miércoles, 10 de septiembre de 2025

10 DE SEPTIEMBRE DE 2025

 AL SUICIDA VAN ESTAS PALABRAS


REFLEXIONES DE LO IMPENSADO 



Por...MARK

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I

  ¿Y si ya no quiero vivir? ¿Y si decido terminar con todo esto de una vez? Al final no sé que me detiene. Vivo tan sólo por la inercia que me produce el respirar. 

  Ya llegado a este punto ¿Qué más puedo aprender? No veo necesario prolongar la vida, para llegar a los setenta años y reafirmar lo que pensaba a los veinticinco. La vida es eso, un largo camino para confirmar que al final, la verdad irrefutable de que vamos a morir nos engañó para hacernos creer que podemos alcanzar algo más, y así distraernos hasta la tumba.

   Morir es natural, es parte de este sentido que es Ser Humano. Nada se escapa de la voluntad de la vida. Pero a veces, como un preso que se fuga de una cárcel de máxima seguridad, alguna que otra vida se nos va, arrebatada por el sufrimiento que le produce no hallar consuelo para sus padecimientos más profundos. Ya no nos encontramos con esas personas a las cuales poder ilustrarles el terrible maremoto que abunda en nuestro interior. Ya nadie quiere conversaciones profundas en donde se toquen las capas más hondas de nuestra piel. La idea de una liberación de los sentimientos se volvió de repente en una crítica despiadada, por parte de una otredad que caratula de «débiles» a aquellos que osan hablar de sus sensibilidades (en especial dentro del género masculino).

   Sin espacio para liberar al alma de su desasosiego, y al no encontrar ese otro con el cual me puedo reflejar, se produce una caída al vacío. En ese lance a la oscuridad, somos abrazados por la soledad, la depresión y las ansiedades. Creemos que por el hecho de ser débiles merecemos ese castigo, entonces nos apartamos, nos recluimos. 

   Entre ese oleaje negro de un mar podrido, naufragamos con nosotros mismos. Parece ser que para aquel, cuya sensibilidad va más allá de los convencionalismos o de los estándares, no sé merece otra pena más que la exclusión social.

    Apartados del grupo, tratados como locos, y vistos como unos miserables, pensamos entonces que no hay lugar en este mundo para las almas torturadas ¿Dónde quedó el humanismo? ¿Dónde está la empatía cuando realmente se la necesita? 


II

   Ya, tomados como locos y lejos de la sociedad, uno no piensa más que en terminar con todo esto. 

   Cansa el llevar sobre los hombros el peso de una mochila que no deberíamos llevar, pero que nos la han puesto como en una especie de castigo divino. Ese es el pago para el que se sale de las normas.

   Pero está la posibilidad de liberarse de todo esto. Ahí, como una sirena sobre las rocas de un mar tranquilo, el suicidio nos canta con voz emocionante y nos endulza el odio. Nos seduce por una sencilla razón: la muerte es la libertad. Si estoy consciente sufro, si apago esta conciencia el sufrimiento se eliminará. La decisión puede parecer al principio difícil, pero es tanto el deseo de eliminar el sufrimiento, que ni siquiera se lo piensa tanto.

   Enseguida uno se manda a la acción. Decide, con la destreza del artista, arrebatar la propia vida, para ganar libertad. 

    Pero su muerte no será en vano, más bien es un castigo para que, todo aquel que alguna vez le hizo daño, pague las consecuencias al ver como sus palabras o acciones, condujeron a alguien a encontrarse con el fin de su vida.

   Muerto por mano propia, el suicida siente, al exhalar su último aliento, que ya es libre de las presiones de la vida. De los dolores que lo aquejan. Ya no siente miedo. Es él, verdaderamente auténtico ante el fin de algo que se presenta más bien como una ilusión.


III

   La gente suele pensar que el suicida es un loco porque no piensa en el daño que le causa a aquellos que siguen vivos ¿Pero acaso esos seres, ahora consternados por la pérdida, se han preocupado mientras aquel «loco» vivía? Nadie le preguntó con verdadera sinceridad como sentía, más bien sonaba como un compromiso. Nadie le hizo caso a sus palabras de Ser completamente abatido, más bien recibía quejas y acusaciones ridículas, que tan sólo minimizaban su dolor. 

