domingo, 22 de octubre de 2023

LA ULTIMA BURLA

LA POLÍTICA Y EL POBRISMO 


EL ARTE DE DOMESTICAR AL PUEBLO

Por...MARK

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   «El lujo es vulgaridad» cantaba el «indio» Solari, pero la vulgaridad más despiadada es la que se presenta cuando se hace una ostentación desmedida de esos lujos, más aún cuando la miseria rodea a una sociedad moribunda. El político es un sujeto necesariamente ostentoso, que necesita mostrar tanto su lástima como su cara más seca y dura; al político no le importa el hecho de gastar, si total a él no le hace falta nada, tontos aquellos que no pueden costear sus alimentos o darse el lujo de comprarse algo que les guste.

   La figura del político es la de un millonario que se refugia en su traje de buena persona, pero cuyo fin último es el deseo de ensanchar sus bolsillos con dinero estatal, olvidándose de la gente que lo puso en ese lugar. Hoy en día vemos a funcionarios defender la pobreza desde sus lujosas mansiones, con sus tremendos autos y sus mujeres despampanantes, que muestran como un trofeo los regalos que han obtenido por un par de felaciones.

  Es fácil hablar de los pobres desde una posición en donde no les falta nada, pero en sus conciencias eso no les causa ningún peso, después de todo están a miles de años luz de distancia de la realidad más cruda, mientras ellos compran relojes Rolex y mojan sus labios en el mejor champagne en algún lugar paradisíaco, ignoran que en aquel lugar en donde «gobiernan», hay chicos revolviendo la basura deseando encontrar algo que les permita saciar su hambre, hay gente que duerme en la calle, hay personas que no tiene futuro, pero eso no importa, después de todo un par de limosnas para el pobre diablo, puede tapar la miseria.   

   Hay una tremenda desconexión entre el sujeto político y la clase gobernada (explotada y bastardeada), el mandatario vive en una realidad alterna donde no le falta nada, la gente vive en el presente donde tienen poco y nada. Esta desconexión se ha traslado a discursos pomposos y tan «revolucionarios» que al final no concluyen en nada. De que sirvieron las palabras ardientes de candidatos mesiánicos, llenando los oídos de los pobres con dulces palabras, prometiendo pan y trabajo, ahora nos quedamos sin el pan y sin la torta, sin trabajo y sin dinero, pobres y muertos de hambre, perseguidos por el yugo de los desquiciados fanáticos que saborean gustosos las migajas que les tira el gobierno, a la vez que les acaricia el lomo mientras le repite constantemente «buen perro, buen chicx».


    Si lo analizamos más a detalle y con una fina lupa, podemos ver esa microfibra que une de manera tensa, como un cable de luz, al gobernante y a los gobernados, hay una especie de síndrome de estocolmo, donde al explotado le gusta ser pisoteado, después de todo se ha creído el discurso de que ese mismo explotador vendrá cual Superman a romper sus cadenas, liberarlo de la prisión en la que se encuentra con una gran revolución guevarista que termina en una fuerte presión al pueblo, que donará hasta sus ultimas gotas de sangre para esa tan ansiada revuelta. Pero mientras tanto, el político puede disfrutar de sus lujos, de darse esos gustitos tan caros (que para él son solo un vuelto), después de todo el pueblo sigue donando su plata al antojo de un humano que se cree dios, solo porque tiene al alcance de sus manos el botón del poder. Pero el poder no es infinito, tiene un ciclo y como todo ciclo termina, lo ideal sería que nadie más ocupara su lugar, que todo político sea expulsado, y el pueblo reclame lo que es de él, lo que le pertenece por derecho, y que pueda recuperar su fe, su vitalidad perdida; que la sangre vuelva a sus venas para vencer esa barrera tan dura que es el miedo. Esa herramienta es muy utilizada para la dominación, pero ese fue el villano a vencer, esa perdida del miedo fue la que fortaleció a Espartaco para poder liberarse a él y a sus amigos, la perdida absoluta del miedo es la que empujó a Leónidas a pelear en las Termopilas. Fíjese lo que se puede hacer cuando se pierde el miedo, nótese cuanta valentía carga el hombre, pero en esta modernidad fracturada, da la sensación que al hombre moderno le gusta llevar las cadenas que lo atan a un mercado en donde él es el que está de oferta.

