adultos? El problema reside especialmente en las expediciones en busca de oro, plata, y otros metales ricos que se vendían de forma ilegal, lo más importante de todo esto no es la ilegalidad de los hechos, sino que para buscar estos metales preciosos, debían de zambullirse en aquellos terrenos donde antes había estado un país. Debido a la caída de la ojiva nuclear, había que esperar mil años hasta que esa tierra estuviera libres de agentes contaminantes, sin embargo la codicia de estas personas, y el apuro en las búsquedas, los llevaba a adentrarse en esos terrenos radioactivos, y sin ninguna protección que los mantuviera alejado de aquellos gases.
Para extraer aquellos metales, se realizaban excavación de no más de cincuenta metros, con herramientas de minería, era un trabajo pesado que si salía bien podías volver a tu casa en dos días, y si la suerte no estaba de tu lado, posiblemente volverías a ver a tu familia dentro de un mes. Lo interesante de esa actividad, que no era la posibilidad de que sufrieras una mutación o que tus hijos nacieran con algún problema, eso por supuesto que no, sino que en estos países devastados dónde solo quedaban polvo, las historias y leyendas rondaban de boca en boca. Durante nuestra estadía en España, una semana, nos contaron cosas increíbles, sobre seres sobrenaturales que salían de las entrañas de la tierra, incluso animales que nunca antes el ojo humano había visto, y que incluso muchos «Cazadores de Tesoros», se habían enfrentado en combate cuerpo a cuerpo, algunos perdiendo la vida, y otros logrando poder salvar sus traseros para después tener una historia con la cual entretener a sus nietos, cuando estos ya sean unos viejos decrépitos.
Las historias que más me encantaban eran al de los «Terramorfos», supuestas criaturas monstruosas de unos tres metros de alto, parecidos a los antiguos gigantes, estos en cambio estaban hechos de arena, pero con una forma similar a la de los humanos, eran pacíficos y raramente atacaban a los hombres, salvo que estos los atacasen a ellos, obligándolos a actuar en defensa propia. Muy pocos Cazadores de Tesoros tenían la posibilidad de verlos, ya que vivían en tierras lejanas, donde se decían que moraban en grandes castillos de arena, pero a mí entender, no eran más que una simple leyenda.
De todas formas, no todo era leyendas, la misión seguía en marcha, y mí plan era ir a ver al jefe de guerra de la zona, que desde hacía unos días junto a sus tropas arrasaba pequeños poblados en las regiones de Taiwán y Malasia, matando a hombres y niños, a las mujeres las tomaban cautivas para los «Campos de Bebés». Dado que el Ente había prohibido el nacimiento de bebés hasta nuevo aviso, ignorando a los natalistas, que dicho sea de paso, nunca dijeron más nada, estos grupos se encargaban de reproducir niños que luego engrosarían sus filas.
El jefe de guerra, un hombre de aspecto rudo, de una contextura física un poco venida a menos, tenía una cara llena de tajos, y una voz muy gruesa, era un defensor del nacimiento de los bebés y odiaba a aquellos que diseminaban las ideas antinatalistas, amaba el nacimiento de la nueva vida, porque afirmaba que «en un futuro necesitaríamos más hombres para pelear en el frente».
En estos campos de bebés, los soldados se encargaban de embarazar a las prisioneras, una vez que daban a luz, eran retenidos y alimentados con leche materna que se ordeñaba de los mismos senos de las mujeres cautivas, hasta el momento habían nacido dieciocho niños.
Nos hizo sentar en el interior de una rudimentaria carpa, rodeado de un par de soldados, todos bien equipados con armas de alto calibre, dos pistolas a cada lado, un par de cuchillos, cinturones de balas, y las caras pintadas. Había escuchado que la pintura facial era también una forma de diferenciar diferentes agrupaciones de guerra. El jefe de aquella organización encendió un cigarrillo y comenzamos a hablar.
