¡ADVERTENCIA!
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La mosca se movía bamboleante por la habitación, hacía mucho calor, y había entrado cerca del mediodía, justo cuando la señora Thompeti servía el almuerzo para su marido y sus hijos. Fue en ese instante, cuando ese repugnante bicho volador, se había escabullido dentro de la propiedad.
Ese curioso insecto paseaba tan tranquilo, pero era seguido por la mirada atenta del señor Thompeti. Una mirada de total odio, al ver cómo ésta se movía como «pancho por su casa». La mosca iba y venía, se posaba sobre la mesa, de ahí pasaba al pan, y amagaba querer visitar ese mundo, que era la comida de la familia, unos spaghetti con salsa, pero era interrumpido su deseo, por las manos molestas del señor Thompeti, que le impedían que se pudiera asentar.
Finalmente el almuerzo terminó, y los tres hijos de la familia, se retiraron cada uno a su cuarto, pero curiosamente ese insecto, perteneciente a la familia de los dípteros, siguió hasta su cuarto al hermano mayor, y se introdujo un pelín antes de que se cerrara la puerta.
El joven Thompeti se sacó los shorts rojos que tenía puestos y encendió el ventilador, al tiempo que se tiraba en la cama. Era un día de sábado especialmente caluroso, pero eso no iba a impedir que tomara una pequeña siesta, ignorante que la mosca estaba allí con él.
Cerró entonces los ojos, para tratar de conciliar el sueño, cuando siente ese andar por su pierna derecha. Abre los ojos, y descubre a la mosca caminando por su pierna. De alguna manera ese cosquilleo comienza a generar una extraña turbación en él, y de la nada sufre una potente erección. Él no podía entender por qué, pero tampoco quería que ese insecto se fuera.
Con lentitud se fue bajando el calzoncillo bóxer, hasta que el miembro, visiblemente erecto, latía y era acariciado por el fino aire del ventilador.
La mosca, como si entendiese toda aquella situación (tal vez excitada también, quien sabe), dio un brinco y voló hasta el miembro del hijo mayor de la familia Thompeti, este lanzó un gemido dulce cuando la mosca se posó sobre su rosado glande.
Y allí estuvo el bicho aquel, que se revuelca en basuras y estiércol, regocijándose con el miembro del muchacho. Al parecer le gustaba demasiado, pues aleteaba gustosa por aquel manjar, y se relamía sus negras y delgadas patitas. Entonces vino el líquido preseminal, y la mosca quedó encantada. Se recorría todo ese miembro aleteando, como contenta.
Llegó un momento en donde el muchacho ya no daba más. Tomó su pene y comenzó a masturbarse ¡Con la mosca que se había quedado pegada a su glande! Finalmente eyaculó y el joven Thompeti quedó satisfecho, con sus piernas temblorosas, y parte de su cintura con manchas de semen. La mosca se asentó sobre éstas, bebió un poco de aquel liquidillo blaco, y se fué gustosa por la ventana de la habitación que había permanecido abierta durante todo el acto.
El muchacho se limpió, acomodó su ropa interior y reanudó otra vez su siesta.
Me gusta la sensación de lo extraño, de aquello que a pocos les llama la atención, pero son esos pocos los que realmente disfrutan de esas excentricidades, tan... raras. Bueno pero ¿Qué tan rara soy? Verán, desde que cumplí los diesiocho años, tomé la decisión de acostarme con cuanto hombre se cruzara en mi camino, y también otras cosas...A los veinte años, me arrestaron durante una semana por querer chuparle el pene a una trabajadora sexual trans, esa perra (más perra que yo) me denunció por acoso.
Que se yo, siempre me gustó ir saboreando un poco de todo, no me puedo solo conformar con un hombre, necesito saber como hacen el amor cada una de las personas de mi barrio.
Los adolescentes se vuelven locos conmigo, me dedican su semen en cartas que dejan sobre mi ventana, y yo las saboreo ¡Nada más rico que el semen de un joven activo! Fantaseo con sus miembros jóvenes poseyéndome, pero en realidad nunca llego a concretar nada, solo se quedan en las fantasías, porque en el fondo, lo único que quiero es sacarle plata a esos vejetes calenturientos, que ven un agujero húmedo y perfumado, y ya quieren insertarme su miembro arrugado y flácido.
Pero yo no soy tan fácil como piensan, si son capaces de satisfacer mis gustos y exigencias accedo, de lo contrario se tendrán que masturbar pensando en mí. Pero una vez algo pasó que me hizo ir a un lugar un poco humilde, a verme con un señor de unos setenta años, demacrado y un poco esquelético. El me dijo que tenía una fantasía muy oculta dentro de su ser, pero que no había conseguido ninguna mujer que se atreviera a cumplir tal capricho. Le dije que lo haría dependiendo de cuánto dinero estremos hablando, prometió darme diez mil dólares. Al caer la noche estuve en su casa, o mejor dicho esa pocilga que cumplía el rol social de casa.
Pasaron dos horas hasta que el inmundo anciano se dignó a ponerle un poco de acción a la noche. Comenzamos a besarnos, toqué su pantalón y noté su miembro duro. Me dijo, sin despegar sus labios de los míos, que vayamos a su habitación, allí debía llevarse toda esta operación.
Cuando llegamos al cuarto nos desnudamos, saboreé un rato su pene viejo, mientras escuchaba sus gemidos horrendos, y después me hizo acostar en la cama. Sacó de un cajón la paga acordada y la dejó sobre la mesa de luz. Me pidió que cerrara los ojos, que me abriera de piernas, allí estaba la fruta prohibida que les gustaba a ellas. «¿A ellas?» pensé para mis adentros, «No me había dicho que había más personas, eso no era parte del trato». Intenté levantarme pero él me sostuvo fuerte del pelo y me pidió que me acostara.
一No pasa nada, tranquila一dijo mientras acariciaba mi vagina一A ellas les gustan las vaginas jugosas.
一No entiendo一le dije un poco asustada一No me contaste que invitaste más personas al juego.
一Es que ese es el error, aquí no hay personas.一 Me miró y esbozó una sonrisa.
Me pidió que me abriera lo más que pudiera de piernas, y que si disfrutaba esta experiencia, sería algo que querría volver a repetir hasta el hartazgo. Hice lo que me pidió y cerré los ojos, esperando lo peor. Sentí como destapó un frasco, y comenzó a pasarme una sustancia espesa y pegajosa por toda la vagina ¿Eso era miel?. Con un trapo me vendó los ojos. «Para más placer» me dijo, y lo sentí caminar hacía el fondo de la habitación, abrir una puerta y sacar algo de ahí.
Al parecer, por el sonido era una caja, pero ese mismo objeto emitía un zumbido tan extraño, como si estuviera plagada de insectos. Yo quería salir corriendo de allí, pero una gran parte de mí, quería experimentar que iba a pasar.
El anciano colocó aquella caja sobre la cama, a unos centímetros de mi vagina, no pude evitar mover levemente los pies. De apoco se escuchó como empezaba a abrirla y aquel zumbido se hacía más intenso. De la nada esas cosas que allí habían salieron disparadas por toda la habitación, y la gran mayoría fue a mi vagina.
¡Dios, no podía contener esa sensación tan deliciosa que se siente que te coman la vagina, pero como si fueran una infinidad de bocas ardientes! Sentía esos insectos caminar, ir y venir, por mis labios vaginales, lamer y relamerse, mientras yo gemía, y me movía loca de placer.
Me quité la venda para ver mejor, mi vagina estaba llena de moscas, negras y horrendas, pero no me asustaban, me excitaban aún más, a tal punto que empecé a masturbarme con ellas allí. Mire a la izquierda y el viejo se estaba masturbando también.
一¡Métemela viejo! ¡La quiero toda adentro! 一Le grité desesperada.
Y así, en medio de esa nube de moscas hicimos el amor.
Cuando terminamos me bañé ahí, tomé la paga y me marché, sin antes prometerle que cuando volviera a llenar la caja me llamara. Pero esta vez sería gratis.
Durante un tiempo se obsesionó con la idea de desflorar a un jovencito que le atraía, pero de seguro no se dejaría comer. Pero había una segunda opción, aunque por más que intentara evitarla, sabía que no podría aguantar ese maldito año sin llevar a cabo aquella fantasía alocada.
Finalmente inventó una excusa e invitó a ese jovencito, un año menor que él. Se vieron en una estación de servicio abandonada, donde entre besos y besos, el chico más joven, no pudo notar como Mikel tomaba un cuchillo y lo apuñaló tres veces debajo de las costillas. Mikel no se desesperó ni por un instante, ni aun mientras aquel chico daba sus últimos suspiros.