   Tenemos que dejar en claro que esta es la ultima burla, ya cansa que la casta política (no importa el partido), se ría de nosotros, necesitamos luchar por lo que es nuestro. Ideas viejas hacen de la revolución un suceso del estado, pero eso sería sustituir un amo malo por otro menos malo; la verdadera revolución es del pueblo para el pueblo, es de los hijos para los hijos, solo nosotrxs tenemos el verdadero poder, y ya nadie nos podrá poner sus sucias botas sobre nuestras gargantas. «El que ríe ultimo ríe mejor», lo oprimidos se levantarán y harán justicia, sin violencia y sin sangre, pero con firmeza y determinación.   

   El pueblo será libre, no sé cuándo, talvez no vivamos para verlo, pero sabrá como hacerlo. La sociedad necesita derribar esos viejos muros, y el desprendimiento del hombre con la política generará nuevas relaciones con ella, pero no como un vínculo solamente de poder, sino como una mirada profunda en lo social, como un solucionador de problemas, como una herramienta funcional al pueblo, con personal capacitado, con gente preparada, que será castigada si comente un erro, o premiada si hace las cosas bien. Por su puesto que el castigo máximo es su destitución del poder, algo que hoy en día se ve poco, pues la cara dura de muchos funcionarios le impide fingir, aunque sea una mueca, el dolor ficticio que sienten por el pobrerío, al contrario, se burla en sus cara, total todo se puede tapar, y más temprano que tarde todo se olvida.

   Aduéñate de los medios de comunicación y veras como todo se funde en teorías baratas, en defensas insostenibles, en rating barato, en un show teatral donde se debate lo que un ex presidente hizo hace cuatro u ocho años atrás, pero nadie se hace cargo del presente, y el futuro es algo a lo que nadie se atreve a arriesgar ni aunque sea un solo dólar, pues es tan incierto como el día a día de un changarín.

    La gran burla o la gran broma política termina cuando caen las victimas de la inseguridad, cuando muere una niña o golpean a una anciana, «el último que apague la luz», esta fiesta ya se terminó y todos se fueron antes de pagar por los platos rotos, el salón quedó hecho un enchastre, y los pocos invitados están tan desorientados que no saben para que lado mirar. Todo es risa y todo es jolgorio hasta que llega la cuenta, el precio es tan elevado que ni si quiera la sangre que baña las veredas, roja y caliente, recién vertida por los orificios que produjeron los impactos, puede pagar la diversión de los poderosos que se miran las caras sin saber a dónde esconderse. Afuera una turba enfurecida los espera, ellos juegan la carta de ser víctimas de la presión, pero nadie les cree, ahora su sangre se mezcla con la de los inocentes, pero la de ellos es negra, como sus mismas almas.

   Todo esto es parte de la poética de la vida, de la teatralización de la misma, pero con la diferencia de que yo no deseo ser gobernado, menos estar a manos de irresponsables. No soy sujeto para sus campañas, no soy espectador de sus ostentaciones lujosas, soy solo un alma libre a la que han encadenado para entretenimiento de un sistema corrupto y perverso, pero sé que en el fondo esas cadenas se romperán.

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STORYTIME

PRINCIPIO DE DOMESTICACIÓN

 

  Hace aproximadamente unos dos o tres meses, me encontraba dando un taller municipal de dibujo en un pequeño salón barrial, cuando me entero que en plena campaña política, el intendente de mi ciudad venía a realizar visitas a diferentes talleres, algo a lo que yo inmediatamente me negué. Mi argumento principal es el hecho de que mi taller es mí espacio, y como tal no debe ser contaminado por ningún sector político―sea del color político que sea. A raíz de este suceso despertaron críticas tanto sobre mí como sobre la decisión claramente de campaña, obviamente yo recibí la mayor cantidad de críticas negativas por ser «rebelde» y no aceptar salir en una foto junto a él. Por otro lado, por parte de la municipalidad justificaban a este intendente desvinculando su visita con cualquier tema de campaña, algo raro, ya que justamente esas vistas eran a dos semanas de las P.A.S.O (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias), para intendente.

   Así empieza la domesticación, se da con esas intenciones propias de campaña, a todo esto, la municipalidad no me pagó lo que me debía por los meses de dar los talleres, y todo quedó en la nada. De todas formas, yo me mantengo firme en mi decisión y no pienso retroceder en mi avance contra la burocracia política

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