jueves, 14 de agosto de 2025

AYER TAN SOLO UN DESEO Y AHORA UNA REALIDAD


EL PROPÓSITO DEL ARTISTA


Y EL ETERNO FANTASMA DEL FRACASO


Por...MARK
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«Escribir es defender la
soledad en la que vivo»

(María Zambrano)

«La escritura es la 
pintura de la voz»

(Voltaire)


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    Estaba completamente concentrado sobre la computadora, sus dedos se movían rápido mientras tecleaba de manera automática, para darle vida a aquel escrito que lo volvería famoso.

   Era tal su estado de completa abstracción del mundo, que no escuchó como, con una furia desmedida, golpeaban la puerta. De la nada, el sonido del picaporte girando una y otra vez lo alejó de ese estado. Recién se dio cuenta que habían pasado más de dos horas desde que se había sentado a escribir.

   Fue hasta la puerta y deslizó el ojo por la mirilla, su hermana estaba afuera y parecía enojada. Lanzó un suspiro al aire, como rogándole al cielo: «que sea lo que Dios quiera» pensó y le abrió la puerta.

   Ella entró bruscamente, la expresión en su rostro denotaba que no era portadora de buenas noticias. Pasó delante de él antes que pudiera invitarla a entrenar. Ni siquiera saludó. El suspiró nuevamente y cerró la puerta, tratando de contener la frustración de tener que ver a quel rostro tan molesto.


—¿Por qué mierda no atendés el teléfono?—su tono de voz denotaba una agresividad acumulada.

—Disculpa, lo puse en silencio. No me puedo concentrar en la escritura con tantas notificaciones— sus palabras querían sonar lo más neutrales posibles.

—Hace más de veinte minutos que te estoy llamando, sabes que me molesta mucho que no me atiendan— exclamó al tiempo que examinaba un poco la casa.

—Lo sé, pero estaba ocupado, las personas tenemos responsabilidades—  su tono de voz era tranquilo, estabas tratando de calmar las cosas.

— ¿Responsabilidades? Nunca tuviste responsabilidades. No sé que chiste estás contando pero suena gracioso— dijo ella en tono hiriente.

— Y bien ¿Qué pasó ahora? ¿Tu último novio te dejó? ¿O volviste a hacerte un aborto clandestino sin fijarte en las consecuencias?— preguntó un poco molesto.

— No me provoques por favor, no querés empezar una discusión como la que tuvimos la semana pasada.

—Sos vos la que quiere discutir, si querés pelea te podes ir, tengo que seguir escribiendo, necesito terminar la novela—dijo y se apresuró a ir a la puerta con intención de abrirle.

—¿Escribir? No sé porque todavía seguís haciendo eso, si vos sabés que no tenes futuro. Nunca fuiste bueno para nada ¿Y ahora te la das de escritor? Dejame decirte algo, sos solo un fracasado que sueña con cosas imposibles. Papá tenía razón, para cortar de raíz esas locuras tuyas te tendría que haber llevado a hacer el servicio militar, pero mamá siempre te defendió. No vas a llegar lejos nunca, lamento ser yo la que tiene que decirte esto, pero aceptá la realidad. Solo estás perdiendo el tiempo, ponete a hacer algo mejor con tu vida—hizo una pausa pequeñísima y agregó— te lo digo como tu hermana, nada más.

   Él se quedó en silencio, pensativo, tal vez buscando alguna respuesta dentro de su mente. Ella lo miraba con unos ojos encendidos, disfrutando la forma en la que habían salido de su boca aquellas palabras. Mientras tanto, él buscaba en su interior la manera de sacar aquello que sentía, y de echo lo hizo. No fueron quizás las frases más adecuadas, pero sí las necesarias.

—Mirá, necesito que te vayas ¿Sí? Porque si vas a venir a interrumpir mí paz con tus dramas y tus ideas estúpidas te podes ir. No pedí tu opinión en ningún momento, sabes. Y para que sepas, tenés que aceptar que en algo soy mejor que vos—la miró fijo y sentenció— A mí me quisieron más porque vieron futuro en mí interior ¿Pero qué hay de vos? Sos sólo una mina desesperada por un poco de atención que, como no has logrado nada a tus casi cuarenta años, te tuviste que conformar con poder acostarte con hombres de mucha plata, pero yo sé que en el fondo, estás vacía. Puedo verlo en tu mirada de persona derrotada.



   Una vez finalizada su respuesta, entre empujones y palabrerías la sacó afuera, cerrándole la puerta en la cara. Ella lo insultó un rato, tratando de hacerlo sentir mal, pero como no obtuvo ninguna respuesta por parte de su hermano, se marchó envuelta en una rabia que la consumía.

   Él volvió a la computadora para tratar de conectar nuevamente con su novela, pero estaba completamente bloqueado. Releyó una y mil veces el último párrafo que escribió, pero no se le ocurría nada. Se sentía abrumado y lo peor de todo era que en esas situaciones, creía que su hermana tenía razón.

   Sí, no había llegado a la meta de ser un escritor famoso como siempre soñó, pero había conseguido publicar dos libros con los que obtuvo un modesto éxito, y gracias a esos escritos podía mantenerse hasta hoy. Pero él siempre fue un alma sensible a la que le afecta de manera negativa las palabras de los demás (a pesar de contar con treinta y ocho años de edad), sobre todo si provenían de su familia, seres que supuestamente estaban para apoyarlo.

   Mientras miraba la pantalla, notó como los ojos se le humedecían y estalló en llanto. No quería ser un fracasado, tan solo era alguien que estaba persiguiendo su sueño ¿Qué había de malo en ello? ¿Por qué la gente se empeña siempre en destruir los anhelos de los demás?

   Se estaba sintiendo mal por lo que se fue al balcón, necesitaba aspirar el aire impuro de una sociedad decadente. Mientras secaba sus lágrimas, observó a los autos y a los transeúntes ir y venir, algunos con una meta fija, mientras que otros parecían tan solo caminar para matar el tiempo. Lo más extraño era que ninguna persona se percataba de la existencia de las otras que coexistían en la misma ciudad. Todos pasaban desapercibidos. Cómo fantasmas.

   Allí, en el balcón de su habitación, lo comprendió todo. Se dio cuenta que en este mundo tan solo él y su vida son los artífices de su destino, al resto no le importa lo que hace o deja de hacer porque, al final del día ¿Quién no ha fracasado?

   Después de esa iluminación interna volvió motivado a la computadora. Releyó el último párrafo, y emprendió otra vez la empresa. Lo que estaba forjando en la soledad de aquel dormitorio, sería la obra más grande que jamás había escrito. Sería su opus maximun. Su boleto al éxito. Su huella como el escritor que realmente era. «Lovecraft estaría orgulloso de mí» pensó con una sonrisita de emoción.




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EPÍLOGO


   Esto entonces puede finalizar de dos maneras, la más fácil sería decir que en realidad todo lo narrado no fue más que un sueño que tuvo el protagonista y al levantarse, sufrió el golpe deprimente de la realidad. Pero no voy a hacerlo, ni deseo ser malo con él, jugaré a ser Dios y le concederé el deseo de ser alguien destacado en el mundo literario. Ya ha sufrido demasiados embates como para que yo, el omnipresente y omnipotente narrador, decida hacerle más complicadas las cosas.

   Así que sí, esto tiene hoy el sabor a felicidad, de quién ha conseguido hacer realidad su sueño ¡Bien por tí mí personaje querido! Te lo mereces.


Fin.

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