¿CUÁNTO VALE TU TRABAJO?
ENTRE DEVALUACIÓN Y PRECARIZACIÓN LABORAL
Por...MARK
************
La situación global se sale de control, con cada día que pasa los países que menos desarrollados están sufren el impacto de una economía mundial en decadencia. Después de la crisis sanitaria por COVID-19, los sectores económicos de naciones como la Argentina decayeron en picada, alimentando una creciente ola de pobreza, indigencia, desempleo, inflación y aumentando una deuda con organizaciones despiadadas como el Fondo Monetario Internacional (FMI). Todo esto se agudiza en esta parte sur del mapa, al sumarle una deplorable gestión política y de los recursos del estado, más la inoperancia de un sector político—oficialista y opositor—, a la hora de tomar decisiones y coordinar una gestión que le permita a la sociedad poder salir del pozo en que se encuentra.
No es de extrañar entonces que malas políticas que no proponen una solución viable al malestar económico, generen una desestabilización en el bolsillo del proletario y sobre todas las cosas en el (hoy por hoy) limitado mercado laboral. La devaluación monetaria no solo afecta el precio de los productos, sino impide la suba de los salarios para equiparar esas debacles económicas. Eso lleva irremediablemente a la pura precarización del trabajo, en donde se exige más, se trabaja más, pero su remuneración es baja.
La frase popular «todo aumenta menos el sueldo», es una realidad triste pero un hecho factible. El descarado aumento de precios en alimentos, combustibles, energía y otras cosas más, producen un impacto negativo en la billetera del trabajador promedio que tiene que recurrir a tenar más de un trabajo para poder llegar a fin de mes. Una situación que lo lleva a que cada uno de esos trabajos sean precarios también.
Cuando la economía está devaluada, hasta la vida misma se encuentra en la misma situación, y no hay nada peor que una vida devaluada. La situación precaria que genera la hiperglobalización nos lleva a resignarnos con una vida miserable, el trabajo pierde todo su absoluto valor y se convierte en una fuerza opresora, donde los giles laburantes terminan siendo esclavos modernos adiestrados al designio de un vil explotador. El trabajo entonces precario y mal pago produce un debilitamiento en la mente del trabajador, al ver que su sueldo solo logra llenar a penas sus panzas que crujen de hambre. Después de la pandemia se hizo más visible y se acentuó aun más la miserable condición del trabajador, quien sacrifica su tiempo de vida para generar dinero que luego intercambiará por cosas tan básicas como un paquete de azúcar; el dinero entonces es una fuente de intercambio que ya perdió su valor pero que para el proletario aun significa algo, o por lo menos quiere creer que todavía significa algo (es decir si tiene aun un valor vigente).
Es normal oír a personas que tienen que verse obligadas a recurrir a métodos tan tristes de ahorro para poder llegar a fin de mes, puesto que con su empelo formal no consiguen llegar a ese objetivo tan deseado. Las situaciones económicas en países como la Argentina afectan no solo al bolsillo de la clase trabajadora, sino también en su psiquis, su estado de animo, llega un punto en donde el cansancio se hace notar y todo termina por explotar.
Si se quiere cambiar la situación laboral tan espantosa que tenemos, es menester llegar a acuerdos proletarios que permitan forjar una organización para enfrentar la situación tan dolorosa de una vida devaluada, solo la unión puede llegar a considerar bases sólidas para la preservación proletaria y evitar así su sometimiento por parte de la patronal y el estado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario