miércoles, 25 de octubre de 2023

¿TE SIENTES SOLO? - PARTE 2

 UNA GENERACIÓN DEPRIMIDA 



ENTRE ANSIEDADES Y DEPRESIONES


Por...MARK
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   Me toca desarrollarme en una sociedad donde la gran mayoría de los jóvenes están atravesados por problemas de ansiedad y depresión, consecuencias de un mundo que avanza a pasos gigantescos, en donde tanta tecnología termina por separarnos aún más. Tenemos más oportunidades que hace veinte años atrás, pero se nos acortan cuando salimos a buscarlas, la caída del empleo formal es grave, la posibilidad de conseguir tener una vivienda propia se aleja, y es muy difícil poder mantenerse en una carrera universitaria y a la vez tener un empleo mediocre que nos permita, aunque sea sobrevivir―por más que seamos explotados como esclavos egipcios. 

   No es casualidad que los niveles de ansiedad y depresión entre jóvenes de catorce o quince años, hasta los treinta o treinta y cinco, sean tan notorios. La mayoría de jóvenes con los que tengo el agrado de charlar sufren de algún trastorno mental, más grave o menos grave dependiendo del tipo de persona, pero es muy interesante ver que el patrón siempre se repite; por lo general son muchachxs que ya han finalizado el secundario, pero no saben que estudiar, no cuentan con las herramientas necesarias para defenderse en el mercado laboral, y este se consolida como algo casi inalcanzable. Digamos que somos lanzados al mundo casi sin herramientas, y con lo poco que tenemos trataremos de defendernos, pero no podemos hacer nada ante las grandes crisis económicas que afectan el acceso a un trabajo estable, o la posibilidad de independizarse. Es ahí cuando el bichito invisible de la ansiedad y la depresión se presenta tras salir de la cama, y nos envuelve con sus poderosos y negros tentáculos.

   Nos llenaron la cabeza con las ideas de rendimiento e hiper-productividad, pero terminamos comprando los efectos secundarios. Por otro lado, se le suman los efectos del tecnoestrés y el enganche (adictivo) a las redes y el internet, perjudican de manera grave al cerebro. Somos una generación a la que se le han inyectado dosis altas de dopamina, fuimos y seremos bombardeados por mensajes y notificaciones, que son de alguna manera una vía de escape, de una realidad que no nos agrada.

   El famoso dicho «yo a tu edad ya trabajaba» o «yo a tu edad ya tenía donde vivir», no hacen más que perjudicar al joven que ya se siente decepcionado por la realidad que le toca vivir. Es entendible que antes se tenían que hacer otras cosas pue son había las posibilidades que tenemos hoy en día, no había tanta crisis, se podía acceder a un empleo duradero, se podía alquilar una casa medianamente cómoda. Hoy todo cambió, como ya dijimos al principio se nos abre un abanico infinito de posibilidades, pero en el plano más realista de la vida, son cada vez más escasas. Ya nadie quiere contratar a alguien nuevo porque no sabe cómo hacer para pagar los sueldos, los alquileres hasta del departamento más berreta termina saliendo una fortuna, y los alimentos, junto a los impuestos, aumentan por día. Por lo tanto, es entendible que la generación pasada tuvo que vivir y hacer cosas que ese contexto histórico lo demandaba, hoy todo es diferente, veámoslo por ejemplo en el home office, una actividad que ya existía pero que debido a la pandemia se profundizó y se volvió una nueva forma de trabajo.

 

«Cada generación aprende a vivir con lo que le toca, no con lo que vivieron otras»

(José «Pepe» Mujica)



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  Con cualquier chicx que hablo me doy cuenta enseguida de su frustración con una sociedad que nos enferma cada día más, puedo notar su desencanto con un sistema perverso que nos obliga a jugar, aunque no queramos, viéndonos obligados a sacrificar nuestra libertad, nuestra dignidad, nuestra esencia. Si hay algo más en lo que podemos coincidir es en el hecho de encontrarnos enfadados con un sector gobernante que cercena cualquier posibilidad de crecimiento e imposibilita cualquier desarrollo factible. Nos damos cuenta que laburar como burros no nos hace unos grandes seres humanos, ni mucho menos personas honradas, lo único que logramos es desgastarnos más y más.

   Tenemos hoy en día tanto coach y motivador compulsivo, que nos empuja a vivir de maneras tan nefastas como inalcanzables, y principalmente su blanco o publico meta es este conjunto de jóvenes inconformistas que no lograr realizarse, pero que, por un módico y jugoso precio, pueden ser todo lo que ellos quieran. Hoy, ser tu propio jefe nunca fue tan fácil, emprender una PYME, crear todo aquello con lo que soñaste, para así dejar de ser un maldito depresivo, pues la misma ansiedad o la depresión que sufres es porque  «no estás haciendo nada», o al menos eso es lo que dicen ellos.

