miércoles, 26 de noviembre de 2025

d)— SILENCIO POR FAVOR

 LA IMPORTANCIA DE LA NADA


EL SILENCIO ES REVOLUCIONARIO


Por...MARK
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   No deseo escuchar nada más que el sonido de mi respiración. 

   No deseo escuchar nada más que a la naturaleza, emitiendo ese sonido mágico, cuya esencia se transforma en música para mis oídos.

    Disfrutar del silencio es un placer que no todos se pueden permitir. Es como darle a nuestra cabeza un bálsamo reparador, para permitirle cargar nuevas energías.

   Pero no estamos hechos para el silencio. Ahora, con la invasión constante de las nuevas tecnologías, vivimos rodeados de estímulos, que rara vez nos permiten estar un momento en la paz silencio.

    Ahora, es cuando como seres humanos debemos reconquistar lo que es nuestro, y volver a recuperar aquellos espacios en los que impere la calma.


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   Me gustan los lugares tranquilos, en especial, aquellos en los que muy rara vez ocurre algo importante. Me gusta la paz que transmite el silencio. Me gusta la tranquilidad de un campo, donde uno puede estar plácidamente, sin la intervención contínua del monótono ruido del tráfico citadino.

   El silencio, esa experiencia auditiva en la que nada se oye, más que el ruido natural que produce la vida que está por fuera de lo que conocemos como realidad. Con esto me refiero a aquello que es producto de la naturaleza, como el ruido del viento sobre un pastizal, el trinar de las aves tras los primeros rayos de sol o el correr del agua sobre el arroyo. Son sonidos que están meticulosamente programados para sincronizarse con la frecuencia vibratoria del ser humano. El sonido mecánico en cambio, produce una desconexión y una absorción de energía. La ciudad, bajo el bombardeo de autos, chatas y motos, no hacen más que agotarnos por completo. No nos permiten desconectar. 

    Por eso es que mi costado más puro detesta la ciudad. Sinceramente hay días en los que su tráfico acelerado me enerva de tal manera, que mi mente se bloquea, invadiendome entonces unas ganas irrefrenables de escapar, de buscar la paz. 
 
    Mi ser, que se desenvuelve en una ciudad medianamente chica, no soportaría el ritmo vertiginoso de las calles de la ciudad mucho más grandes. Creo que me sería difícil adaptarme a ese estilo de vida, donde todo tiene que ser a las corridas y de inmediato.

   ¿Esperar? Esperar es perder el tiempo.


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   El silencio, hoy considerado una experiencia cuasi milagrosa, se transformó en algo que nadie sabe cómo disfrutar. 

   Vivimos rodeados de ruido, de sonidos de notificaciones, de avisos y anuncios, de juegos y música ¿Pero cuando estuvimos completamente aislados de todo eso? ¿Por qué nos resulta tan difícil vivir con un poco de silencio?

   Cuando la casa está vacía, ya se han ido todos y quedamos solo nosotros, solemos prender el televisor, la radio o algo de música ¿Por qué? Odiamos aquel vacío que se produce cuando no hay nada que nos haga salir de ese estado de absoluta soledad. Y es que el silencio está completamente ligado al hecho de estar solo. 

   La tele, la música o un video de nuestro youtuber favorito, nos hace no sentirnos tan solos dentro de nuestro hogar, simula siempre un intento de compañía.

   A través de la electrónica, huímos del silencio, como quién se escabulle temeroso del ataque de una fiera de los avernos. Pero, es en esa corrida apresurada, donde al querer vituperar al silencio, terminamos por callar nuestro pensamiento, nuestro ruido interno, tan importante como necesario para el desarrollo de nuestras capacidades intelectuales.

   En mi experiencia personal, considero que los momentos en los que me encuentro en silencio son los propicios para el nacimiento de nuevas ideas. Sin embargo, no puedo desprenderme de la presencia de la música, ya que no es que no pueda tener un momento en silencio, sino más bien que encuentro demasiado placentero la idea de crear teniente de fondo a mis bandas favoritas.

   Más allá de eso, no quita que haya momentos en el día en los que realmente necesite con demasiadas ganas, no escuchar más nada que mi respiración y el susurro de mis labios al leer un libro en voz baja.

    La experiencia del silencio proporciona placer y es un descanso para el cerebro ¿Pero en el mundo de las distracciones, quién puede aguantar no escuchar ni el sonido de una notificación?

    Vivimos alertas, rodeados de estímulos tan constantes, que nos olvidamos por un momento de que nuestra materia gris necesita detenerse, descansar, enfriarse y seguir.

    Hoy, en los tiempos de la contaminación auditiva ¡El silencio es una acción revolucionaria!



sábado, 22 de noviembre de 2025

c)— A SOLAS...

 EL AISLAMIENTO VOLUNTARIO 


UNA MIRADA SINCERA SOBRE LA SOLEDAD Y SU IMPORTANCIA EN LA SOCIEDAD QUE CORRE



Por...MARK
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PREÁMBULO 
  
  A solas quiero estar. Me siento libre lejos de las presiones de un mundo que gira y gira hacia la involución.

  A solas prefiero estar, porque allí me siento yo mismo.

   Me alegra ver como la gente deja poco a poco el salón y la fiesta se va apagando y después, queda el silencio de unos pocos. Rara vez llego al final de la fiesta, pero cuando lo hago, me hace sentir feliz. Es como cuando uno va de visita a lo de un familiar y uno sabe que ya es hora de marcharse directamente a la catacumba, que es nuestro hogar.

   No es que uno sea un antisocial o un inadaptado, es más bien que uno pretende la calma tranquila de un río en primavera, y no la embravecida furia de un mar inquieto.

   Me gusta estar a solas, disfruto de la paz que me produce conectar conmigo mismo.  

    Ahí, adentro de mi ser, nacieron éstas palabras.


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LOS PRIMEROS SÍNTOMAS 

   Siempre lenta y sigilosa, la sombra de la soledad penetra nuestros cuerpos y comienza a recorrernos, escaneando cada palmo de nuestro organismo, analizando con sus ojos rojos, lo profundo de nuestros sentimientos. Y cuando ve que es un cuerpo en el que puede permanecer sin problemas, se hace un lugarcito entre el corazón y el alma, y allí anida acompañada sus más hermosas ideas.

   Y cuando nos dimos cuenta, comenzamos a agarrarle ese gustito dulzón, al hecho de abrazar la soledad. Pero lo hacemos sin problemas, sin ponerle peros ni objeciones, porque descubrimos que esa paz de estar tan sólo bajo nuestra propia compañía nos satisface más que la presencia de otras almas.