Le comenté del motivo por el que venía, que estaba buscando una forma de negociar la paz y volver a aquellos tiempos donde todos éramos felices, para evitar que el mundo cayera en una devastación total, y por último le confesé lo del Ente, y lo que me habían dicho. Traté de ser lo más clara posible para que me diera la posibilidad de poder traer un poco de esperanza al mundo. Aquel hombre tomó unos minutos de silencio y dijo (lo reproduzco textual):
—Nosotros lo que más queremos es la paz, pero los tiempos que corren exigen que la vida sea dura y que mantengamos a raya a aquellos que pisotean nuestros derechos, me importa muy poco lo que Ente le haya comunicado a usted, le recomiendo sinceramente que no intente detener aquello que es inevitable. Dígale al Ente que en cualquier momento se anunciará su caída, nos habla de misericordia pero él no tuvo ni la mínima consideración con aquellos países que ahora son solamente un pedazo de tierra seca, nunca le importamos, nunca fuimos de su interés, la paz solo trajo guerra, y la guerra destrucción, y la destrucción el final de nosotros, y si ese final se acerca al terminar este año, debemos estar contentos de que la muerte traerá alivio a todo aquel que ha sufrido. Ahora les recomiendo que se vayan y déjense de idioteces, no podemos soñar despiertos cuando la realidad nos golpea con fuerza.
Salí de allí cargada de una impotencia tan grande, no podía creerlo, estaba enfurecida, sentía que lo que estaba haciendo no tenía sentido, pero todavía tenía alguna esperanza, había más gente a la cual llevarle mí mensaje y que quizás podrían escucharme. El siguiente destino fue la India, donde nos recibieron de manera amable pero resultó ser lo mismo, me rechazaron nuevamente, el siguiente destino fue Corea del Norte, pero también rechazaron mí pedido de unión por la paz. De allí volvimos para abajo a América Latina, nos recibieron muy bien, pero allí el pedido de paz era algo sumamente impensado, por lo que el próximo lugar fue la parte de Rusia qué había quedado sana luego del bombardeo, pero no era una zona segura, los robos, las matanzas a civiles, y la guerrillas organizadas azotaban todo a su paso, pero sabía que debía continuar con esta misión sabía que debía detener la inminente catástrofe y necesitaba actuar pronto.
Había dialogado mediante lo que se conocía como mensajes cifrados, o más bien mensajes en código con algún miembro de estas organizaciones guerrilleras, un pequeño truco heredado de mis años en el servicio militar. Aquel general había accedido a verme en un punto específico, en un pequeño pueblo, o más bien valle desierto, alejados de cualquier posible interrupción, y allí con el sol saliendo detrás de las colinas nos reunimos con aquellos soldados.
Cómo siempre empecé con mi discurso de paz, tratando de agregarle a mis palabras de pacificación nuevas frases, para ver si así podía lograr que ellos me escucharan, pero eso no funcionó. Algo salió mal y pasaré a describir la situación en tres actos :
Primero, aquel jefe reaccionó solamente con risas al pedido de paz, quizás no debí insistirle tanto, o tal vez estaba tan cegado por la violencia que la paz le hacía gracia, le parecía quizás un chiste bueno de contar. Eso no lo entendí, el muy maldito se había reído en nuestra cara, se había burlado de mi al contarle aquella historia con el Ente, y como toda agrupación guerrillera querían la caída de la organización, y no iban a parar hasta lograrlo.
Segundo, sus hombres obedecieron alguna orden que él dijo en ruso, repentinamente nos tenían de rehenes, y estábamos viajando en un camión militar hacia quién sabe dónde. Cada vez perdía las esperanzas de todo, me sentía mal, todo había fracasado, le había fallado al Ente, le había fallado a la humanidad. Todas las formas de paz habían quedado olvidadas, y solo teníamos la opción cómoda de esperar el final.
Tercero, nos encerraron en unas pequeñas celdas separados los unos de los otros, nos tenían como perros. Me dieron un poco de comida con un hedor similar al vómito, seguramente estaba hecha de cosas de mar… Cosas de mar en descomposición, y para tomar me sirvieron una bebida que era horrible, seguramente algún vodka o algo similar, y allí estuvimos un día y medio.
Nos soltaron al atardecer del día siguiente, según tengo entendido estuvieron averiguando nuestros antecedentes, estábamos limpios, pero sabía que esto no se iba a quedar así. Nos condujeron a otro lugar, el camión militar se movía tan lento que nos daba la sensación de que nunca avanzábamos, pero finalmente llegamos a destino. Estábamos en la cima de una montaña nevada, un lugar secreto, posiblemente una base, a partir de allí supe que nada sería como antes.
