lunes, 10 de julio de 2023

LA HERENCIA

LA HERENCIA 


CUENTO CORTO 



Por...MARK

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   Su voz ronca había resonado contundente por toda la habitación. Fue tal el susto que me levanté de súbito, como quien se despierta después de haber tenido una terrible pesadilla, y en rápidos movimientos encendí una vela, fue entonces cuando lo vi allí, sentado en la vieja mecedora de madera, que, por generaciones enteras, había pertenecido a nuestra ilustre familia.

   Bajo la espectral luz naranja de la flama, que se movía agitada por alguna que otra brisa de viento fresco que entraba por la ventana, daba la sensación de que su sombra se arrastraba sigilosa por la pared, como arañándola, mientras él se mecía, en un absoluto silencio, completamente concentrado en algún punto perdido en la pared.

   Parecía una visión de un sueño febril, una imagen sacada de algún libro fantasioso. Su piel era enteramente grisácea, con algunas tonalidades verdosas, salpicada de algunas purulentas llagas que hacían brotar un líquido rojizo a la vez que se escurría viscoso, tenía las ropas hechas jirones, su rostro se asemejaba a alguien que había visto algo traumático, quien sabe cuántas atrocidades, y el olor, ese maldito hedor a cadáver que tumbaba y penetraba hasta lo más profundo de la nariz.

   Me incorporé en la cama lentamente, hasta conseguir una posición cómoda, puse la vela en su respectivo plato, y me quedé mirándolo, esperando tal vez alguna reacción de su parte, pero el silencio se prolongó de manera incómoda por un par de minutos, siendo cortado de vez en cuando por el crujir seco de la madera vieja o la caldera que estaba en el sótano, todo esto hasta que me atreví a poder decir algo:

—¿Cómo lograste entrar aquí? —Necesitaba romper el hielo.

—Nadie puede escuchar a los fantasmas ¿no es así? — dijo sonriendo y revelando una dentadura casi inexistente, amarillenta, carcomida por el tiempo.

—¿Qué haces aquí? —Mi voz salía firme, trataba de disimular mí pavor, y a la vez mostrar algo de alegría, aunque sea falsa.

—Es una noche difícil, hoy los cuervos están más inquietos que de costumbre y no me dejan dormir en paz —Hablaba casi sin mover los labios, y mirando fijo a la pared.

—Ya…ya veo —Tartamudee— ¿Qué has venido a buscar? ¿acaso puedo ayudarte en algo?

—Nada en especial— Se detuvo un momento y luego giró su cabeza lentamente hacia mí— ¿No puedo acaso venir a visitar a mí pequeño hermano?

—Bueno, es decir, claro que puedes, pero es que, como decirlo… se suponía que tú… —Lancé un suspiro para intentar tranquilizar a mí corazón que latía descontrolado.

—Sí, lo sé —Refunfuñó—, se supone que yo ahora debería estar muerto, sepultado a quien sabe cuántos metros debajo de la tierra, siendo la cena predilecta de los gusanos e insectos que habitan en las profundidades.

—Tampoco es tan así — dije tratando de calmar las aguas, acompañado de una sonrisita nerviosa.

—Ay hermanito, como será de misteriosa la vida, que por el arte del azar o por la secreta magia que invoca la noche, que mi cuerpo, al que apuñalaste y enterraste, ahora está aquí. — Se frotó las manos, y pude ver cómo la piel se desprendía de la carne suavemente— Esa vieja sí que sabía manipularte— dijo y lanzó una carcajada.

—No.…no hables de nuestra madre de esa manera, ella era muy buena con nosotros ¿no recuerdas como nos trataba? —Estaba empezando a ponerme nervioso.

— Bah, esa vieja decrépita no se merece mi respeto, en cambio tú siempre fuiste su hijo favorito, y no trates de negarlo. —En un movimiento en seco detuvo la mecedora— Dime la verdad hermanito ¿ella te dijo que me mataras? ¿o fueron tus deseos de poseer todas sus riquezas los que guiaron el puñal? —Volvió nuevamente a mecerse —¿Una historia de novela no crees? Dos hermanos que van a cobrar una herencia de una madre millonaria, misteriosamente el hermano mayor desaparece, y por consiguiente la otra parte lo hereda todo. Es un buen plan ¿no es así? — Su rostro de muerto se volvió hacia mí.

   Un escalofrío gélido recorrió todo mí cuerpo, eran muchas emociones para que mi mente pudiera procesar lo que estaba pasando. No podía entender en mí lógica racional, como esto podía haber sucedido. Se supone que estaba muerto, lo había apuñalado unas cinco veces y lo había enterrado en una fosa lo suficientemente profunda como para que ningún empleado que trabajaba en la casa, pudiera percibirlo. Pero esto, superaba a toda ficción conocida.