   Una palabra preocupante, una conjugación que arme una oración en donde el sufrimiento no sea una presencia tácita, pueden alentarnos de las intenciones de quien ya planea su muerte.

   La mayoría de las personas que lloran al suicida son aquellas que se arrepienten por no haber estado antes, por no haber hecho caso a las señales, por no haber estado ahí para dar un abrazo que venga a revolucionarlo todo. Sus mentes sufrirán el peso que les producirá la culpa. Es una posición difícil lo sé, pero ellos la eligieron.

    Después lloran los que realmente ayudaron, los que escucharon, los que contuvieron. Si bien no pudieron modificar una decisión que estaba escrita en la sangre del muerto, pero por lo menos a la noche, podrán descansar en paz. 

   Por ahí dicen también que el suicidio es de cobardes, y yo también lo afirmé un par de veces [leer mas abajo*] y lo digo porque yo soy un cobarde que aunque quiera morirse, le da miedo terminar con todo, porque no sabría cómo hacerlo ¿Y sí algo sale mal y no muero? Calculo que tendré que cargar con la mirada de ser aquel que tuvo un: intento de suicidio.

   Cobardes somos nosotros, ellos son los valientes decididos. Ellos no le temen al dolor, porque saben que es el precio que hay que pagar para caminar por el valle de la paz. 


IV

«Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis»
(Mateo 27:24)

   No hago ni deseo hacer apología al suicidio. Todo lo de arriba es un resumen de mis pensamientos como alguien que vive en la lucha diaria de tener que estar obligado a existir en cada maldito nuevo día. Pero estoy cansado de tener que reconocer que todas las mañanas amo la vida, porque no es así. Existen momentos en los que el acto de tener que levantarme se vuelve pesado. No quiero caminar por las mismas calles, toparme con cadáveres vacíos que viajan a la deriva. Pero, sin embargo, acá estoy. Resistiendo a pesar de sentirme vacío, de sentir que lo que hago no me gusta, pero tengo que conformarme con esto que me toca, y fingir ante todos una sonrisa cuando en realidad me caigo a pedazos por dentro.

    Cada vez que llega septiembre se me hace un nudo en el pecho al ver como casi a diario chicos se suicidan alrededor del globo y nadie hace nada, nadie se perturba, nadie toma conciencia de la gravedad del asunto y de lo peligroso que es todo esto.

   A este septiembre llegamos tarde, al igual que los anteriores. Espero que los venideros nos encuentre a todos un año más vivos. Le hablo aquí a todos los hijos e hijas, hermanos y hermanas, padres y madres, y personas que hoy no la están pasando del todo bien. 

   ¡Oh a tí suicida, si que te entiendo! Sé lo difícil de tu existencia, sé las razones por las cuales ahora vas a cometer el acto de eliminarte. Te entiendo en todo, y te lo dice alguien que toma medicación desde los dieciséis años (actualmente tengo veintiocho), y está en tratamiento psicológico y psiquiátrico. Créeme, sé por lo que estás pasando. 

   Si yo aún estoy acá, escribiendo esto, es porque encontré una respuesta para, por lo menos, tratar de mitigar el dolor. Esa respuesta es: la vida. Vivir es un regalo, sí a la vida se la sufre, se la padece pero tan sólo «aguanta el que exist.



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* Extracto del ensayo «El Hombre Moderno y la Civilización Contemporánea», escrito y redactado por mí en el año 2021, donde dije esto, que ahora, evidentemente no lo pienso tan así. Más sin embargo, me gusta el efecto placentero que me produce haber madurado ciertas ideas, y reconocer que no soy el mismo de hace cuatro años atrás. 

- Aquí el fragmento: 
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« [...] siempre sostuve y sostendré, que el suicidio no es más que una forma cobarde de morir. Pero antes de decir nada, deja que te ilustre la idea en un ejemplo simple: es como aquel soldado que, aún así viéndose solo en la batalla, y sabiendo cuáles son habilidades y puntos fuertes para hacerle frente al enemigo, decide desertar para escapar de su destino o inmolarse allí mismo [...] porque no todo soldado que huye de una batalla sigue sirviendo para las guerras venideras. El no aceptar el destino, el no reconocer nuestra valía ante los problemas de la vida, solo nos debilita, y es allí donde la muerte se ofrece como un manjar tentador, como una droga poderosa [...]  »


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