CAPÍTULO V
Eso no se dice/ El juicio al inocente
I)- La era de los ofendidos. II)- La censura a los que piensan diferente. III)- Esclavos de lo ajeno, presas de nuestros miedos. IV)- Respetar y no ser respetado.
I)- LA ERA DE LOS OFENDIDOS
En los tiempos que actualmente transcurrimos, es normal encontrarse cada dos por tres a alguna persona que forme parte de un club maligno de ofendidos en potencia, son estos quienes se creen en la posición moral de decidir qué deben o no deben pensar los demás, son— para conectar más la idea— envidiosos a más no poder que creen que pueden solucionar los problemas que golpean a ésta sociedad, censurando o cancelando a quienes piensan distinto. Pero en ese accionar radica su error, porque la censura, que es propia de una dictadura (hay que decirlo), solo genera una visión graciosa de ellos mismos, mostrándolos como seres que son ultra sensibles—que no es más que una forma de llamar la atención— y a demás son altamente fanáticos de las ideas que defienden, y por eso no permiten que alguien diga o haga algo que contradiga su pensar.
No hay nada más repugnante que un individuo que cree que puede hacer lo que quiere, por el hecho de creerse mejor que otros. El ofendido es capaz de hacer las escenas de furia más graciosas de la historia, porque al estar su alma consumida por el oscuro fanatismo de las ideas que abraza, que no es más que veneno en su interior, es capaz de todo, sin importarle si hace el ridículo ante tanta gente. Después de todo, así funciona el fanatismo, es decir la creencia ciega en algo que se nos metió, o nos metieron en la cabeza y que defendemos a muerte sin importarnos que en ello se nos vaya la vida. Pero qué sucede, el ofendido, en su fanatismo por defender la idea, no dudará en causar una reacción, que muchas veces deriva en actos violentos, o en la censura, es decir silenciando las voces de los que tienen una postura diferente, como si eso les diera, o los hiciera personas más elevadas cultural y moralmente.
El ofendido es ya de por sí de naturaleza violenta, con aires de una superioridad que no existe, sino que es más bien una ilusión propia de su mente tan enferma. Pero no quiero ahora hablar del fanatismo puesto que eso me llevaría demasiado tiempo, solo por el momento quiero dejar en claro lo repugnante que llega a ser el ofendido cuando uno discrepa en lo que piensa, y sin más pruebas que los hechos, uno les explica las cosas, pero ellos no hacen más que cerrarse, y lloriquear en su pequeña pero endeble burbuja, realizada con sus falaces argumentos, sobre hechos concretos de la realidad que no pueden ni si quiera defender.
Otra cualidad que distingue a estos seres, es que el ofendido se cree un rebelde, un revolucionario, criticando sin piedad al sistema que lo apaña, otra cosa más el ofendido por ejemplo crítica al mérito, a la sociedad de la meritocracia, pero no duda en alardear de que lo bienes que posee los obtuvo a través de su esfuerzo, es decir de su propio mérito. El ofendido es la clara representación de la viva contradicción en la forma más humana posible, y es también de esa clase de personas que tratan de quedar bien con todos, no vaya a ser que uno de los quinientos colectivos o agrupaciones que defiende, se vayan a molestar por las palabras de éste para con ellas. Y en ese afán de ser lo que sería una monedita de oro, tratan de hacer lo posible para no afectar a nadie, salvo a los que no piensan como él, o como ella, ya que la raza de ofendidos (porque a mis ojos no se trata solamente de una generación) no distingue entre sexos y géneros.
La cualidad principal del ofendido es mostrar una gran sensibilidad hacia los temas que para él son profundos y que urgen una atención inmediata, como por ejemplo le es realmente importante debatir a muerte, y defender a capa y espada, si las palabras para ser inclusivas, deben llevar una modificación en su forma de hablarlas, sustituyendo la última letra o la ante última, por una letra que según su entender es inclusiva. Y con esto no quiero denigrar, ni mucho menos ofender a nadie, pero debo decir que la raza de ofendidos empezó a proliferar a raíz de una serie de movimientos a favor de la "igualdad" y del "feminismo", como así también en apoyo a las minorías. Que desde este lugar digo, no está mal que las minorías tengan un derecho, solamente que por ahí sus argumentos que tratan, y eso es entendible, de querer unir gente a sus causas termina por desvirtuar el verdadero camino de lucha. Y esto es lo que lleva a los pensamientos ofendidos a ser trastocados, y se convierten en aberrantes fanáticos de causas ya más que habladas.