   Me quedé pensando que responder, pero por el miedo no podía decir nada. A cada rato sufría fuertes temblores y me preguntaba ¿Qué efectos de la noche, que bajos y ocultos poderes habían logrado devolver a mi hermano mayor de la tumba? ¿será el alma de la venganza que mueve a los espíritus por el mundo de los humanos? No sabía la respuesta, pero cualquiera de las dos preguntas me producía unas nauseas horribles.

  Finalmente rompí el silencio:

—Si deseas, puedo darte todo lo que quieras, sabes que hay riquezas por todo este terreno. —Trataba de convencerlo para que se vaya cuando antes, su presencia me incomodaba.

— Ja, estúpido ser, ya las monedas de oro y los lujos superfluos no me interesan, mi corazón solo genera una sola cosa —Se puso de pie de un salto y algunos huesos le crujieron— la venganza es el motor que mueve mis músculos.

—¡Espera, no tienes que hacer esto! —Grité desesperado.

—Ya es muy tarde, antes del amanecer el acto debe estar consumado —Y comenzó a caminar de una manera aterradora, liberando una serie de gemidos horrendos.

   Cuando quise darme cuenta, su figura grotesca y pesada se abalanzó indómita sobre mí, y trató de estrangularme. Sus manos fétidas y huesudas se aferraban a mi cuello, como la mandíbula de un perro salvaje, el olor a carne podrida era insoportable. Logré zafarme quebrando sus muñecas y me alejé de la cama lo más rápido que pude, el intentó incorporarse, pero cuando los primeros rayos de luz atravesaron el cristal de la ventana y lo acariciaron, su cuerpo se convirtió al instante en polvo, todo esto bajo mi absorta mirada.

   Sin dudarlo ni por un segundo, preparé esa misma mañana mis cosas y me marché, dejando a los sirvientes a cargo, pero fue en ese momento cuando, cruzando por el colorido jardín, en diagonal para ir al establo, vi la fosa que había sido la tumba de mí difunto hermano, abierta, pero tenía algo más de espectral que podía observarse a simple vista, daba la sensación de que alguien había arañado la tierra con mucha vehemencia para poder salir, se podía notar tales acontecimientos en las raíces rotas y el pasto enmarañado, eran sin lugar a dudas, los rastros de su desesperación, luchando por aferrarse a la vida. Al ver esa escena, me sentí tremendamente aterrado, un mareo golpeo mi cuerpo de súbito, por lo que mí marcha fue mucho más apresurada de lo que venía planificando. Me retiré sin decirle nada a los sirvientes relacionado con el motivo de mi huida, solo me limité a mentirles, diciéndoles que debía marchar de manera urgente a Europa por asuntos personales que se relacionaban con mi salud, a pesar a estar ésta en buen estado. No quería levantar ninguna sospecha, después de todo es algo que de seguro nadie lograría creer, sabiendo de antemano lo difícil que fue para mí asimilar esos hechos.

   Sabía que dejar todo eso atrás no sería suficiente, la consciencia me pasaba y veía en mis sueños a aquella figura con demasiada frecuencia, sabía que iba a ser una imagen que desafortunadamente me perseguiría hasta mis últimos días con vida.

    Seis meses después de aquel inolvidable suceso, y de mi misteriosa escapatoria, tomé la dolorosa decisión de vender la propiedad. No medité previamente en si era lo correcto o no, pero asumí que no quería vivir más allí, por lo que comencé de inmediato con los trámites relaciones a la escritura, visitando oficinas de negocios inmobiliarios para darle una rápida solución al problema.

   Luego, unas semanas después, fui a ver al escribano personal de la familia, un hombre de honorable y reconocida reputación, para pedir, y saber si era posible, el anular mí herencia, para que todos mis bienes sean distribuidos, en igual y justa medida a la caridad. Algo a lo cual aquel simpático hombre se opuso rotundamente, pero al final y dado el peso de mis ideas, accedió a mis medidas persuasivas, jurando que algún día me arrepentiría. Por su puesto que separé una suma importante, algo que me pudiera servir para mí subsistencia, pero creía que así podría por lo menos contentar al fantasma de mí hermano, cuya tumba ahora yace olvidada por el tiempo. Al parecer los sirvientes la han vuelto a tapar y plantaron allí un bello jazmín, que florece blanco como el vestido de una novia, y brilla intensamente bajo la luz de la luna.

   De aquel suceso no volví a hacer mención alguna, porque sinceramente mí mente no lo desea, con respecto a lo de mi madre borré todo recuerdo que alguna vez tuve de ella, al igual que cualquier gesto proveniente de su cariño hacia mi o a mi hermano. Ahora solo me preocupo y ocupo de mí familia y mi trabajo en la gerencia de una pequeña casa de préstamos. Solamente espero que mis hijos no repitan mis errores, porque por una maldita herencia yo maté, y juro ante dios que lo volvería a hacer.

 

17 de marzo del año 1887

W.F. Lloyd (perteneciente a mis memorias).


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