   Es en esa ausencia de sociedad, donde aprendemos a conocernos. Si bien, es cierto, en este laberinto que llamamos vida, necesitamos, las más de las veces, de la presencia o de la ayuda de un otro, pero es importante también atreverse a dar un salto hacia el camino del autoconocimiento. 

   El ejercicio social y milenario de la comunicación, nos ha dado un lenguaje para interactuar y así poder entendernos, conocernos. Qué mejor idea entonces que la comunicación interna, es decir, hablar con uno mismo, con la única aspiración que es la de entendernos. Tenemos que aprender a comunicarnos y a escucharnos. No podemos decir que estamos capacitados para afrontar la vida social sino somos capaces de poder convivir con nosotros mismos.

   La cuestión no es como nos ven los demás, sino cómo nos vemos cuando nadie nos ve.

   ¿Cuánto te conoces? ¿Sabes tus límites? ¿Has explorado y ensanchado tus potencias? ¿Puedes vivir contigo mismo?





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UN POCO DE HISTORIA 

   Generalmente se ve a la soledad como un ser espectral al cual hay que evitar a toda costa. Se nos ha dicho que esos momentos en el que tan sólo somos nosotros en la casa o en la habitación, donde no nos apetece salir y huímos de cualquier interacción, son instantes que pueden hacernos mal. Pues claro que vamos a creer que el simple hecho de desconectar puede ser dañino, si es que no estamos acostumbrados al silencio de nuestra mente. Nos desespera estar solos frente a la marea de la vida. Nos acostumbramos tanto a vivir con los demás, que llegamos a creer que si evitamos los eventos sociales o preferimos la calma hogareña por sobre los bullicios de una reunión, es de seguro que estamos enfermos o algo extraño— que no podemos explicar— nos está afectando. Pero esas son mentiras— ¡Viles y estúpidas mentiras!— en realidad es que sentimos culpa, porque no podemos explicar esa sensación de paz que nos produce estar en contacto con nosotros mismos.

   Sin ir más lejos observemos nomás la historia. Jesús pasó cuarenta días (con sus respectivas noches) en la seca inmensidad del desierto de Judea, allí puso a prueba su fé, su resistencia; se volvió más sabio, más fuerte. En otro punto del planeta, Buda a los treinta y cinco años de edad, se sentó en absoluta soledad, debajo de un árbol, para meditar durante siete semanas y alcanzar así, la tan deseada iluminación. Vayamos ahora a un plano más terrenal y miremos a Morihei Ueshiba (fundador del Aikido), quien después de la Segunda Guerra Mundial, se retiró a la soledad de la localidad de Iwama, para dar paso a ese proceso que daría vida al «Arte Marcial de la Paz». Ni hablemos de la importancia en la vida del artista o del pensador.

   Fíjense entonces como en la soledad, el ser humano encuentra su divinidad, su inspiración, llegando a los escalones más altos de la sabiduría. 

   Con el ruido de las multitudes, es imposible concentrarse para poder pensar.


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CARGAR CON LO QUE SOMOS

   «La soledad es tremendamente bella porque es profundamente libre» (Carl Jung)

  La soledad es liberadora porque en ella uno encuentra el tiempo para cultivarse, para educarse, para amarse. No hay mejor compañía que la de uno mismo. 

   Hoy, donde se premia la banalidad y la superficialidad en las personas, conviene más mantenerse firme en la línea del aislamiento voluntario, en vez de despreciar la energía social en discusiones tontas o en personas que no se lo merecen.

   El vacío actual y la creciente ola de soledad, son el reflejo de una población que le teme a la introspección, y no quiere que los jóvenes puedan valorar el espacio propio, sin ruidos de pantallas ni mensajes de supuestos «amigos» virtuales. No nos damos cuenta que a mayor conectividad, más separados estamos.

   Cultivar una relación de amistad o de pareja sana, debe pasar primero por el filtro de la soledad. Tener mis momentos a solas, me permite entenderme, saber que me gusta y que no, para así, cuando llegue el día de conocer a alguien, sabré claramente quién soy a la hora de tener que exponerme ante una conversación.

    No podemos amar a alguien más si no nos amamos primero a nosotros mismos, y eso se consigue con las horas en soledad, sintiendo lo que nos dice el alma, la mente y el cuerpo. 

    No tenemos porque evitarnos. Si al final estaremos con nosotros hasta el fin de nuestros días.





martes, 18 de noviembre de 2025

b)— DIVINAMENTE COMPLEJOS

 ¿QUIÉN PUEDE ENTENDERNOS?


LO MISTERIOSO DE NUESTRA ESENCIA SE HALLA OCULTO EN LO INTRINCADO DE LA PROPIA NATURALEZA HUMANA 



Por...MARK
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   Imagina por un momento que el 3I/Atlas estaciona hoy mismo en algún lugar de la Tierra, y de esa nave rocosa descienden seres que evidentemente podemos catalogar como «extraterrestres» o no humanos. 

  ¿Cómo nos presentaremos ante ellos? ¿Cómo podríamos describirnos en unas pocas palabras? Somos tan confusos, que ni siquiera podríamos abarcar lo que significa ser un Humano.

   ¿Sabrán éstos seres intergalácticos, lo que son las emociones? ¿Experimentarán dolor, gozo o ira? ¿Conocerán la depresión? ¿Sentirán placer cuando desarrollan una actividad que les gusta? 

   Son muchos los misterios que nos envuelven y que año tras año, los seres humanos hemos ido tratando de entender, generando diferentes materias que nos pueden ayudar, como la filosofía o la psicología/psiquiatría. También necesitamos de la sociología y la antropología.  

   Es como una necesidad imperiosa e incontrolable, la que nos empuja siempre a querer entendernos. Necesitamos saber quiénes somos, si vamos a algún lado o que lugar ocupamos en el amplio vacío cósmico.
 
   No importa cuánta indiferencia mostremos, estamos compuestos de curiosidad, y si el hombre fue creación de Dios o evolucionó del simio, no nos importa, porque ante todo siempre habrá una sospecha de duda, y pocas explicaciones para definir esto que somos.

    Sobran las preguntas, pero aún nos faltan muchas respuestas, sin embargo, seguimos viviendo, creando vida y empujando nuestro ser hacia límites insospechados.

    Somos seres humanos, somos el proceso de una larga y lenta evolución, que jamás se detuvo y nunca lo hará.

   ¿Quién sabe qué nos deparará el futuro? Si todo es como lanzar una moneda al aire.

