sábado, 17 de junio de 2023

26 AÑOS DE VIDA: 1997 - 2023

 26 AÑOS DE REFELXIÓN


MI CUMPLEAÑOS FELIZ  


Por...MARK
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A mi mismo, a mi familia, a mi novia y 
las personas que me conocen.

    No sé, solo me despierto y la «cosa» ya está allí, parada sobre mi vientre, mirándome encorvada sobre su estómago, relamiéndose las manos, con los ojos bien abiertos y la boca que esboza una sonrisa maquiavélica. Como cada mañana me da los buenos días asintiendo con la cabeza, se hace a un lado para que yo pueda levantarme, curiosamente trata con sumo cuidado de no despertar a mi novia. De allí me persigue hasta el baño, me ve orinar, mientras se posiciona casi a mi lado, sentado sobre el bidet. Puedo sentir su respiración molesta, que emite un pequeño silbido que realmente me saca de quicio. Luego me sigue hasta el comedor, ve como pongo a calentar la pava y preparo el mate. Mientras la pava hierve él me mira, se sienta del otro lado de la mesa, estamos enfrentados. La pava hierve, vierto el líquido caliente en el termo, el sigue ahí, examinándolo todo. Me siento, tomo mates en silencio, mientras el ser no aparta sus ojos de mí, ya es algo que no me incomoda, me acostumbré a ver su rostro después de tanto tiempo. Le ofrezco un mate para que no se sienta excluido, no le pongo azúcar porque sé que lo quiere amargo, no me extraña, hace juego con su aburrido estilo de vida.

    No recuerdo muy bien cuando fue la primera vez que esa monstruosidad se apegó a mí, al principio, la primera vez que la vi, me dio miedo— el primer contacto es siempre el peor—. Debí de haber tenido unos quince años, con una adolescencia rodeada de bullying, problemas con los padres, miedos y ansiedades. Recuerdo que un día lo vi ahí, sentado al pie de mi cama, como ésta mañana, me miraba, era aun un pequeñuelo, pero igual me daba miedo, su aspecto verdoso, sus ojos rojos, esa piel rugosa y viscosa, sus manos huesudas que se las relame constantemente, un vicio que no se le quita. No sé porque lo dejé acostarse a mi lado, le hice una seña y el vino como un perro tímido, pero prefirió acostarse sobre mi vientre, allí se puso cómodo y se quedó para siempre, o al menos eso creo, ya que no he conseguido la fórmula para que se vaya. Suelo mitigarlo y mantenerlo a raya con algún producto químico hecho en laboratorio que me recetó algún médico, pero cada dos por tres lo tengo aferrado a mí. De todas formas, hay algo de ternura y compasión cada vez que lo veo, como que mi mente cree que no voy a poder vivir sin él, tantos años acompañándome, tanto tiempo compartido en nuestra soledad, sin hablar, sin gesticular, solo mirándonos, esperando a que el tiempo pase.

    Con el ir y venir de los años nos hemos hecho muy buenos amigos, si bien hay momentos en los que se torna un poco pesado, ya que no puedo  ir a ningún lado sin llevarlo, si lo intento es tanto el agobio que debo marcharme del lugar en el que esté, porque de alguna manera (y odio tener que decirlo) lo necesito. De igual forma no sé el verdadero por qué de llegar a necesitarlo, la gente me dice que lo abandone, que lo deje marchar a su suerte, «a la buena de Dios» como dice mi abuela, creo que si Dios lo viera no lo querría, es un Diablo salido de los más profundos infiernos, es un tormento para mí, pero a veces eterno placer, ya que suele ser el motivo de mis excusas para evitar la angustiosa idea de tener que relacionarme con otros humanos. Pero, también he visto a otras personas cargar con alguien parecido al bicho que yo llevo, lo veo en mi padre, por ejemplo, lo veo en uno de mis amigos, lo veo en personas cercanas y no tan cercanas, pobres almas, también las entiendo, así como Cristo cargó la cruz, nosotros también tenemos la propia, pero más pesada, con forma de pesadilla, como un ser que nos chupa el alma.

    Mi novia tiene el suyo propio, no se lleva bien con el mío, por ahí pelean, y es difícil prevenir los roces, pero eso no evita que nos amemos, porque es en ese momento donde nos amamos, cuando descubrimos lo que verdaderamente somos, y nos olvidamos de esos demonios que están atrás nuestro. El de mi padre es una «cosa» distinta, es más viejo, más pesado, más duro, tiene marcas de lucha porque han peleado con mi padre, porque éste quería liberarse de él, pero no se pudo, ahora se rindió y ahí andan caminando juntos como dos amigos que se conocen de toda la vida, pero que sus egos y envidias cada tanto los separa.

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    Ya son las seis y media de la mañana, tengo que llamar a mi novia, no vaya a ser que llegue tarde al trabajo, le hago una seña a aquella «cosa» para que me siga, con un andar pesado va detrás mío.  Mi novia se levanta, su «cosa» también. El café ya está servido, sale afuera, mientras el café es digerido enciende un cigarrillo para empezar el día, una forma interesante de acallar el ser que se posiciona sobre sus espaldas. El humo del tabaco lo idiotiza, baja sus niveles de intensidad, así puede proseguir su marcha. Yo no hago eso, dependo de unos medicamentos que tienen la intención de cambiar mi vida.

