LO QUE UN CORAZÓN ROTO NOS DEJÓ
DÁNDOLE FORMA AL SENTIMIENTO
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(Babasónicos - «Vampi»)
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Antes de empezar quiero que sepas...
Qué expresión tan rara es esa de «morirse de amor». Me suena como una especie de oxímoron extraño, en donde se entremezclan dos aspectos que son, no incompatibles, sino más bien, opuestos.
No conozco a nadie que se haya muerto de amor, a no ser que haya matado o se haya suicidado por amor, pero creo que eso es diferente a lo que plantea el sentido literal de la frase. Me da a entender que «morirse de amor» es una escala más en la pirámide del amor mismo, a tal punto que es capaz de hacernos reventar cuando sobrepasamos un cierto límite.
También me entra la duda sobre si es posible medir al amor ¿Cuándo es mucho y cuándo es poco? No lo sé, y según mi visión— por ahí limitada— creo que no se puede entender del todo al amor si le ponemos una escala de medidas. Es el amor un sentimiento ilimitado. Considero que tan sólo debe sentirse, no hay que imponerle reglas matemáticas o reglas (a secas) para saber si es amor de verdad o no.
Las experiencias humanas se caracterizan tan sólo por ser eso: experiencias, la categoría de ser buenas o malas, se las atribuimos según las conclusiones que hayamos sacado después de la experimentación de ciertos sucesos. Lo mismo ocurre con el amor, no podemos decir si amamos mucho o poco, tan solo amamos. Pero, es la experiencia en ese amor o en esos amores, la que nos lleva a hacer de este sentimiento una matemática, en base a si hemos sido amados en demasía o casi nada.
Pero al final ¿Uno se puede morir de amor? Creo que eso entra en el terreno de la fantasía, es más bien una forma de decir que rebozamos de amor, pero no hay forma de que nos mate un sentimiento tan positivo como el hecho de amar. Lo que sí podemos aseverar todos es que en el amor se sufre, pero esa ya es otra historia.
Amor en el más allá
— Las Puertas —
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—No puedo creer que me vengas con ese planteo mi amor.
—¿Qué planteo? Si te molesta que diga lo que siento no es mi problema.
—Es que ese no es el tema, el problema está en que justo ahora tiene que ser ¿No podés esperar para más adelante?
—¡Bueno, si tanto te molesta, no digo más nada!
—No se trata de decir o no decir más nada.
—¿Entonces qué querés que haga?
—Tampoco se trata de que hagas o no hagas. Se trata más bien de que disfrutes el momento.
— ¿No entiendo qué me querés decir? Hombre tenías que ser, no pueden explicar nada sin entenderse.
—Mira, te la hago fácil, vos y yo ya sufrimos mucho. Antes de conocernos éramos un desastre... Depresiones, ansiedades, miedos, estrés... Yo ya no quiero eso mi amor, no quiero sufrir más. Si mirás bien, allá a lo lejos, pero cada vez más cerca, están las puertas del cambio, las puertas de que lo mejor se acerca. Yo quiero lo mejor. Para vos, para mí.
—No sé, me da miedo...
—¿Qué te da miedo?
—Y si llegamos y al cruzar la puerta nos topamos con la mentira, con el desamor, con el desengaño. No quiero perderte. Me aterra de solo pensarlo.
—Vamos mi amor, sabes que no estamos hechos para estar juntos por siempre, pero lo importante para mí no es permanecer con vos en el futuro, quiero tan sólo poder disfrutarte ahora, en este presente.
—Tengo muchas dudas.
—No penses que sos vos nomás, yo también las tengo ¿Pero qué más da? No tengo nada que perder, pero si me queda todo por ganar. Que decís ¿Me acompañas?
—Pará, si tenés miedos y dudas ¿Por qué decidís seguir arriesgándote?
—Porque te amo. Porque ahora que te conozco sé, que aunque pudiera vivir más de mil años, querría vivir esos mil años junto a vos. Claro... Si es que querés ¿no?
—Ah, sos un romántico...
—¿Y qué otra cosa puedo ser? Pero bueno, dale, dame la mano, vamos.
—Está bien, te sigo pero ¿Están muy lejos esas puertas?
—No mucho, hay que caminar un poco nomás.