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I

   Es que me han dicho que no has estado bien últimamente. Te miro y puedo darme cuenta de las penas que pesan sobre tu espíritu. Estás de rodillas, entregado a la buena de Dios, como una hoja que se deja arrastrar sumisa por el viento.

   El oleaje de este mar embravecido te ha depositado en medio de unas aguas turbias. Estás perdido, sin un rumbo claro.

   Todo te hace daño. Las heridas que el tiempo te causó, parecen que jamás van a sanar. El destino hace descender sobre tí, una lluvia de sal, que hace escocer tu piel lacerada. 

     Te has convertido en un mártir que navega en soledad por el desierto de la vida.


II

  Sé también que te has cansado de luchar. No encuentras ni adentro ni afuera, esa chispa que haga encender la llama que te dará las fuerzas para encontrar el rumbo perdido.

   Ante tus ojos cansados, todo lo que alcanzas a ver, no es más que vacío. Lo que antes era una extensión llena de colores y de vida, ahora se presenta como un mundo desolado por zombis.

   Pero a pesar de todo lo malo, tú espíritu saca voluntad de donde no tiene y sigues caminando. El desierto se vuelve cada vez más abrasador— el mar ya quedó atrás. Te pica la garganta, la sed hace estragos y los delirios parecen no hacerse esperar.

   Pero nada te mueve, nada te perturba. Con cada desafío, con cada nuevo golpe bajo, te vas fortaleciendo. Los seres oscuros del desierto quieren jugarte bromas, plantan ilusiones falsas, un Oasis por allá, una grupo de mujeres por el otro, oro por acá, pero tú, imperturbable, les demuestras cuán resistente eres ante esas tentaciones que no harán más que dañarte.

   Hay que tener esa entereza, a la hora de ir por la vida. Hay que mantener alejadas a las tentaciones, hay que decirle no a los dañinos vicios. Debemos mantener la entereza de quién quiere y cree en el progreso.



III

  Nada es tan malo como para dejarte vencer. Nada es lo suficientemente difícil como para abandonarlo todo. 

   Este escrito nace de la improvisación de tener que escupir lo primero que me sale del pecho. No puedo (ni deseo) aprisionar más las palabras, y déjenme decirles que la idea de no callar más las habladurías del espíritu, genera en mí la sensación perfecta de plenitud.

   Además, escribo rápido, como quien tiene prisa por marchar oculto en medio de la noche. Pero yo no necesito fugarme, no quiero escapar a ningún lado, es más, busco adrede internarme día a día en las profundidades de mi Yo. De ahí nace esto, del trabajo de reflexión, y de la necesidad de hacerte llegar unas palabras que puedan darte aliento o consuelo.

   Nadie está solo, y lo más importante es sentir la compañía de alguien que también está roto. Pero hasta la copa de cristal que cayó al piso, puede ser reconstruida ¿Por qué tú esencia no puede hacer lo mismo? Además, la copa, que ahora está destrozada sobre el cerámico de tu cocina, sigue siendo una copa, su esencia, por más dañada que esté, sigue arraigada a su sentido como objeto. Tú, a pesar de estar fragmentado, sigues siendo humano. 

  El valor de la reconstrucción debe ser entonces primordial.


IV

  No veas a la felicidad como un fin último o como una meta deseada. Tampoco debes preocuparte demasiado si no logras ser feliz en estos días. Parte de la reconstrucción, es la de entender que debemos hacer el trabajo interno necesario, para lograr alcanzar una mejoría.

   Por otro lado, no debes culparte por sentirte triste o deprimido. Es solo un estado de ánimo normal del cual no debes avergonzarte.

   Lo importante no es sentir, lo verdaderamente vital es experimentar.

   El tiempo que corre nos obliga cada vez más, a negar la experiencia de los sentimientos, más aún, si posee un carácter negativo. Sin embargo, pone en primer lugar a un positivismo bastante insalubre, cuya función principal es la de suprimir cualquier estado contrario. 

   Pero intentar evitar lo negativo, es ir en contra de la dualidad natural del mundo. No se puede pretender vivir en un continuo estado de felicidad, ni permanecer eternamente en un estado de dolor.

   Lo importante aquí, es no censurar nada que ocurra en nuestro interior. 

   Nos hemos ido acostumbrando al aumento tóxico de lo positivo, y se ha demonizado lo negativo. Sin embargo, debemos aprender a aceptar que es lo que nos pasa, no hay que impedir ni desviarnos de cualquier sentimiento. La importancia de la experimentación radica en la necesidad de tener que aceptar lo que nos pasa.

   Cuando ante tí se te presente lo negativo, acéptalo, deja que entre en tu cuerpo. Siéntela, analiza lo que sucede. Y lo más importante, canaliza toda esa emoción en algo que le permita fluir con facilidad. Escribe, dibuja, pinta, haz ejercicio, realiza cualquier actividad que te permita redirigir todo eso que sientes hacia algo que la resignifique.

   Lo mismo cuando te sientes feliz o cuando estás motivado. Experimenta esa alegría, utilízala para cosas que sirvan de provecho para tí.

    Recuerda que la negación de lo que nos pasa internamente— tanto bueno, como malo— sólo nos hará más daño.


 
V

   Es normal tener momentos de bajón y tener picos de felicidad, el error más grave es creer que van a durar para siempre. Cada sentimiento tiene su duración perfectamente medida. Nada es eterno, sin embargo, a veces podemos llegar a sentir que el dolor, la angustia o la infelicidad, se prolongan deliberadamente en el tiempo, mientras que los instantes más felices, tan solo parecen esfumarse en las primeras horas.

   A los ojos humanos, podemos notar que con la tristeza, el movimiento rotatorio de las agujas del reloj, parece increíblemente lento, pesado, como si a aquel aparato le invadiera una pereza inmensa. Se debe por supuesto a la insatisfacción que nos provoca el hecho de sentirnos mal, al querer salir rápido de ese estado, nos topamos con que las horas se hacen increíblemente largas.

  En cambio, cuando estamos plenos, todo es más rápido y parece durar tan sólo un instante. Pero, ante esta injusticia humana, desearíamos que las horas fueran lentas en los momentos felices, para poder disfrutarlos.

   Pero, quién puede entender del todo a la vida.

   Somos infinitamente complejos en esta vasta superficie que llamamos planeta Tierra. 


VI

   Fuimos creado bajo esa intención. Somos tan enredados que ni siquiera podemos llegar a abarcar todas las dimensiones de nuestra naturaleza.

