TRANSFOBIA LATINOAMERICANA A LA ORDEN DEL DÍA
LA VIOLENCIA CONTRA LAS MINORÍAS CADA VEZ PERJUDICA MÁS A LA SOCIEDAD
El lamentable caso de Sara Millerey, la chica trans asesinada en Colombia, me terminó afectando más de lo que pensaba. No logro comprender como puede el ser humano, rebajarse a comportamientos tan salvajes, propios de verdaderos animales, sin embargo cosas como estas pasan diariamente, y todo parece seguir la rueda normal de la vida, ignorando que sobre nuestros pies hay sangre y vísceras de inocentes, que han cometido uno de los actos más hermosos que nos ofrece la vida, que es la de ser quienes realmente queremos ser. Es obvio que los comportamientos guiados por celos, o la envidia de gente con vidas aburridas, que no alcanzan la verdadera autorrealización y no consiguen ser su verdadera esencia, terminan entonces odiando a los verdaderos seres libres, como si ellos tuvieran la culpa de que no logran ser felices.
Pero esto va más allá de comunidad trans, del movimiento feminista y su lucha para erradicar los femicidios, sino que el gérmen de la violencia nos ifecta cada día más, a tal punto que termina por enfermarnos a todos, y una sociedad violenta, es una sociedad a la que yo no le veo un futuro prometedor.
No existe el progreso si seguimos adoptando comportamientos de seres irracionales, que parece que no tienen ni un mínimo de emoción, esas son personas que no suman a la vida social. Se que pedir un mundo sin violencia es difícil, es una utopía muy hermosa, pero prácticamente irrealisable. Pese a todo, aún confío en el poder de la educación como motor impulsor del cambio, que nos sacará de esta podredumbre que es la realidad para llevarnos a una posición de ser más elevados (tal vez deba dejar de soñar tanto).
Los mecanismos de la violencia deben ser inmediatamente destruidos, de arriba para abajo, esa es la única forma de establecer un orden verdadero. No se puede vivir con el miedo constante de no poder saber con certeza si va a estar vivo al final del día.
Y ahora no quiero escuchar las palabras de los transfóbos que van a vanagloriarse con ese acto, que poca hombría, que falta de testosterona, que insulto que son a la palabra hombre, no son dignos de llamarse a sí, más bien son despojos de lo que la sociedad hizo con ellos, después de un largo trabajo de lavado cerebral. No hay recompensa en el asesitando de una mujer inocente, no hay castigo que los haga pasar por ese mismo dolor. Si notan la bronca, a pesar de que la mastico para no escupirla toda, es porque estoy enojado con todo lo que nos rodea, estoy decepcionado del humano, de su atroz manera de pensar, de su oscuridad tan latente. No quiero expresar más ira, puesto que es en estos momentos en los que se me sube la ansiedad y me voy por cualquier lado.
La justicia llegará a los responsables, mientras tanto la memoria de Sara Millerey, pasará a ser una de las tantas mártires que la gran comunidad trans y gay carga a sus espaldas, por esos puentes ha corrido mucha sangre.
Nosotros, los que estamos por fuera de esa comunidad, pero que de igual manera la apoyamos, debemos trasmitir un mensaje de unión, un mensaje de contraataque contra el extremismo homófobo que se ve al recorrer las calles o al pasar por las redes sociales. Porque allí, en esas calles oscuras, a la sombra del sistema corrupto que los quiere lejos y los trata como animalitos exhoticos, esos putos, maricas, travas, tortilleras y travestis, dejan la vida para ser reconocidas no por su orientación sexual o su órgano genital, luchan por ser aceptados tan solo como seres humanos comunes y corrientes. La lucha entonces debe ser en conjunto, aquellos que apoyan la lucha, que vayan al frente, aquel que se oponga, que se aparte del camino, porque tribu viene furiosa y cortando cabezas.
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