Los ofendidos tampoco tienen edad, y no solo se lo aplica a las masas de jóvenes que no saben hacer otra cosa más que insultar o llorar en redes sociales. También esta raza llega a formar parte de la vida adulta, cuando el hombre o la mujer, ya maduros, caen en bajezas impropias de su edad, lo que no solo causa que esa "victimización" por parte de ese humano adulto, no de más que vergüenza ajena, o risa en el mejor de los casos. Pero retomando el tema de las cualidades, creo que lo que une a toda esa gente ofendida no es más que el poder que tienen ellos, y todos los seres humanos del mundo, que es con un solo clic, denunciar, cancelar, o en el peor de los caso censurar y silenciar a quienes tienen una visión propia de la realidad que ellos se niegan a ver, o que si la ven la modifican a su antojo. La pureza mental de los que no caemos en el acto de ser ofendiditos por deporte podemos soportar hasta las más crudas, y repugnantes formas de censura ¡Ahora vaya uno a censurar a estos seres, que de seguro tendrás en la puerta de tu casa un ejército listo para lincharte, con sus respectivos palos y antorchas! La justicia es para unos mientras que para los demás que, por cierto los que hablan con la verdad serán para siempre castigados. La realidad a veces puede superar ampliamente a la ficción.
II)- LA CENSURA A LOS QUE PIENSAN DIFERENTE
Desde siempre a los que han ido en contra de la corriente se los ha marginado, perseguido, enjuiciado, e incluso hasta asesinado. Hoy en día esas acciones propias de la inquisición se han reemplazado por palabras como censura, cancelar, silenciar, etcétera. Aunque lamentablemente y aún en este siglo, la gente continúa persiguiendo a quienes no piensan igual, llegando incluso a matar (véase las infinitas mafias políticas).
No quiero explayarme demasiado en este capítulo porque no viene al caso ponerse mal, y dar lecciones de libertad a quienes ni siquiera conocen el significado verdadero de dicha palabra. Pero todo ser humano que tenga un mínimo de neuronas trabajando en su diminuto cerebro, sabrá que censurar, o silenciar a cualquier persona, con el pretexto de que «no piensa como yo» está por demás mal. Aquí no se trata de condenar al diferente, se trata de que todos podamos escucharnos, y que todos podamos hablar, sin enojarnos y sin acallar a los que tiene otro mirar. Silenciar no lleva a nada, solo nos hunde más en la miseria en la que estamos ya metidos. Si alguien que sigues o crees que admirás, empieza a decir cosas que a vos no te agradan, que no compartís, tenes tres alternativas fáciles, sin la necesidad de recaer en la censura digna, como ya dije, de una dictadura por ejemplo, podes optar por: a)- Dejarlo de seguir b)- Ignorar lo que dice c)- Quizás escucharlo, pero no con el fin de andar generando conflicto, que ese es el gran problema de la censura, solo crea más problemas.
III) ESCLAVOS DE LO AJENO, PRESAS DE NUESTROS MIEDOS
Siempre vamos a estar destinados a ser esclavos de lo ajeno. Aquel que no lucha por lo que quiere, por lo que piensa, y fundamentalmente por lo que ama será siempre el esclavo de alguien más, el doblegarse a la voluntad de un tercero es muy sencillo, pero vivir presas de nuestros miedos no es tarea fácil. El miedo nos encierra, nos acorrala como si de una fiera se tratase, es como ese depredador que acorrala a su débil presa, sabiendo ambos cuál será el resultado de tal batahola. El miedo muchas veces siempre gana, pero otras veces es un punto de partida para comenzar a tomar impulso desde allí, y la verdad que es algo de lo más normal, todos tenemos miedo, desde vos, tu padres, tus abuelos, tus vecinos, tus amigos, todo el mundo tiene miedo y es algo que a veces nos enferma, es como un virus que penetra en las capas más profundas del espíritu, y nos somete a su voluntad, como un amo, que nos tiene sujetos a mil cadenas, pero cada vez que intentamos algo sin importar el miedo que tengamos, esa cadena se rompe, y no importa que estamos sujetos a novecientas más, porque sabemos que el valor es la cura para combatir a ese parásito.