   ¿Cómo podemos pretender que otros nos entiendan, cuando no nos podemos entender ni a nosotros mismos?

   A veces tenemos momentos de profunda confusión, en la que la semilla de la duda, nos empuja a ya no ver las cosas con los colores nítidos que solían tener. De un momento a otro, nos vemos sumergidos en la oscuridad más densa, y muchas veces luchamos y logramos salir, pero nunca lo haremos ileso. 

  Cada paso que damos en el escalón de la vida, es como una moneda lanzada al aire, en la que la suerte puede bendecirnos o hundirnos.

   Somos tan complejos, que no podemos llegar a entender del todo porque en el dolor es cuando más se aprende. 

   Estamos llenos de humanidad. Esta nos acompaña aunque estemos varados en medio de un mar helado o caminando solos en las abrasadoras arenas del desierto.

   No entendemos muy bien cómo funcionan las cosas, pero así vamos, errantes, sin destino, pero con ideales puros. 

   ¿Quién nos puede entender?

   Somos la contradicción con patas. 
   





sábado, 15 de noviembre de 2025

a)— OBSERVACIONES SOBRE EL SUICIDIO

 SOBRE UN ACONTECIMIENTO QUE AFECTA DE MANERA SISTEMÁTICA A MÍ CIUDAD 


UNA MIRADA FILOSÓFICA Y UN PENSAMIENTO REAL



Por...MARK
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«No vale la pena molestarse
en suicidarse, ya que siempre
te suicidas demasiado tarde»

(Emil Cioran)

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Parte 1 
Entendiendo el problema 
 
   Si sos joven, adulto o tengas la edad que tengas, tenés que leer esto. No importa quien escribe este texto, ni lo que hago, solo soy un alma que se preocupa demasiado por la cantidad de personas que han decidido irse antes de este mundo, muriendo de las peores maneras.

   El aumento de suicidios, que escala continuamente, me preocupa demasiado, en especial cuando se trata de chicos y chicas jóvenes que tenían toda una vida por delante. Preocupa además el silencio, todos hablamos en voz baja sobre tal o cuál que murió, pero no hacemos nada para alterar el rumbo de esta situación.
  
   Desde la política local, al parecer no les importa. Vamos a ser sinceros, solucionar el problema de la salud mental no es negocio para los cerdos del poder (tampoco arreglar las calles pero ¡Ah cuando hay elecciones salen como idiotas a mendigar votos!). Evidentemente a los inservibles que ocupan el lugar de intendente y de ahí para abajo, prefieren hacer la vista gorda, y dejar que el problema se salga de control, y más gente decida matarse.

¿Pero por qué pasa esto? Evidentemente es una problemática multicausal. El contexto político-económico-social-cultural, genera un desgaste en las mentes. Puedo entender que los motivos que lleva a unos o a otros a suicidarse puede dividirse según el rango de edad:

*- Los más jóvenes de entre 15 a 25/30 años, pueden hacerlo por cuestiones laborales (falta de trabajo, malas experiencias), sentimentales, personales, y sobre todo por una problemática real como la masificación de las redes.

*- Los adultos de 35 años para arriba, puede estar relacionado a una cuestión económica (la plata no alcanza, deudas, etc.), puede ser también una cuestión laboral (despido o inconformidad con el trabajo, desempleo, falta de acceso a trabajos con salario dignos) y hasta incluso una cuestión social.

  Me quiero centrar hoy en el problema que engloba el suicidio de jóvenes. Mencioné más arriba, como un motivo claro, a las redes sociales y el mundo hiperconectado. Da la sensación que a más conectividad con el exterior— con la otredad— nos termina psicológicamente creando un vacío. Tenemos miles de amigos en Facebook o cientos de seguidores en Instagram, pero todo eso se siente insuficiente. Los chats que tengamos con gente que ni siquiera nos conoce, no pueden suplantar lo que es una interacción real. Eso nos genera una problemática que, actualmente ya ha ascendido a la categoría de pandemia, y esta afección es: la soledad.

   Tampoco quiero sonar como un viejo cascarrabias que solo quiere atentar contra la tecnología, más bien quiero hacer entender que el problema no es la tecnología como tal, sino el uso que le damos. El famoso «brainrot» o la pérdida de atención en niños y adolescentes, termina generando como resultado unas mentes vacías, que ni siquiera pueden aguantar una lectura de un cuento corto, sin tener que voltear a ver el celular cada cinco minutos.

   Las falsas amistades y la irrupción de la IA (Inteligencia Artificial), fueron cavando este pozo de miseria en el que cada vez más jóvenes y no tan jóvenes, van cayendo. La falta de interés por algo que vaya más allá de la pantalla, no existe. Todo pasa por un videojuego o por un filtro, nada se vuelve analógico. Todo está tan digitalizado que hasta perdimos uno de los aspectos más sagrados del ser humano: la privacidad.

   El uso indiscriminado del celular nos aísla, es como que genera un espacio en el que nadie ni nada puede afectarnos, sin darnos cuenta que nos estamos afectando a nosotros mismos. La falta de tolerancia a la frustración y la incapacidad para poder sostener una conversación sincera cara a cara, devasta a cualquier joven. 
  
   Por otro lado, la idea de insertarse en un sistema para el cual siente que no pertenece, lo termina de romper. Es ahí, al borde de saberse como un adulto en formación, donde aparece el miedo y la duda. Es en ese proceso donde nos topamos con los fracasos y donde empezamos a entender como es de miserable el humano. Pero no importa, porque sabemos que siempre a nuestros pies, estarán las pantallas para aliviar cualquier malestar. Grave error, porque eso alimenta aún más la frustración, porque cometemos el peor error de todos, caer en la comparación y creer que nuestra vida no es lo suficientemente interesante como la de tal o cual persona.
  
   Hay que entenderlo de una vez, Instagram, Twitter, Facebook o Youtube, no son la realidad (ni siquiera se acercan a abarcar la totalidad de la realidad) por lo que compararse en el mundo digital, no tiene ningún sentido. Tenemos que empezar a mirarnos más a nosotros (no de forma egoísta), para entender que quizás las cosas que nos pasan, tanto buenas como malas, son las que conforman lo que somos. Porque nadie está libre de la tragedia y nadie está privado de la felicidad.


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Parte 2
Escapando del vacío 

   Nadie está libre de tragedia. La vida misma parece muchas veces una tragedia perfectamente construida por algún Dios que no parece al que le agrademos mucho. Sin embargo, fuimos escupidos a la vida y obligados a vivirla más allá de si nos gusta o no. Si bien la muerte es una forma de liberación del cuerpo y del alma, que se siente apresada en un sistema que no pidió, no significa que sea la única salida.