   El mito de la productividad y de trabajar duro para olvidarte―o en el mejor de los casos superar cualquier barrera física o mental―, es producir el doble, es hacer el triple y potenciar tus esfuerzos al cuádruple. Y ese es el santo remedio, enfocarte en otras cosas para que ese malestar se valla, no importa si después desarrollas burnout o cualquier otro trastorno, pues son las «consecuencias positivas» del esfuerzo.

  Ignorar los síntomas de una depresión o subestimar los ataques de ansiedad/pánico, es similar a meter la basura debajo de la alfombra. No se puede cubrir todo con trabajo, porque por algún lado todo termina explotando. Entender los padecimientos mentales mencionados es una buena forma de empezar a cambiar, siempre es importante pedir ayuda profesional, sin vergüenzas ni tapujos. Pero de igual manera no deja de sorprenderme como cada vez más jóvenes se ven envueltos en estas enfermedades y muchas veces no logran salir, pues nos toca enfrentarnos a una generación de padres que ignora o no les presta demasiada atención a los síntomas expresados por su hijx, y en el peor de los casos no lo quieren entender.

   Debemos comprender que el surgimiento de estos problemas deriva de muchas fuentes o posibles causas, ya sea el contexto familiar, el contexto económico, el contexto social, el contexto global, etcétera. No predomina de una sola fuente o no deriva de una sola cosa en particular. Es necesario entender eso porque es el puntapié inicial para el proceso de entendimiento. En un mundo cada vez más globalizado, cada vez menos incomprensible, dominado por la locura, más el contexto propio del país en donde uno vive, las crisis que este tiene y la situación particular de cada familia, favorecen el surgimiento de las ansiedades y la depresiones. De a poco nos vamos consumiendo sin entender al final el porqué de las cosas, sin poder vislumbrar si quiera ni la mitad de las cosas que nos hubieran gustado hacer, para llegar a viejos con el deseo frustrado de no haber hecho suficiente. Una mala decisión molesta, una frustración lastima.

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 Desde la pandemia del año 2020, los números de depresión, ansiedad y en algunos casos suicidios han aumentado tanto durante como después. Tenemos una generación de jóvenes desalentados, desmotivados, que no logran comprender los desprecios de la vida. Formamos parte de una sociedad donde las personas se fagocitan las unas con las otras, como si de células bacterianas se tratarse. Nos arrancamos los ojos como cuervos, pero después nos damos la mano, todo se observa desde una perspectiva digital, la realidad ahora de fragmenta en pequeñas partículas de sucesos, que se desarrollan en simultaneo y no nos da tiempo de procesarlas. El bombardeo constante de información (en muchos casos basura), nos trae una falsa sensación de placer, tenemos en nuestras manos aplicaciones que nos permiten expresarnos libremente, pero la censura nunca estuvo tan presente como ahora.




   El mundo ha cambiado para bien como para mal, pero es lo que nos tocó, es necesario aprender a surfear las olas de la vida, tratar de hacer lo mejor que se puede, reconociendo en nuestra debilidad que somos vulnerables ante una sociedad que juzga y señala, en donde lo diferente es visto como un ser extraterrestre, donde la humanidad se perdió por completo y da lo mismo las vidas que se pierdan. Aunque no lo queramos ver eso nos afecta, y de una medida espantosa. No es entonces que no tengamos ganas, es que el intento de hacer algo se ahoga en la desesperación de querer salir a flote entre tanta podredumbre, tratando de no ahogarnos en las miseria de un mundo carcomido por la banalidad y lo superficial.

   Nos sentimos a veces deprimidos por no cumplir con los estándares de belleza, de moda o de lo que sea, creamos consumo por consumo, se perdió el valor de la estética única, ahora si no es moda no sirve. El ritmo acelerado con el que vivimos hace que nos sea imposible adaptarnos a todos los cambios, es evidente que con algunos quedaremos atrás, pero se nos olvidó el hecho de estar bien con nosotros mismos, todo lo que hacemos es para el resto, es para mostrarnos ante los ojos juzgadores de personas que hacen las beses de jueces, como si ellos estuvieran libres de pecado, por eso nadie lanza la primera piedra.

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  Pese a encajar dentro de una sociedad que convive entre depresiones y ansiedades, debo decir que como toda situación esta puede llegar a ser pasajera, pero es importante tomarnos en serio lo que nos pasa. No hay que banalizar la depresión ni usarla como una estrategia de manipulación, es un problema serio que afecta a muchas personas, no es un juguete. Pero tampoco es casualidad que esta generación arrastre consigo toda esta nube negra que se ciñe sobre sus cabezas, tenemos que empezar a replantearnos ciertas cosas que nos están haciendo mal, tenemos que aprender a escucharnos y a entendernos más.

    Las nuevas formas de vida exigen inmediatez, rapidez y destreza en actividades multitasking, pero no estamos psicológicamente diseñados para ello, por lo tanto, lo importante es cuidar nuestra salud física y mental, y desempeñar lo mejor que podamos el papel que nos toca hoy en el juego de la vida.







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