A los gritos, y a punta de pistola nos obligaron a arrodillarnos, dándoles la espalda, un ruso calvo de unos dos metros de altura, extrajo de su funda un poderoso cuchillo, la hoja emitía un brillo incandescente cuando el sol se reflejaba sobre ella. Tomó a mi marido por el pelo y le colocó aquella arma blanca justo sobre el cuello, atrás de la barba. Mis gritos, lágrimas y súplicas no hicieron más que esfumarse en el viento, y como un carnicero profesional el cuchillo se deslizó de manera perfecta sobre el cuello de mi esposo, la sangre brotó y sus ojos hicieron el último esfuerzo por mirarme… Siento… Siento que en aquella mirada me lo dijo todo, en aquellos ojos color miel se notaba el amor que me tenía, me estaba diciendo que me amaba por una última vez.
No había forma de apagar mí llanto, y quizás ahora pienses que lo estoy diciendo muy tranquila, pero por dentro estoy sufriendo, puedo sentir que estoy muerta, ya no hay manera que me conmueva a la hora de hablar de la muerte de mis seres queridos. Hoy ya soy una anciana que vivió lo suficiente como para ver a todos sus seres amados morir, caer bajo las manos de los hombres, las manos de nuestra propia raza, y no podía ni puedo entender cómo llegamos a este punto. En este momento me encuentro con todos estos recuerdos que te estoy confesando, y con un dolor en el alma que no me lo cura nadie, por suerte el tiempo que llevo en esta nave me sirvió para hacer un poco de reflexión, y dejarles un mensaje a todos aquellos que lo estén escuchando.
Perdona otra vez si me enredo en mis propias palabras, recordar la muerte de un esposo no es tarea fácil, pero seguro te preguntaras qué fue de mí, la verdad que quiero obviar algunos detalles, pero con solo decir que fue golpeada por manos de hombres que no tuvieron ni siquiera un ápice de sentimientos, y casi, solo casi fui abusada de manera sexual, mediante penetración, si no fuera por aquel… milagro, si es que entra en esa categoría.
Procedo a contarte aquel incidente que salvó mí vida. En el momento en el que estaba a punto de ser penetrada la tierra tembló, tembló tan fuerte que los árboles se agitaron y las pocas aves que allí moraban se alzaron el vuelo despavoridas, los rusos no sabían qué hacer, y comenzaron a retroceder, yo trate de pararme pero era una tarea muy difícil, el temblor de la tierra era similar a un sismo pero de una amplitud que nunca se había vivido antes, una amplitud que era imposible de medir en la escala, y de la nada la tierra se calmó, el silencio fue de cementerio, hasta que un sonido similar a un estruendo lo quebró. Parecía el sonido de una trompeta pero amplificado al mil por ciento, increíblemente ensordecedor, y al compás de este ruido las nubes parecían abrirse como cuando se sopla el polvo sobre una superficie. Eso me llamó la atención, y a la vez me asustó. De golpe otra vez el silencio.
Ante los ojos de los rusos, los míos, y calculo que los del mundo entero, el cielo se abrió ante nosotros, una luz blanca intensa cegó nuestros ojos, y desde aquella luz descendieron mágicamente, levitando, con sus vestiduras que flotaban de una forma mágica cinco seres, eran cinco ángeles con sus largas alas blancas que se batían con una majestuosa elegancia, eran cinco gigantes legendarios, eran el Ente.
Las lágrimas de emoción que caían por mis mejillas estallaron más aún cuando el cuerpo de mí marido que yacía muerto en un charco de sangre, comenzó a levantarse y a ascender hacía el cielo, solo allí me quedé tranquila, porque sabía que estaría a salvo. Toda esta escena había paralizado de súbito al mundo, parecía que la Tierra se había detenido por completo, pero sabía que ellos no habían venido solamente a llevarse el cuerpo de mí marido, estaban aquí por algo más, y eso estaba a punto de suceder. Su mensaje esta vez sería escuchado por el mundo entero.
Las caras de asombro de los rusos eran impagables, y a la vez me imaginaba la cara de todas las personas alrededor del mundo, contemplando de forma atónita aquella hermosa aparición— seguramente los medios de comunicación existentes estarían pendientes de la situación, desesperados por informar todo lo sucedido—, lástima que los medios habían decaído demasiado, los televisores estaban desapareciendo, las radios casi eran imposibles de conseguir, me atrevo a decir que muy pocas personas tenían en sus manos algunos de estos aparatos eléctricos. Y con los medios en papel era otra historia, ya nadie consumía papel, ni siquiera el papel higiénico, o así las servilletas de cocina. Pero sea cual sea el medio, todos tratarían de poder cubrir esta noticia. Pero a decir verdad solamente bastaba con mirar al cielo, que la figura del Ente estaba allí presente, en cada país, en cada lugar, en cada rincón del mundo, brillando con sus alas relucientes, altivos en aquel cielo completamente despejado.