  Para el filósofo Albert Camus, en su libro «El Mito de Sísifo», plantea ya desde la primera página la siguiente pregunta: ¿Vale la pena vivir la vida? Bueno, el considera que responder esta pregunta debe ser uno de los trabajos fundamentales de la filosofía. Sin embargo, Camus plantea la famosa teoría del Absurdo. Es decir, nos figura la vida como una sucesión de sucesos (valga la redundancia) que no tienen sentido aparente. Camus nos invita a entender que la vida carece de todo sentido, sin embargo, el echo de que sea tomada como absurda, no debe ser una excusa para suicidarnos, sino más bien, para empezar a tomar la vida con más tranquilidad, puesto que cuanto más seria te tomes la vida, peor va a ser su transitar.

  Por otro lado Viktor Frankl, en su libro «El Hombre en Busca de Sentido», plantea una salida al dilema que nos pone Camus que nos dice que nada tiene sentido y tenemos que aprender a vivir con eso. Frankl, quien fue prisionero en los campos de concentración en Alemania durante el régimen Nazi, nos habla de aquellos que realmente se sobreponen a la tragedia, y le buscan una salida a lo que, en primera instancia, parece no tenerla, son éstos lo que realmente sobreviven. Esto quiere decir que: si la vida es vacía, tenemos que buscarle entonces una vuelta de tuerca, y hallar en la nada un sentido, un propósito que justifique para que estamos. 

  Entonces, volviendo a la problemática de los suicidios, considero que estamos atravesado todos, por una especie de relación tóxica con el absurdo. A este asunto, hay quienes lo soportan y quienes deciden abandonarlo todo para no sucumbir aún más. Pero en la desesperación, siempre aparece una luz, y ese vacío no podrá llenarse, pero será mitigado cuando cada uno de nosotros, descubra que posee un propósito. La cura para este absurdo (sin desmerecer a Camus), es recuperar el sentido, y otorgarle a vida, una razón de ser. Recuerda: nada existe por casualidad, todo está aquí para cumplir una función. 

   La invasión tecnológica en la vida humana, nos ha alejado de la idea de sentido. Nos ha distraído de nuestro verdadero camino, y vuelto nuestras vidas miserables. Para estos chicos que piensan en terminar con todo, tienen que detenerse por un momento, callar el ruido que hay en la cabeza, respirar hondo, y entender que el suicidio no es la solución. Si elegimos terminar con esto, el absurdo habrá ganado, pero si decidimos recuperar la línea que nos va a otorgar un cambio, veremos como todo mejora. Nada está perdido, caer mil veces no es fracaso, empezar de nuevo es señal de que se puede intentarlo las veces que sean necesarias, mientras haya vida, hay propósito.

 Tenemos que romper con los patrones, ya no somos más ese Sísifo que carga la piedra eternamente. Hoy, ya no existen los antiguos dioses que nos imponían castigos, seamos ahora el Espartaco que se revela, que no le teme a nada, que ve a la muerte como un fantasma lejano, porque ha recuperado su valor intrínseco, ese poder que le otorga la libertad.

  En las mentes con propósito no entra el suicidio. En las mentes que día a día se levantan con una meta clara, se celebra la vida, pero no en el sentido más hedonista, sino que se ve a la vida como lo que es, una moneda lanzada al aire, donde a veces nos abraza la fortuna y otras nos golpea la malaria.

   A esos chicos que creen que ahí, en la muerte prematura, está la salvación, simplemente se están mintiendo. La salida es siempre hacia delante, aunque lo que vemos ante nosotros sea solo oscuridad, no podemos negar que la luz siempre penetrará hasta en las catacumbas más negras. 


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Parte 3
Sinceramente 

   Esto va para vos, para él, para ella, para los que ya no están, para los que están pensando en hacerlo y para mí. Me incluyo porque yo sé lo que es tener esos malditos pensamientos rondando como zombis por la mente. Te infectan el cerebro y parece que jamás te van a dejar en paz. El suicidio hace eso, te seduce, te promete paz eterna, te invita a dejar de sufrir y uno, cual enamorado, se rinde a los brazos de esa Dalila traicionera. 

   El pensar en el suicidio a uno lo pone bien, yo lo sé. Te da la sensación de esperanza más grande que jamás hayas sentido. Te hace sentir liberado, te da la tranquilidad de que cuando menos lo esperes, solo necesitas una soga o un cuchillo para que todo se termine de una vez. Y eso, una vez que uno lo asimila, al principio le da miedo, no sabe que es lo que puede llegar a hacer, pero por alguna razón es inevitable no pensar en eso.

  A veces uno se cree especial por hablar del suicidio, te da cierto aire de chicx raro, de incomprendido. Si te gusta el arte, te da aires de artista maldito, de alguien que permanece aislado del pensamiento convencional. El problema está cuando ese pensamiento se normaliza, porque nos volvemos insensibles, porque estamos a un paso de que todo se acabe. 

   En esos momentos uno no dimensiona el daño que le produce a los que están al rededor. Los pensamientos suicidas preocupan a la gente, pero uno está demasiado metido en si mismo, que los otros no nos afectan. Caemos en el egoísmo, y pensamos que morir sólo nos afecta a nosotros, grave error, porque aunque no lo veamos, hay gente que nos quiere de verdad. Ya sea un padre, una madre, un hermano, un amigo o una novia, no debemos tener miedo a la hora de hablar de lo que nos pasa, siempre es bueno descargar el peso que tenemos que arrastrar solos, porque sentirse escuchado aliviana el alma. Un abrazo en el momento adecuado, puede ser un salvavidas invaluable.

   Tratar de no pensar en terminar con todo no es fácil. No es algo que se pueda dejar de hacer de la noche a la mañana. Uno ha entrado en un bucle del cual es difícil salir. Es difícil porque uno sabe que ante cualquier percance, uno puede jugar esa carta, entonces evitamos los problemas, esquivamos aquellas situaciones que nos hacen mal, pero en la vida nada es fácil, y hay muchos momentos en los que ésta realmente se toma el trabajo de hacernos sufrir. 
   
   Uno se da cuenta entonces que hay motivos de sobra para intentar cualquier forma de suicidio, sin embargo también existen muchos motivos por el cuál vivir. Como dije, dejar de pensar no es fácil, seguir viviendo tampoco, pero si nos concentramos en la idea del propósito, creo que todo lo que sucede a nuestro alrededor, cambiará aunque sea un poco y eso se trasladará a nuestro interior. Si bien la paz no es eterna, hay que decir que el sufrimiento (por más aferrado que esté uno) también es pasajero.