Enterró el cuchillo y lo dejó allí, esperando a que pasaran los días, para concretar su plan. Sabía que en aquel lugar no pasaba nadie, así el olor a descomposición no le molestaría a nadie. Gracias al calor y a dejar pasar un tiempo, cuando Mikel volvió a ese lugar abandonado, el cuerpo permanecía ahí, sumido en podredumbre, lleno de moscas que lo devoraban. Ante tal espectáculo, sintió en su pantalón una fuerte erección, y allí fue, casi arrancándose la ropa al cadáver hediondo.
Completamente desnudo se tiró sobre aquel cuerpo nauseabundo, sin emitir ni una sola arcada. Jugaba con las moscas, con los gusanos, se los ponía sobre el pene y los aplastaba. Le introdujo aquel miembro corto y recto sobre la boca del joven muerto, como una especie de felatio cadavérico, al tiempo que gemía, y sentía las moscas caminar por su espalda, sus glúteos, sus pezones.
Después de un rato y aun con una erección contundente, dio vuelta al cadáver, desprendiendo la piel pegada al suelo, que se desgarraba como carne tierna, pero dejando tras de sí un olor que ocultaba gusanos gordos y moscas. Tomó con ambas manos las nalgas del cadáver (o lo que quedaban de ellas), buscó el ano, escupió para lubricar y empezó a hacerle el amor. Entonces vino la fantasía, mientras sentía que por el pene le recorrían más moscas y más gusanos, empezó a cortar trozos de esa piel muerta y a comerla, mientras gemía como poseído por un extremo placer.
Ante él, se revelaba la espalda huesuda del amante, se había comido casi toda la carne, aún seguía empotrado al ano del muchacho. Entonces fue por los brazos, y después la cabeza, acto seguido las piernas, y después solo quedaban esos glúteos cadavéricos, hasta que finalmente eyaculó de una manera frenética.
Se alejó para sacar su miembro de la cavidad del ano, y lo abrió para beber del cadáver su propio semen, mezclado con vísceras y sangre. Cuando terminó de devorar todo aquello, se colocó al lado del cadáver fornicado y comido, y besó el cráneo apasionado, al tiempo que sufría otra erección.
El calor que hacía en el departamento en el que vivía, reanimaba el olor a alcohol, sexo y orina, a lo mejor algo de vómito, aunque también podría agregarle a la lista algo de comida tapada por la suciedad, algunas porciones de pizza o un sandwich de hacía una semana.
Mi departamento de soltero era un desastre. Una vez, una mujer que conseguí para que jugara un rato con mi pene, me dijo que ese desorden, representaba el descuido que había en mi cabeza. Creo que me dijo que era psicóloga, la verdad que no me acuerdo, solo tengo la memoria de su rostro pecoso y cabellos colorados cubiertos de mi semen. Sabía tragarla muy bien.
Bueno, eso no importaba, lo que me molestaba era el calor infernal y las moscas, que atraídas por la suciedad de mi morada, entraban en manada a invadirlo todo. Para no pensar en eso, me tiré en la cama a ver si podía dormir una siesta.
Habrían pasado no más de veinte minutos cuando una punzada en el estómago me avisó que estaba vacío. Me levanté en calzoncillos, porque no iba a ponerme los pantalones sabiendo que volvería a acostarme. Fue ahí entonces cuando las ví.
Las dos moscas pasaron frente a mis ojos, y se detuvieron en la mesa de la cocina. Las malditas se estaban apareando. Era un acto salvaje pero de amor para aquellos insectos. No sé por qué, pero el acto de ser un espía inoportuno me excitaba. Será porque me recordaba cuando espiaba a las parejas en los moteles. Debo preguntaler a Giuliano si tiene todavía las cintas.
Pero esto era distinto, en mi mente me imaginaba la diminuta verga de la mosca macho, mientras era introducida en la asquerosa y sucia vagina de la hembra ¿Qué pensará ella? ¿Estará conforme con el tamaño de la verga de su macho? ¿Qué pensará él? ¿La chupará bien? ¿Tragará el espeso semen de mosca macho? ¿A lo mejor no es tan exigente como las hembras humanas? «No me la chupes muy fuerte», «Solo sexo con condón», «No trago leche y no me gusta que me acaben adentro» ¡Ah, demasiado finas para ser putas!
Pero lo más importante es que yo estaba ahí, mirando, con mi pene en las manos, duro y palpitante. No iba a perder la oportunidad de una paja, tenía ante mí, porno gratis. Así que lo hice, me llevó solo cinco minutos, hasta acabar, justo cuando la mosca macho se iba satisfecha. Y con las manos pegajosas por semen me fui a la heladera y me hice un rico sandwich.
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