Cuando nos volvemos esclavos de lo ajeno, esclavos de lo que los demás nos pueden llegar a decir, o quizás puedan llegar a pesar de nosotros, es necesario hacer un corte rápido de todo aquello, porque a raíz de dicho suceso, el miedo comenzará a tomar forma, y a crecer dentro de todo nuestro organismo. No sé puede ser esclavo del juicio ajeno, la condena al inocente no debería existir en tiempos como estos, por eso es importante con el valor de nuestros corazones romper esa cadenas, por más tiempo que te lleve. No hay que caer en lo que los demás puedan pensar, la capacidad del hombre diferente consiste en poder vivir sin hacerse cargo del prejuicio ajeno, porque él sabe que ese problema no es de él, y no depende de él, ya lo decía Epicteto en el gran Enquiridión (o el manual del Estoicismo) que uno no debe hacerse cargo de cómo los demás nos vean, ya que es algo que no debe preocuparnos, uno puede controlar su propia vida, sus propios pensamientos, sus propias acciones, pero lo qué los demás piensen de nosotros, es algo que excede a nuestro control, por lo tanto debemos vivir una vida acorde a nuestras necesidades, ya que si alguien habla de vos de buena o mala manera, es algo que no debe preocuparte porque no puedes tener control del accionar ajeno. Recuerda siempre: «No hables nunca de persona alguna ni para alabarla, ni para injuriarla, ni para hacer comparaciones» (Epicteto)
En definitiva ocúpate de tu vida, encargarte de hacer bien lo que tengas a tu disposición y deja atrás lo que los demás digan o hagan, recuerda que la cuestión no está en tener un buen trabajo, sino en realizar bien un determinado trabajo (Henry David Thoreau). Viví para vos, para tu esposa, para tus hijos, para tus amigos, y que el resto sea solamente algo que existe pero no influye. Di lo que piensas sin miedo, tienes todo el derecho del mundo, y a los ofendidos que exigen respeto, solo diles una cosa: «Si ustedes tanto quieren lo que exigen, éste debe ser mutuo». A las palabras venenosas de los demás, responde con la altura necesaria, como si estuvieras con tu boca diseminado el antídoto ante el veneno lanzando, o como si con agua apagaras el fuego de su vocabulario.
IV)- RESPETAR Y NO SER RESPETADO
Todo el mundo habla del respeto. Todo el mundo dice que hay que respetar tal o cual cosa, pero todos en general ignoran lo que es en sí la palabra. Una vez alguien dijo que el respeto se gana, y yo le agrego que este debe ser mutuo, de lo contrario no tendría sentido.
Para ganarse el respeto, uno no debe hacer grandes cosas, ni hazañas increíbles, basta con ser uno mismo siempre, y cada día que se pueda. La gente ama a las personas que son siempre ellas, porque como me dijo una vez alguien: «Cuando uno comienza a crecer, es decir el joven que empieza a adentrarse a la vida adulta, se da cuenta de que el único pedacito de libertad que le queda es el de ser uno mismo». Por eso aquellos que no tienen ese poder, o han perdido esa libertad, enseguida admiran o respetan a las personas que logran ser siempre fieles a su esencia.
Éstas personas por ende se han ganado su respeto, pero no es una cuestión unilateral, este debe ser bilateral, debe siempre existir un respetado, pero este a su vez debe respetar a quien lo respeta. Eso es algo básico de la convivencia humana, de lo contrario aquellos a los que respetamos, si ellos no nos respetaran, tendrían un ego altísimo, y se creerían más de lo que son.
Como bien venía diciendo, es algo que no se debe imponer, de lo contrario sería como forzar una relación de pareja, si el amor no es verdadero, y por sobre todas las cosas mutuo, pues es imposible que puedas retener a esa mujer, o a ese hombre por la fuerza, porque no sentirá nada hacia vos. Nadie está con nadie por obligación, por consiguiente, nadie respeta a nadie por obligación, todo es fruto de dos cosas muy importantes:
a)- El hacer las cosas bien, o más o menos bien (no mentir, ser honestos, ser sincero, ser consecuente con lo que se piensa, etcétera), y eso hace que muchas personas se fijen en nosotros y quieran aprender, y de ahí que se ganen nuestro respeto.
b)- La confianza con la que hacemos las cosas y nos dirigimos a otras personas, nos hace ver cómo seres cálidos, y cualquiera tendrá nuestra amistad y nos respetará y nosotros lo respetaremos también. Pero no dudes en salir de ese círculo cuando ese respeto ha sido traicionado, es decir, esa confianza haya sido rota en mil pedazos.
Ahora bien, el vínculo que existe entre un padre y su hijo, o el de una madre y su hija, es por ende un respeto mutuo ya pactado desde el momento en que el niño, o la niña se está generando en el vientre de su madre. Pues desde niños, el hijo debe aprender a respetar a sus padres, y sus padres deben olvidar cualquier principio nocivo de ser más que progenitores una autoridad, y respetar también a su hijo. Es casi como la relación entre amo y esclavo, o ahora entre patrón y empleado, el respeto allí, y aclaro que debe serlo siempre en cualquier situación de la vida mutuo, pero si el amo, o el patrón, subido a la marea de la superioridad reprime duramente al empleado, allí se ha perdido todo el respeto que hubo alguna vez.
Para dialogar con respeto, y que este no le falte a ninguna de las dos partes es tarea fácil, la conversación debe ser pacífica, clara, amena, sin levantar las voces, sin gritar, y libre de amenazas. Para conservar el mutuo respeto, es necesario ser pacifico, de lo contrario, si eres malo, y te pones por delante diciéndote que debes ser respetado porque ocupas en ese momento el cargo de padre, madre, amo, o patrón, pues llegado el momento, y le ruego al universo de que eso no te pase, te preguntarás siempre porque tus hijos se han alejado, o porque tus empleados se han marchado. Lástima que esto siempre sucede cuando ya es demasiado tarde para cambiar las cosas.
CONTINUARÁ...
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