 

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Parte 4
Sobreponerse al dolor

   Muchas veces creemos que el sufrimiento es eterno, puesto que no hay peor cárcel que la que uno se inventa. Yo conozco muy bien la espiral del dolor, se lo que es sufrir por nimiedades que quizás para uno son importantes, pero para otros son cosas normales o no tan graves. Muchas veces me dije a mí mismo que «en este mundo no hay lugar para las almas torturadas», sin embargo, todos merecemos un lugar en la vida, seamos como seamos, pensemos lo que pensemos. Y es importante que, ante las señales de sufrimiento, no nos guardemos ese secreto, sino más bien lo liberemos con aquellos seres que son de confianza. La vergüenza muchas veces, puede jugarnos una mala pasada.

   Sufrir también es una forma de experimentar la vida. Nada es cien por ciento felicidad, eso no está garantizado. Más allá de todo, el suicidio debe ser visto siempre como algo lejano, o ni siquiera ser visto. Tenemos que entender que el dolor forma parte de esto que somos, y es además un gran maestro, con el cual aprendemos las lecciones más valiosas. 

   Si nos rendimos ante el dolor, estaremos sometidos continuamente a las depresiones más horribles. Hay que saber sobreponerse al dolor desde una perspectiva más humana. Si entendemos cada cosa, no como un evento absurdo, sino como una pieza más de este rompecabezas que es nuestra vida, habremos obtenido una valiosa lección: todo pasa por algo, nada está librado al azar.

   Aún así, si nada forma parte del juego de la fortuna, nosotros si podemos elegir seguir jugando o abandonar la partida. Créanme, se lo difícil que es vivir con esa espina ponzoñosa que nos pincha el alma hasta hacerla arder. Sé que ante ese dolor, me gana el impulso de querer morirme. Pienso en el suicidio, pero no lo puedo llevar a cabo ¿Será por qué soy un cobarde estúpido? O debe ser porque en el fondo siento que aún me quedan fuerzas para seguir intentándolo.

  Hace unos cuatro o cinco años, cuando me hablaban de la resiliencia, no lo creía, es más, me inventaba argumentos para contradecirla y criticarla en todos los sentidos. Hoy, a pesar de sentirme miserable en todos los aspectos de mi vida, creo en la figura del ser humano resiliente, como aquel que, a pesar de quebrarse, aún se mantiene en pié. No importa cuanto dolor tengas en la vida, no importa lo fracturado que esté tú espíritu, si tenes un propósito, podés hacerle frente a todo lo que la vida te ponga delante. Piensa en esto: el vidrio a pesar de estar roto, sigue siendo vidrio, tú humano, a pesar de estar fracturado, sigues siendo humano, tan sólo debes empezar a reconstruiste, si bien no quedarás perfecto, pero habrás renacido como un ave fénix de entre tus propias cenizas.


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Parte 5
Abrazado a la soledad

   Anteriormente hablé de la pandemia de soledad. Ese es un echo que no podemos dejar pasar, y que nos debe de preocupar. No podemos vivir en el distanciamiento digital, donde lo virtual quiere suplantar este plano físico que llamamos realidad.
  
   Estar más conectados o más actualizados de lo que sucede más allá de las paredes de nuestra casa, no es sinónimo de acompañamiento. No podemos pretender que un emoji o un sticker, vengan a ilustrar de manera simple, la complejidad de los sentimientos humanos. Eso, a mí parecer, genera conversaciones vacías o interacciones mediadas por un algoritmo que creer saber que es lo que verdaderamente nos divierte. Cuantas veces, aún con ese algoritmo super entrenado, hemos ido surfeando el mundo digital, sin encontrar nada que nos llene o nos conmueva, ahí nos damos cuenta que caímos hace rato en el vacío, donde lo que supuestamente está para distraernos, ahora nos abruma, y entramos en un estado de pánico, porque esta generación no sabe estar aburrida. 
   
   Vamos rápido, de acá para allá, saltando de una cosa a la otra, sin darle tiempo a la mente de procesar lo que está viendo, hasta que un día, nos sentimos incómodos, algo nos molesta y caemos en cuenta de que el vacío nos ha consumido. Ahí viene el miedo de no saber que hacer. Nos hemos anestesiado tanto, que ya no podemos soportar la carga de la realidad tangible.

   Si bien la vida real no es para nada cool como en los reels de TikTok, tenemos que aprender a aceptarla. De ahí nace el origen de muchos suicidios en chicos y chicas jóvenes: no logran soportar que la persona que está del otro lado de pantalla no es tan grandiosa como imaginaban (¡sorpresa es un ser humano!), no pueden entender que la vida que nos toca no está pasada por un filtro, y que la gente que está allá afuera, poco les interesa los sentimientos de los demás, ahí, ya sumergidos en el vacío, se dan cuenta que nada tiene que ver con lo que ellos creían. Entonces, como seducidos por un ángel bello, se suicidan. Sé que no es fácil soportar la carga que significa estar vivo, pero muertos nos privaremos de lo más importante que tiene éste juego: el disfrute de aquello que nos hace felices.

   Buscar la felicidad es una buena manera de escapar del absurdo, y es un propósito concreto. Como lo puede ser luchar por tus sueños o tratar de cambiar el mundo. Esquivar el virus de la soledad no se hace con barbijo y alcohol en gel, se trata de trabajar constantemente en tratar de ser mejores cada día. No me importa como se vea el tipo o la tipa de Instagram, no quiero ser como ellos, quiero ser Yo mejor que ayer, quiero demostrarme a mi mismo que puedo conseguir lo que deseo.

   La soledad tampoco se cura con salidas todos los fines de semana, ni con un millón de amigos, tan sólo puedes ser tú el amigo que necesitas, porque muchas veces todo depende de uno mismo. Hay que reconciliarnos con nuestros fantasmas, hay que enfocar la mente en lo que vendrá, pero también estar atentos en el momento donde ocurren las cosas, el ahora es decisivo y es ahí donde todo se define. 
   
   El suicidio es solo una elección en el momento presente, pero elegir la vida es elegir intentar ser la mejor versión, ahora, en este preciso momento.
   
    Si bien la soledad es una amenaza constante, quien está fuerte internamente, puede mirar a la horca que cuelga sobre aquel viejo árbol del olvido y no temer ante los pensamientos que como arcontes insaciables, te dirán que lo hagas, tan sólo para obtener de tí, el beneficio de tu muerte ¿Vale entonces la pena, matarse para servir de sacrificio a aquellos que alguna vez nos quisieron ver muertos? Evidentemente no, porque ante la resistencia de la soledad, nace la esencia de la vida.