Lo que voy a decir a continuación es el discurso que el Ente dio, es más bien una especie de carta un poco extensa, con un mensaje no tan alentador, trataré de hacer las cosas más claras y concisas posible, ya que el Ente estuvo alrededor cinco horas hablando, cinco horas que no fueron para nada eternas debo decir.
Pues sin más aquí te narro el mensaje, y quiero que escuches, que esto quede registrado en tu memoria, para que la eterna historia de nuestras miserables vidas no se repita nunca más. (Daría lo que fuera para que el mundo volviera a la vida, de todos modos mí visión de las cosas no importa, sus palabras tan claras son más vitales que las mías). Aquí te transcribo lo que ellos nos dijeron, sus palabras tan sabias y a la vez crueles, afirmando la destrucción total.
«Hoy estamos aquí ante todos ustedes con un mensaje de desaliento para los seres humanos, a los que durante tantos años hemos amado, ahora deberán afrontar la situación. Su final está cerca, la Tierra los devorará para siempre. Fueron muchas generaciones, y siglos en los que nos hemos mantenido ocupados velando por su seguridad, nos hemos decepcionando cada vez más, y nos fuimos dando cuenta de que finalmente el castigo debía llegar, no se podía retrasar más; les dimos la paz mundial, les dimos amor, felicidad, goce, pero no pueden ustedes desprenderse de las raíces violentas que tanto los arraigan a esa vida pasada, a esa época cavernaria dónde todo giraba bajo el mando de la crueldad, y la mano dura de los autoproclamados dictadores. La corrupción corría por las venas de ustedes, y aún así son tan ciegos que no ven la verdad, que no valoran la vida, que no respetan a sus vecinos. Ustedes, en pocas palabras son, y serán los encargados de cavar las fosas dónde sus cadáveres yacerán podridos, entre larvas y gusanos, dormirán para siempre con la conciencia sucia por las consecuencias de su actos.
«No tendremos piedad, no nos temblará la mano a la hora de castigarlos, nuestros enviados internaron hacer hasta lo imposible por evitar este día, y solamente han recibido su desprecio. Dentro de cuatro meses ningún hombre, mujer, niño, animal, planta, quedará en pie, todo será arrasado, no tendrán lugar donde esconderse, huir no les servida de mucho, el planeta morirá y ya nada crecerá por millones, y millones de años.
«Aunque lloren, aunque se arrepientan, nada será posible para evitar lo que estaba escrito desde el comienzo de su existencia como raza. Pero, como somos seres de bien, el mundo dará señales y ustedes sabrán que el final está llegando, serán siete las advertencias, estás son:
«I)-Los niños del mundo, los recién nacidos y los que no, como así también los animales sanos y enfermos, serán entregados al cielo para darles una salvación justa por su inocencia perdida, y sus malos tratos por parte de ustedes. Morirán antes de que todo termine. No sé preocupen, no sufrirán, ni sentirán dolor, dormirán eternamente bajo nuestro cobijo.
II)-El cielo temblará y escupirá fuego. No se asusten porque el látigo sagrado pasará quemando todo a su paso, convirtiendo en cenizas los campos, las casas, los edificios, cualquier construcción será derribada, incluido aquellas personas que crucen ante el fuego.
III)-La Tierra se abrirá y se harán agujeros increíblemente gigantes que absorberán toda el agua del planeta. De a poco la tierra se resquebrajará, no habrá agua en ninguna de sus formas, no habrán más lluvias en la Tierra .
V)-El sol desparecerá y la oscuridad será eterna. No funcionará la electricidad, ni las velas, ni linternas, las pantallas de sus celulares se pagarán para siempre, vivirán en la noche eterna.
VI)-El frío del invierno será tan crudo que morirán congelados. Sus órganos se enfriaran, sangrarán por la nariz al internar respirar el gélido aire, sus pulmones colapsaran.
VII)-Para este punto ya no quedará ser con vida, y la Tierra será solamente un grano de polvo en la inmensidad del espacio. Nadie, nunca jamás podrá sembrar vida en este planeta, hasta que finalmente se extinguirá para quedar en el olvido.
