UNA GENERACIÓN DEPRIMIDA
ENTRE ANSIEDADES Y DEPRESIONES
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Me toca desarrollarme en una sociedad donde
la gran mayoría de los jóvenes están atravesados por problemas de ansiedad y
depresión, consecuencias de un mundo que avanza a pasos gigantescos, en donde
tanta tecnología termina por separarnos aún más. Tenemos más oportunidades que
hace veinte años atrás, pero se nos acortan cuando salimos a buscarlas, la
caída del empleo formal es grave, la posibilidad de conseguir tener una
vivienda propia se aleja, y es muy difícil poder mantenerse en una carrera
universitaria y a la vez tener un empleo mediocre que nos permita, aunque sea
sobrevivir―por más que seamos explotados como esclavos egipcios.
No es casualidad que los niveles de ansiedad
y depresión entre jóvenes de catorce o quince años, hasta los treinta o treinta
y cinco, sean tan notorios. La mayoría de jóvenes con los que tengo el agrado
de charlar sufren de algún trastorno mental, más grave o menos grave
dependiendo del tipo de persona, pero es muy interesante ver que el patrón
siempre se repite; por lo general son muchachxs que ya han finalizado el
secundario, pero no saben que estudiar, no cuentan con las herramientas
necesarias para defenderse en el mercado laboral, y este se consolida como algo
casi inalcanzable. Digamos que somos lanzados al mundo casi sin herramientas, y
con lo poco que tenemos trataremos de defendernos, pero no podemos hacer nada
ante las grandes crisis económicas que afectan el acceso a un trabajo estable,
o la posibilidad de independizarse. Es ahí cuando el bichito invisible de la
ansiedad y la depresión se presenta tras salir de la cama, y nos envuelve con
sus poderosos y negros tentáculos.
Nos llenaron la cabeza con las ideas de
rendimiento e hiper-productividad, pero terminamos comprando los efectos
secundarios. Por otro lado, se le suman los efectos del tecnoestrés y el
enganche (adictivo) a las redes y el internet, perjudican de manera grave al
cerebro. Somos una generación a la que se le han inyectado dosis altas de
dopamina, fuimos y seremos bombardeados por mensajes y notificaciones, que son
de alguna manera una vía de escape, de una realidad que no nos agrada.
El famoso dicho «yo a tu edad ya
trabajaba» o «yo a tu edad ya tenía donde vivir», no hacen más que
perjudicar al joven que ya se siente decepcionado por la realidad que le toca
vivir. Es entendible que antes se tenían que hacer otras cosas pue son había
las posibilidades que tenemos hoy en día, no había tanta crisis, se podía acceder
a un empleo duradero, se podía alquilar una casa medianamente cómoda. Hoy todo
cambió, como ya dijimos al principio se nos abre un abanico infinito de
posibilidades, pero en el plano más realista de la vida, son cada vez más
escasas. Ya nadie quiere contratar a alguien nuevo porque no sabe cómo hacer
para pagar los sueldos, los alquileres hasta del departamento más berreta
termina saliendo una fortuna, y los alimentos, junto a los impuestos, aumentan
por día. Por lo tanto, es entendible que la generación pasada tuvo que vivir y
hacer cosas que ese contexto histórico lo demandaba, hoy todo es diferente,
veámoslo por ejemplo en el home office, una actividad que ya existía
pero que debido a la pandemia se profundizó y se volvió una nueva forma de
trabajo.
«Cada
generación aprende a vivir con lo que le toca, no con lo que vivieron otras»
(José
«Pepe» Mujica)
2
Con cualquier chicx que hablo me doy
cuenta enseguida de su frustración con una sociedad que nos enferma cada día
más, puedo notar su desencanto con un sistema perverso que nos obliga a jugar,
aunque no queramos, viéndonos obligados a sacrificar nuestra libertad, nuestra
dignidad, nuestra esencia. Si hay algo más en lo que podemos coincidir es en el
hecho de encontrarnos enfadados con un sector gobernante que cercena cualquier
posibilidad de crecimiento e imposibilita cualquier desarrollo factible. Nos
damos cuenta que laburar como burros no nos hace unos grandes seres humanos, ni
mucho menos personas honradas, lo único que logramos es desgastarnos más y más.
Tenemos hoy en día tanto coach y motivador
compulsivo, que nos empuja a vivir de maneras tan nefastas como inalcanzables,
y principalmente su blanco o publico meta es este conjunto de jóvenes
inconformistas que no lograr realizarse, pero que, por un módico y jugoso
precio, pueden ser todo lo que ellos quieran. Hoy, ser tu propio jefe nunca fue
tan fácil, emprender una PYME, crear todo aquello con lo que soñaste, para así
dejar de ser un maldito depresivo, pues la misma ansiedad o la depresión que
sufres es porque «no estás haciendo
nada», o al menos eso es lo que dicen ellos.