   Aléjate por favor de la banalidad de las redes y de la superficialidad de los «amigos virtuales», busca mejor el placer de lo sencillo, disfruta de una libro bajo la sombra de un árbol, contempla la naturaleza, siente el placer de caminar sin prisas y ahí comprenderás que el suicidio tan sólo te alejará de la maravillosa que es la vida, más allá de que el humano se encargue de hacerla miserable. Tan sólo piensa en vos, en tu felicidad y en tu placer, a veces no está mal ser un poco egoísta.


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Parte 6
La motivación perdida 

   Recuerdo que hace un par de días mi novia se molestó conmigo, la entiendo, no es fácil vivir con alguien que tiene pensamientos suicidas, y que se queja pero no hace nada para cambiarlos. A veces, esas cosas nos hacen sentir mal, tan sólo pensamos en «ir por el camino fácil» como me dijo, pero si supiera que no quiero esto, que no quiero levantarme todos los días con la mentalidad podrida por la depresión, si supiera que lucho por contener la ansiedad que hace latir a mí corazón y me somete a los caprichos de la mente.

  Por momentos parece que la motivación no existiera, uno no tiene ganas de hacer nada, tan sólo desea estar echado en la cama, como un perro moribundo, deseando que después de cada intervalo de sueño, uno ya no despierte. 

   ¿Cómo recuperar entonces esas ganas perdidas? Pues no queda otra que hacer. Hacer más allá del desgano. Es igual que el pintor que debe pintar más allá de si las hermosas musas deciden o no aparecer. Para eso, hay que librarnos de las distracciones, y enfocarnos en nuestros deseos, en nuestro anhelos, en aquellas cosas que realmente nos hacen sentir bien.

   Lo sé, no es algo fácil, hay que son en esencia deprimentes y otros en los que uno se levanta repleto de energía. Eso es algo que hay que aceptar desde ya, no podemos estar siempre dando el cien por ciento, somos humanos, tenemos nuestros días de pereza, nuestros días en los que nada nos viene bien, y hay que aprender a vivir con ello, lastimosamente no somos máquinas (y agradezco a quien sea por no serlo).

  Tenemos que reconectar más con lo interno, con lo espiritual que habita en nosotros. Hace falta más emoción, más humanidad. Hace falta mirarnos al espejo para darnos cuenta que el verdadero valor de estar vivo es la de festejar cada día que pasa, el orgullo que nos da, ser nosotros mismos.


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Parte 7
Última palabra 

   Tranquilo. Respira hondo, siente como el aire llena tus pulmones, siente como la calma invade tú ser. No hay motivos para realizar alguna locura, te lo pido con toda la calma del mundo.

   Aunque tú ahora te vas insignificante o ni siquiera te veas, recuerda que eres valioso/a para este universo. Tú existencia le da significado al mundo, por más que no lo creas, nada de esto sería igual sin tu presencia.

   Ahora tengo la oportunidad de dedicarte unas últimas palabras antes de terminar con el texto y sinceramente no sé qué más puedo decir, ya lo dije todo. Creo que en este momento tan sólo te abrazaría, lloraría contigo si es necesario, pero jamás te abandonaría. Es en estos momentos cuando más te necesito con vida. Si no podés luchar solo, yo lucharé a tu lado, espalda con espalda y con el cuchillo entre los dientes, haciéndoles frente a los avatares de la vida.

   Recuerda que no estás solo/a, pide ayuda, no sientas vergüenza, todos la necesitamos y la necesitaremos a lo largo de nuestra vida. Y por más que crear estar solo/a en mundo, siempre podrás venir al blog para leer esto y saberte acompañado, porque mi espíritu está con aquellos que aún, a pesar de las desgracias, todavía tienen un razón para vivir.


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¡GRACIAS POR LEER!



lunes, 10 de noviembre de 2025

MI NUEVO LIBRO DE POESÍA

INTRODUCCIÓN


   Como no amar la vida si con ella puedo escribir las más bellas poesías. Si no fuera por el perfecto engranaje que hace funcionar esta máquina de carne y huesos, hoy yo no podría estar publicando esto, que tengo el agrado de compartir con ustedes.

   Vuelvo con un nuevo y extenso material poético, escrito en el año 2024, pero que recién hoy sale a la luz. Es más bien un compendio de unos cuatrocientos versos que surgen de naturalezas diversas, donde se entremezclan para crear imágenes tan dispares entre sí. Un libro de locuras mías, de amor al arte, de pensamientos sueltos, de amores renacidos en el seno de una mujer que me soporta.

   Aquí hay de todo, más que nada sangre de artista. Sangre vertida después de iniciar el bautismo que vio a esta obra construirse de principio a fin.

   Nació con una misión, pero los deseos del destino truncaron su camino, y hoy es otra publicación independiente que está escrita por mi puño y letra (más bien por el teclado de la computadora), y que hoy entrego, como una hija profana, al mundo, para que cada cual se adueñe, para que cada cual la adopte como suya, pues el arte no es mío, el arte no es de ella o de aquel, el arte es cultura global; es del mundo para el mundo, del hombre y la mujer, para los hombres y las mujeres de esta piedra espacial que flota por el cosmos negro.

   Aquí está depositada la pasión, con versos sublimes y aburridos, con escenas oníricas y paisajes comunes, pues es la grandeza de nosotros, porque ni en las más bellas creaciones dejamos de lado la dualidad humana. Convivimos con el placer, pero allí también está el dolor.


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   Pasen entonces a paladear esta obra, siéntala en sus almas, hagan de cada palabra un latido de su corazón, y entréguense al placer de la lectura.


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«La poesía nace del
dolor, la alegría 
es un fin en si misma»

(Pablo Neruda)

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miércoles, 5 de noviembre de 2025

TESTIGO DE LO INESPERADO


Por...MARK
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   ¿Qué había pasado? Ni siquiera yo lo sabía. Tengo recuerdos fugaces de mi mismo subiendo la calle, estaba tratando de llegar a algún lado. Tal vez al trabajo. Tal vez iba a la fábrica. Sí, a la fábrica, tenía que entrar justo hoy, pero de la nada, en medio de una ciudad que se encontraba tranquila, se escuchó aquel sonido. Parecía el lamento podrido de alguna bestia del averno o un dios lovecraftiano. Eso es todo lo que puedo decir, porque de forma inesperada la negrura de un humo hediondo invadió mis ojos. Recuerdo muy bien como ese color negro se hacía cada vez más y mas intenso, luego me enteré que había caído al suelo producto de un desmayo.