— Y cuando atravesamos las puertas esas ¿Con qué nos vamos a encontrar?
—Con la eternidad mi amor.
—¿Y qué pasa ahí?
— Ahí no hay sufrimiento, ahí no hay dolores. En la eternidad solo se encuentra el gozo.
—Me gusta la idea.
—A mi también.
—¿Sabés qué te amo?
— Yo también te amo.
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A un paso del amor
— La ciudad es del enamorado —
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La ciudad bajo la lluvia tiene un brillo especial. Es como si por alguna extraña razón, que no puedo explicar, el agua hiciera resaltar aún más los colores de los carteles, de las luces de la calle y los semáforos.
La tardecita me agarró camino a casa. En los auriculares sonaba algo de Crucis, y todo a mi alrededor cobraba otro sentido. Por primera vez vi, bajo esa llovizna densa, a la ciudad aburrida convertirse en una ciudad de colores.
Estoy contento, hoy fue un día magnífico en el trabajo, y con solo saber que me estás esperando en casa, ya me hace sentir especial.
Paso por el centro, esta tarde parecía deprimente bajo el cielo gris, pero es ahora, con el agua, un sinfín de destellos radiantes que me dejan obnubilado, pudiendo estar ahí parado durante horas, tan sólo contemplando la belleza de esos tonos neón, que producen en mí un efecto hipnótico.
Y de la nada el recuerdo de tu cuerpo que me invita a seguir, y yo que no me quiero desprender de este paisaje citadino, en donde la magia de una simple lluvia transforma todo lo que toca. Es como un polvo de hadas, que al contacto con la realidad altera todo para bien.
«Me estoy mojando» piensa mi costado civilizado. Y qué más da, si al igual que esta ciudad yo también ya me siento transformado. Me siento radiante. Me percibo vivo. Distinto. Me siento yo mismo.
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— Que idiota te hace el amor —
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Que idiota te hace el amor...
¿Te molesta que pronuncie esas palabras? ¿Y qué querés que te diga? Si sos más hermosa que la luna llena.
Que otra verdad puedo llegar a afirmar cuando la sola presencia de tu cuerpo refuta cualquier argumento posible.
He escrito sobre tantas cosas, pero nunca me detuve a escribir tu cuerpo, ese soma sagrado que te hace única en la eternidad.
Brillas como un sol que se mantiene firme en mi universo, iluminando mis errores, disipando mis frías angustias, quemando todas las dudas.
Sos sequía y aguacero, sos tormenta furiosa, pero que después deja el manto pacífico de la primavera.
¿Y qué querés que te diga? Si ya hasta las palabras se quedan cortas. Te he escrito de tantas formas que ya me di cuenta que lo bello no puede explicarse fácilmente.
Te he escrito tantos poemas que ni los cuento, y este es tan sólo uno más del montón, y luego le seguirá otro y luego otro, y así hasta el infinito.
¿Y qué querés que te diga? Yo creo ahora, que entre tanta palabra, solo el silencio puede hablar por mí.
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— ¿Realmente yo te amé? —
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¿Alguna vez te amé en este pasatiempo que llamamos vida?
El frío del invierno deja en la cama ese agujero que alguna vez ocupaste, y llenaste de calor primaveral.
Te fuiste ese día en el que viste que ya nada podía ser como antes. Preferiste la huida antes que la solución. Yo preferí el adiós antes que el cambio.
Ahora me dejas con este gélido sentir, sabiendo que mi corazón sucumbe ante el manto blanco de una nevada pesimista.
Todo lo que queda son las esquirlas de un amor que reventó y nos dejó heridos de por vida ¿Por qué dueles tanto? ¿Por qué el ocaso trae a la memoria aquel aroma de tu piel perfectamente perfumada por mis besos?
Grito a los cuatro vientos que alguna vez te amé en este pasatiempo que es la vida y me entrego otra vez a la necesidad de tener que llorarte para saber que ya eres pasado en este presente.
¡Como duele el amor maldita sea! Como le explico al calor que ya no estás conmigo. Como le digo al invierno que deje de congelar mis sentimientos. Como le explico a la vida que la soledad me lastima. En esta noche de cielo nublado las estrellas han desaparecido porque hasta aún hoy, lamentan tu ausencia.
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