«Aquí hemos lanzado nuestras señales que no tardarán en suceder, estén tranquilos, no le teman a la muerte, y sepan que esto es solo el precio de sus acciones, ya es tarde para pedir salvación, y ya es tarde para que nuestro poder divino pueda salvarlos. Esta es también una decisión de nuestro Padre, que muy apenado por sus acciones, ha vuelto a hacer cargar a su hijo aquella corona del sufrimiento. Besen a sus hijos por última vez, abracen a sus padres, a sus seres queridos, y despídanse de ellos para toda la eternidad.
«No intenten cometer suicidio, pues sus almas no serán elevadas en salvación hacía el infinito y basto universo, sino que se quedarán atrapadas en algún lugar que nosotros, los seres celestiales hemos denominado «El Santuario de Efraín», en nombre de aquel profeta que una vez confesó al mundo el sueño de paz mundial, pero que después de practicar el sexo impuro con aquellos niños ardió en la Pira Santa, y su alma fue entregada a Efraín, el ser mitad demonio, mitad hombre que se alimenta de la maldad, y que de seguro estará contento de saborear la sangre nueva.
«Ya podemos sentir el miedo en sus venas, sus mentes se llenan de ideas de pánico y terror, sepan pues que el castigo divino no llegó de la mano de nuestro Padre, su dios, sino que ustedes mismos, en plena facultad de conocimiento de sus actos, y con el uso tan barbárico se la razón, se encargaron de destruir el mundo. Que la culpa haga latir sus corazones, y el arrepentimiento se les haga un nudo en la garganta. Cómo única muestra de nuestro aprecio por ustedes, solo les diremos que los hemos amado lo suficiente como para dejarlos ir, y para que la condena sea pagada. A partir de ahora los siete sucesos mencionados se empezarán a cumplir después de la media noche, estén preparados».
Y así como el Ente apareció, también se esfumó, desvaneciéndose en el cielo como si de una visión holográfica se tratase, y en cuanto quise darme cuenta estaba sola en aquel lugar, los rusos habían temblado de miedo, y salieron despavoridos a buscar algún refugio, por mí parte tenía que volver a la ciudad, tenía que ir en busca de mi amiga, saber si estaba bien, la nave militar sería mí medio de transporte.
Me subí a ella, sabía pilotearla, el modelo ruso era algo similar al modelo de naves lanzados por el ejército del cual yo formaba parte, así que no me fue tan difícil maniobrarla. Con el GPS encendido, emprendí el viaje de regreso a casa, con las esperanzas por el piso, pero sabían que había dado lo mejor de mi para cumplir con la orden del Ente, con la orden de aquellos ángeles tan hermosos.
Me daba curiosidad saber que sintió la gente al ver aquello, supongo que miedo, pues es la primera vez que algo así se revelaba, o bueno quizás hubo alguna que otra aparición del Ente muchos antes de ser lo que hoy es, solamente que la gente en tiempos atrás no estaba preparada para ver, y oír, preferían ignorarlo, y al no darle importancia a aquellos detalles, esos pequeños sucesos que nos daban a entender que las cosas no iban bien, minimizábamos el problema, para volverlo insignificante, y así reírnos quizás de las locuras de un mendigo al sostener un cartel con un mensaje apocalíptico, o del desquiciado que gritaba a viva voz en la plaza del pueblo, que el fin estaba cerca, que había recibo un mensaje de los ángeles, del Ente para ser más exactos.
En fin, tantas señales para finalmente terminar de la peor manera, «no hay peor ciego que aquel que no quiere ver» solían decir algunos viejos sabios de la era pasada, pero eso ya no importaba, ahora solo quedaba esperar a que se cumplieran las señales. Mientras, yo me encontraba rumbo a mí ciudad, rumbo a mí hogar, también dispuesta a recibir el final que nos sería repartido en partes iguales. Por suerte el piloto automático de la nave me permitía poder llorar mientas ésta se conducía sola sobre las desiertas y ampolladas tierras.
¿Qué por qué lloraba? Por el mundo, por la situación, porque había gente demasiado buena que no merecía ese final, personas que daban su vida por la caridad, por ayudar a otros, y todos teníamos que pagar por el mismo plato roto, que no todos rompimos, pero no podía hacer más nada, era lo que tocaba y tenía que aceptarlo de todas formas.
Las horas pasaban lentas, en aquella nave que de una manera pesada avanzaba a una velocidad de tortuga, dándome la posibilidad de poder observar detalladamente los diversos paisajes que me iba encontrando al andar. Podía pasar de un bosque nevado, a una ciudad desierta, lo que si notaba era que la gente de aquellos lugares se mantenía oculta. Al principio pensé que se trataba del miedo al camión militar, pero luego me di cuenta que ya estaba empezando a anochecer y se estaría por cumplir la primera señal dada por Ente, un escalofrío recorrió mí cuerpo, por solo pensar en el sufrimiento de los cientos de padres y madres alrededor del globo.