   Cuando me desperté, estaba completamente cubierto de tierra y escombros. No sabía que estaba pasando. Me incorporé y desde el lugar empecé a observar. Los sonidos comenzaron a llegar hacia mí de manera repentina. Un pitido intenso en el oído me hizo apretar los dientes. Después de unos segundos, vi todo con mucha más claridad.

   Observaba, entre medio de la cortina de humo mezclado con polvo de las construcciones devastadas, a la gente correr de aquí para allá, casi sin rumbo, como intentando huir de una bestia invisible. Podía notarlo en el aire, estaban desesperados. Los llantos de hombres, mujeres y niños, sumado a los alaridos de algún perro herido o acobardado por lo sucedido, me perturbaron, y en mi mente venía esta pregunta que necesitaba sí o sí responder: ¿Qué había pasado?

   Sabía que si quería respuestas debía salir de ahí, por lo que empecé a caminar sin saber a donde ir, pues todo estaba cubierto de esa nube densa, propia de una letal devastación. Un olor a pólvora y a muerte llenaba el ambiente. Aquella ciudad tan linda, mi ciudad, nuestra ciudad, era ahora un mar de escombros, con arquitecturas desmoronadas, esquirlas de diferentes explosivos y bombas que, recostadas cómodamente en el piso, esperaban la caricia del destino para detonar.

   Todo era como en una de esas películas de guerra americanas, en las que los yankees, una vez finalizada la masacre, se marchan dejando tras ellos el manto siempre violento de la destrucción. Pero ahora, teniendo ante mí este desolado paisaje, la pregunta sobre qué era lo que había sucedido, la reformulaba en mi mente y me preguntaba ahora: ¿Por qué alguien haría algo así? Esto dio paso a otra interrogante: ¿Quién querría meterse con una ciudad tan tranquila como esta?

   Pobre los ignorantes que creyeron safar del poder político. Esto se olía a la distancia que no era un accidente, ni mucho menos algo premeditado. Aquella explosíon que formó, según me dijeron despues, un hongo inmenso en el firmamento despejado, y que era de un color negro intenso, negro como mi desmayo, negro como la noche, negro como el futuro que ahora era imposible de idealizar, había sido porducida con la desesperada urgencia de querer ocultar algo. Se les olvidó que entre sus trampas e ilegalidades, había una ciudad en el medio que estaba llena de vida, que tenía sueños y esperanzas. Pero eso nada importa cuando se trata del poder, y eso es lo que había pasado con nosotros. Habían intentado desaparecernos, como quien pone la mugre debajo de la alfombra, porque si nadie ve la suciedad, todo parece estar limpio.

   Mientras tanto, las calles de la ciudad de Río Tercero permanecían esa mañana agonizantes, llenas de dolor, de heridos y desesperación. A unas cuadras pude ver a unos dos o tres chicos que salían de «El Indu» 一 o quizás iban hacia allá一 pero en el fragor de la estampida, se vieron sacudidos por la ola expansiva del miedo. Ahora marchaban sin rumbo, atemorizados, mientras que algunas bombas estallaban a lo lejos.

   La policía y las ambulancias iban y venían a velocidades poco comunes. Ellos también estaban desesperados, eran conscientes de que no podían ayudar a todos, y entonces les ganaba la impotencia.

   A medida que las cosas iban sucediendo, distintos medios de comunicación, locales, provinciales y nacionales, se hacían eco de la noticia. Llegaban periodistas a tratar de capturar el horror en video y hasta hubo una canal de televisión que se animó a atacar con preguntas al presidente de aquel entonces, Carlos Saúl Menem (personaje detestable de la historia argentina). Éste solo se limitó a decir que «fue un accidente», al parecer uno hecho con total intencionalidad.

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   A pesar de todo yo seguía avanzando, quería volver a mi casa, pero estaba perdido. Entre tanto ajetreo, me sentía mareado.
  
   Me acerqué a una plaza, allí parecía estar todo un poco más despejado ¿Despejado de qué? Si todo estaba contaminado con el dolor. Pero no me importaba, me quedé ahí, entre tanto ruido permanecí en silencio. Veía a los móviles policiales y a las unidades de traslado médico salir de un lado para el otro. Imaginé que todo estaría colapsado. Me hice la idea entonces de que era un testigo del apocalipsis que había ocurrido en una pequeña ciudad ubicada al centro de la provincia de Córdoba. Cerré los ojos y me puse a llorar. Lloraba como un niño que perdió a su mamá. Lloraba como un hombre-niño que había perdido todo sentido ¿Qué clase de sentido? No podía imaginar cómo se podía seguir después de esto. Para mí, ya no había más salida.

   Aquel maravilloso día de noviembre se había convertido en una orgía de caos y locura. Me quedé sentado en la plaza como una media hora, hasta que presentí que el terror había pasado. El viento suave pero amable empezaba a disipar el humo. No sé si esa fue una buena idea, porque para sorpresa de todos los ciudadanos, se abrió ante los riotercerenses, como un telón sombrío que presenta una mala obra de teatro, el panorama de la ciudad completamente arruinada.

   La escena era cuanto menos desoladora. Algunos heridos yacían en el piso, gritando y pidiendo por favor la asistencia de algún médico. Mientras tanto, algunas personas trataban de sacar con cuidado algún proyectil que, maliciosamente, se había incrustado en sus casas. Al cabo de una media hora, apareció un vehículo militar, una chata para ser más precisos, recolectando aquellas bombas que todavía no habían estallado.

   Un policía que estaba haciendo un recorrido por la zona, buscando tal vez a quien ayudar, se me acercó.

—¿Se encuentra bien señor?— me dijo poniendo una mano en mi hombro.

   Yo solo lo miré, las lágrimas caían abriendo rastros similares a estrías en mi rostro que estaba completamente sucio. Ni siquiera yo sabía cómo me sentía. Lo miré y asentí con la cabeza. Eso bastó para que se fuera.

   Contemplé acongojado todo lo que había a mí alrededor, y volví sobre mis pasos, solo sabía que quería irme a casa, a ese templo que siempre me abraza cuando llego abatido después de una jornada intensa.

   Me quedé, antes de avanzar, pensando por un momento en la pregunta de aquel oficial que estaba visiblemente más asustado que yo ¿Me encontraba bien? No, definitivamente no lo estaba.