   Salimos de casa, hacemos el mismo recorrido, la mañana está fresca. La acompaño como todos los días al trabajo, entre bostezos y risas la dejo a una media cuadra de su destino. La miro llegar a la puerta de su trabajo, y me giro, allí está la cosa mirándome, tiritando de frío, saco un pañuelo y le limpio los mocos, lo tomo de la mano y emprendemos el camino a casa, mientras escuchamos el bullicio de la ciudad que empieza a despertarse. Al caminar dos cuadras, por detrás de nosotros empiezan a asomar los primeros rayos de sol, sonrío sin soltarlo. Finalmente estamos ya en casa, solos los dos otra vez.

   Cuando vuelvo a casa luego de acompañar mi novia, me siento a continuar con mi ronda de mates, él se vuelve a sentar enfrentado a mí ( es un desafiante nato), y para no hacerle caso me distraigo navegando horas por YouTube, o dibujando, quizás tal vez escribiendo. Por momentos subo la música porque el silencio me penetra el alma como una daga afilada, por más que no hable (y que bendición que haya sido creado sin esa capacidad), me termina torturando, porque me da libertad, libertad de pensar, y de tanto pensar empiezo a sobrepensar, y a repensar las cosas, a tal punto que el dolor de cabeza es tal que necesito acostarme, para que él se suba como siempre a mi vientre, hasta que me levanto para repetir todo de nuevo.

   Alguna que otra vez me pregunté el porqué de este castigo, pero como no creo en dioses ni espiritualidades, trato de contentarme con que así tenía que ser y ya, no le busco más vueltas al asunto, trato de hacer lo que amo, como puedo y como me salga. El arte es el remedio que me cura, aunque a veces cuando le doy el control a ese ser para que me ayude o me inspire a crear, termina siendo perjudicial, porque sale a flote todo lo negro y malicioso de mi faceta oscura que deseo ocultar, aunque como dijo Caro, mi anterior psicóloga en una de las tantas sesiones: «todos tenemos un muerto en el placard» o un demonio a nuestras espaldas diría yo.

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    Hubo un tiempo en donde se me dificultaba vivir, era algo pesado, desgastante, cada día se sentía como un año, era algo absolutamente insoportable, las horas parecían elásticas, las tardes de domingo me representaban un tedio fatal, pero uno aprende a sobrellevar todo, es que al final no te queda de otra, es adaptarse o morir, «oxidarse o resistir».

   Pero no todo es malo, gracias a él logré hacerme más fuerte, encontré en la filosofía una manera de sobrellevar la existencia, una nueva forma de mirar la vida, aprendí cosas valiosas de Epicteto, Séneca, Marco Aurelio, H. D. Thoreau, Schopenhauer, Nietzsche, Bakunin, Proudhon, Dostoievski, Emil Cioran, Albert Camus, Foucault, entre tantos otros maestros. De hecho, leer fue siempre mi pasión, y el arte el complemento, ya que la inspiración es la única cosa que no depende de la influencia de ese ser.

   «Pero bueno», si esa es mi frase de autocompasión, seguida de un «así es la vida, que se le va a hacer», toda una expresión propia de alguien que está de alguna manera olvidado por la vida, ya sea por un hecho desgraciado o por su propio mérito, yo creo y me siento un excluido, por lo menos en mi ciudad me veo como alguien que no encaja del todo en esta especie de pueblo-ciudad. Será también porque me crie en los campos de mi padre, entre animales, tierra, pasto, mates y ni un peso partido al medio, con la única riqueza de poseer un libro con el cual poder entretenerme. Acá si es donde cada tanto se me «pianta un lagrimón», añoro los tiempos de ir a la escuela rural en una bici despintada y con las ruedas llenas de parches, el guardapolvo manchado de tierra porque no se hizo tiempo de lavarlo, las zapatillas a punto de romperse, las hojas llenas de marcas de cera de vela, porque era la única forma de poder hacer la tarea (no teníamos luz eléctrica). Y esto no es apología a la pobreza o al pobrismo, es solo que a medida que crecí con todo esto, me doy cuenta de lo feliz que era (o éramos incluyendo a mi familia), cuando el no tener nada era tenerlo todo. Ir a la escuela en ese momento era el más grande los lujos, amaba esa especie de estructura cuadrada con dos aulas y unos pupitres, pintada de blanco, con un mástil que sostenía firme una bandera argentina deshilachada por el sol, en dónde solo asistíamos unos cuatro o cinco alumnos, mientras que por la ventana abierta entraba, gracias al viento fresco de la mañana, ese olorcito a campo.

   Que bueno es recordar esto, al final mi vida no es ni fue tan mala como parece. Por el «será» no me preocupo demasiado, conviene siempre tener un equilibro perfecto entre esto tres elementos: el pasado es lo que no queremos repetir, el presente es el mejoramiento continuo y el futuro es solo un misterio que se va resolviendo solo, lo importante es no tener apuro, lo que llega llega y lo que tarda en venir cuando tenga que ser te será dado, a fin de cuentas uno se marea con lo que debe o debería ser la vida, pero es más que nada «vivirla como una fiesta, aceptando que la vida es lo que es, no lo que debería ser, agradeciendo lo que tengo, no lo que quería o lo que se supone que me debería haber tocado», que hombre sabio Facundo Cabral.