El mito de la productividad y de trabajar
duro para olvidarte―o en el mejor de los casos superar cualquier barrera física
o mental―, es producir el doble, es hacer el triple y potenciar tus esfuerzos
al cuádruple. Y ese es el santo remedio, enfocarte en otras cosas para que ese
malestar se valla, no importa si después desarrollas burnout o cualquier
otro trastorno, pues son las «consecuencias positivas» del esfuerzo.
Ignorar los síntomas de una depresión o
subestimar los ataques de ansiedad/pánico, es similar a meter la basura debajo
de la alfombra. No se puede cubrir todo con trabajo, porque por algún lado todo
termina explotando. Entender los padecimientos mentales mencionados es una
buena forma de empezar a cambiar, siempre es importante pedir ayuda
profesional, sin vergüenzas ni tapujos. Pero de igual manera no deja de
sorprenderme como cada vez más jóvenes se ven envueltos en estas enfermedades y
muchas veces no logran salir, pues nos toca enfrentarnos a una generación de
padres que ignora o no les presta demasiada atención a los síntomas expresados
por su hijx, y en el peor de los casos no lo quieren entender.
Desde la pandemia del año 2020, los números de depresión, ansiedad y en
algunos casos suicidios han aumentado tanto durante como después. Tenemos una
generación de jóvenes desalentados, desmotivados, que no logran comprender los
desprecios de la vida. Formamos parte de una sociedad donde las personas se
fagocitan las unas con las otras, como si de células bacterianas se tratarse.
Nos arrancamos los ojos como cuervos, pero después nos damos la mano, todo se
observa desde una perspectiva digital, la realidad ahora de fragmenta en
pequeñas partículas de sucesos, que se desarrollan en simultaneo y no nos da
tiempo de procesarlas. El bombardeo constante de información (en muchos casos
basura), nos trae una falsa sensación de placer, tenemos en nuestras manos
aplicaciones que nos permiten expresarnos libremente, pero la censura nunca
estuvo tan presente como ahora.
El mundo ha cambiado para bien como para
mal, pero es lo que nos tocó, es necesario aprender a surfear las olas de la
vida, tratar de hacer lo mejor que se puede, reconociendo en nuestra debilidad
que somos vulnerables ante una sociedad que juzga y señala, en donde lo
diferente es visto como un ser extraterrestre, donde la humanidad se perdió por
completo y da lo mismo las vidas que se pierdan. Aunque no lo queramos ver eso
nos afecta, y de una medida espantosa. No es entonces que no tengamos ganas, es
que el intento de hacer algo se ahoga en la desesperación de querer salir a
flote entre tanta podredumbre, tratando de no ahogarnos en las miseria de un
mundo carcomido por la banalidad y lo superficial.
Nos sentimos a veces deprimidos por no
cumplir con los estándares de belleza, de moda o de lo que sea, creamos consumo
por consumo, se perdió el valor de la estética única, ahora si no es moda no
sirve. El ritmo acelerado con el que vivimos hace que nos sea imposible
adaptarnos a todos los cambios, es evidente que con algunos quedaremos atrás,
pero se nos olvidó el hecho de estar bien con nosotros mismos, todo lo que
hacemos es para el resto, es para mostrarnos ante los ojos juzgadores de
personas que hacen las beses de jueces, como si ellos estuvieran libres de
pecado, por eso nadie lanza la primera piedra.
Pese a encajar dentro de una sociedad que convive entre depresiones y
ansiedades, debo decir que como toda situación esta puede llegar a ser
pasajera, pero es importante tomarnos en serio lo que nos pasa. No hay que banalizar
la depresión ni usarla como una estrategia de manipulación, es un problema
serio que afecta a muchas personas, no es un juguete. Pero tampoco es
casualidad que esta generación arrastre consigo toda esta nube negra que se
ciñe sobre sus cabezas, tenemos que empezar a replantearnos ciertas cosas que
nos están haciendo mal, tenemos que aprender a escucharnos y a entendernos más.
Las nuevas formas de vida exigen
inmediatez, rapidez y destreza en actividades multitasking, pero no
estamos psicológicamente diseñados para ello, por lo tanto, lo importante es
cuidar nuestra salud física y mental, y desempeñar lo mejor que podamos el
papel que nos toca hoy en el juego de la vida.
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