Y lo menos esperado llegó, cuando el reloj de la nave anunció la media noche, el cielo ennegrecido se iluminó con ases de luz que descendían a la Tierra, de inmediato algo golpeó mí cara, una luz que venía de allá arriba me bañó completa, la nave se detuvo, pero yo sabía que era algo imposible, a no ser que estuviera embarazada, porque mí vientre parecía estallar, y una luz salió de mí estómago, un pequeño espíritu de un bebé que estaba empezando a formarse se elevó junto a la luz, luego de eso me desmayé. Al despertar no sabía si lo ocurrido a la noche había sido real ¿De verdad estaba embarazada? ¿Acaso había podido tener vida dentro de mí? De pronto el llanto, la ira, todos aquellos pensamientos me golpearon de lleno en la cara, estaba embarazada de mí marido, con el trabajo de años de estar buscando y buscando, pero la sensación que reinaba en mí era comparable con la idea de saber que te han arrebatado una parte ti, y que ya no volverás a verla, nunca más. Comprendía por primeras vez lo que siente una mujer que ha perdido a su bebé, se siente tan horrible, pero sabía que el Ente estaba actuando bien, mi hijo, mi bebé, no iba a nacer en este mundo, ni en ninguno a decir verdad, pero nada era mejor que la muerte.
Después de asimilar lo transcurrido aquella noche, y luego de haber comido un poco de galletas de avena, y tomar algo de Bluewater, una botella que encontré de milagro en una caja de balas sobre una ametralladora, dormí un rato. Te comento de paso que tener una botella de estas bebidas entre tus manos era como encontrar agua en el desierto, desde hacia un par de años estaban desaparecidas, las fábricas se habían declarado en bancarrota, la escases de agua, y la contaminación que esta tenía, dificultaba mucho la producción de la tan deliciosa agua azul.
Después de dos semanas de viaje intenso, llegue a la ciudad, estaba completamente irreconocible, los Berserkers la habían arrasado, los cuerpos de muchas personas estaban tirados en el piso, mí corazón en ese momento temió por la vida de mí amiga, por lo que detuve la nave y corrí hacía su casa. Sabía que estaba a unas ocho cuadras, más dos a la derecha y finalmente ante mí se mostraba el jardín tan amplio que tenía, durante esa caminata no podía dejar de pensar en la vida de mí amiga. Me acerqué a la puerta, y espere antes de abrir.
La casa estaba desordenada, todo tirado, hasta que veo que desde una puerta subterránea ella salía impecable como siempre, al verme rompió en llanto, su abrazo fue tan intenso, tan cargado de amor, que podíamos estar aferradas toda una eternidad, de no ser por los gritos desesperados de la gente, que desde la ventana, empezaban a correr desesperados. Para develar dudas salimos al balcón, y vimos una oleada de Berserkers que volvían a atacar de nuevo, quizás porque sabían que había más sobrevivientes, o porque querían adelantar nuestra muerte antes del final.
Le dije a mí amiga que tomara algunas cosas, que tenía que abandonar aquella casa y tratáramos de huir, en ese momento me lamenté mucho haber dejado a diez cuadras la nave militar, pero de seguro algún otro vehículo encontraríamos. Salimos por la puerta de atrás que desembocaba frente un moderno museo de arte, al lado estaba el banco, y lo que le seguían eran un grupo de casas, a la vuelta existía una concesionaria, seguramente podíamos obtener algún vehículo de allí, y así fue como lo hicimos, pero no llegamos lejos, doblando la esquina aquellas bestias nos venían pisando los talones, nos arrojaban piedras y una de ellas me hirió en la pierna, caí de bruces al tiempo que mí amiga rompía el vidrio de la concesionaria con un pedazo de concreto, pero no llegamos a nada, los Berserkers pronto estuvieron frente a nosotras.
Como en una fila india nos llevaron junto a un grupo de diez hombres y mujeres atados de las manos, depositándonos sobre una inmensa roca, no sabíamos que sería de nosotros, que nos esperaba, hasta que la primera víctima cayó decapitada, la sangre era drenada en una copa y después bebida por el que parecía ser el jefe, un hombre bastante obeso, vestido con piles de lobos, y adornado con collares de dientes, y cuernos.
Continuará...