17/06/2023

Fin...(¿continuará?)


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La imagen en blanco y negro no es la ausencia de felicidad,
es solo el reflejo de la espera ansiosa por la misma.

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CUANDO NO ERA NADIE



  Cuando no era nadie deseaba ser algo, ahora que "soy alguien" ya no se que quiero ser. El arte se abre en mi como una rosa ante los cálidos abrazos del sol, me seduce con su perfume, me prepara para lo que viene, la entrada a un mundo donde a pesar de todo las posibilidades son infinitas, pero pese a todo sigo siendo muy limitado. Cuando era niño pensaba que ser adulto era lo mejor que me podía pasar, podía hacer lo que quisiera, en la adolescencia todo cambió, empecé a «adolecer» la vida, a convivir con mis demonios llamados Depresión y Ansiedad, y sobre todo a convivir con un amigo que siempre estaba presente: el Miedo. Pero, de igual manera seguía con la idea fija de que ser adulto era lo mejor, todo se debía al absurdo pensamiento de que «ser grande» era vivir sin Miedo, pensaba que una vez alcanzado ese estatus o rango, sería liberado de esos tres amigos... que tonto fui, descubrí entonces que ser adulto es vivir con Miedo, que era algo que no se iba a ir, porque es nuestro elemento natural, con la diferencia de se aprende a ser lo suficientemente maduro como para poder mantenerlo a raya. Lo mismo pensaba de la Depresión y la Ansiedad, ambas ahora tratadas por unas pastillas, pero la segunda aun me persigue. 
    
    Pensaba que ser adulto era la vida como tal, que es ahí donde se logra todo, pero no es así, es solo el inicio de otras etapas, de otros sueños, aunque pobre de los míos, aun tengo esa sensación jovial de querer dejar todo por seguir ese ideal tan maravilloso del arte, aun hasta el día de hoy me resisto a entregar mi sangre al antojo de los capataces, pero se que no va a durar mucho tiempo. Voy piloteando la vida, rebotando entre oportunidades, tratando de hacer todo antes de quedarme sin tiempo o en el peor de los casos, sin ganas. La mayoría aconseja que busque un trabajo «de verdad» y que me dedique a pintar cuadros o a escribir los fines de semana, eso a veces desalienta, pero mi pensamiento es claro: no quiero llegar a mis cuarenta o cincuenta años arrepintiéndome o cargando con esa culpa (peso que no quiero sobre mis hombros), al no haber aprovechado el tiempo de hacer lo que quería cuando tuve la oportunidad, por lo menos si fracaso lo haré luchando, no tiraré la toalla y no me daré por vencido con la idea de no intentarlo. Tengo solo una vida, y es mía, solo yo decido lo que hago con ella.
   

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     Entrar al mundo adulto me sigue pareciendo raro, es como si al mirar atrás no pudiera creer lo rápido que avanza el tiempo, si hace tan solo un rato tenía diez años... La pérdida reciente de mi amiga perruna Lupina, me hizo reflexionar bastante, de hecho ella es la razón por la cual hago esta entrada, ya que es la primera vez que publico algo para mi cumpleaños. Pensaba entonces sobre lo efímera que es la vida, miraba entonces mientras me hundía en las reflexiones profundas, aquellos pequeños pero muy significantes logros en mi vida: mis medallas de la escuela (egresado y mejor promedio), el analítico, los certificados de los diferentes cursos/capacitaciones que hice, las menciones obtenidas en concursos literarios, los diplomas de mis exámenes de Aikido, mis dibujos almacenados en carpetas o folios, mis pinturas, mis libros, mis historietas, y pensaba entonces que iba a ser de ellas ¿Valía la pena cada logro conseguido con esfuerzo tenaz, si mañana tal vez sea mi cuerpo el que caliente un ataúd? ¿Qué pasará con todo esto que guardo? ¿Quién se hará cargo de todas estas cosas que, cuando yo ya no esté, no me pertenecerán? Tal vez terminen en algún basural o a lo mejor ( y en el menos probable de los casos), las pinturas y dibujos sean expuestos en algún museo local. Si lo sé, recién acabo de cumplir 26 años, aun tengo mucha vida, pero ¿Cómo le van a explicar esto a alguien que para que algo salga bien, primero analiza la lista infinita de malos resultados posibles?.
     
     De todas formas acá sigo, la vida es misteriosa y creo con la ingenuidad de un niño, que tal vez en algún momento me de las recompensas que estoy esperando sin esperar.  Hasta el momento me ha dado una hermosa familia, una hermosa novia y un destino dentro de todo pasable, pero disfrutable ¿para qué pedir más? el conformismo muchas veces hace noble al alma, pero siempre hay que guardar en el corazón algo de ambición, uno nunca sabe cuando tendrá que usar esa carta.





     




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