domingo, 13 de agosto de 2023

HISTORIAS DE WHATSAPP

 HISTORIAS CORTAS DE TERROR Y SUSPENSE



BASADAS EN MENTIRAS Y VERDADES


Por...MARK
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INTRODUCCIÓN


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    El nombre «Historias de WhatsApp» es el resultado de una búsqueda de historias cortas que puedan ser publicadas en mis estados de whatsapp, con el fin de entretener (o aburrir) a mis contactos, con una serie de diez relatos cortos, más bien microrrelatos, que narran diferente historias, algunas más terroríficas que otras. Pero como podrán ver, decidí traerlas aquí para también compartirlas con ustedes. 
     Esta introducción será breve, porque prefiero que los textos hablen por si mismos.

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LAS HISTORIAS



💀

    «Que queres que te diga» le había dicho Pancho a su amigo Quique, después de contarle sobre lo sucedido con Paula.
—¿En serio fue tan así?— Quique no podía salir de su asombro.
—Te lo juro, fue algo terrible ¡Me cagué encima!—Replicó Pancho.
—Mira vos che, quien lo diría—hizo una pausa— Igual, esa mina andaba en algo raro—continuó Quique.

—Si, que se yo, era media rara ella. Nunca voy a saber el porqué de su fascinación con el ocultismo—decía Pancho un poco apenado.
—Si, yo tampoco lo voy a saber. No me gustan mucho esas cosas— dijo Quique al tiempo que se persignaba.
—¿Qué te pasa? ¿Tenes miedo?—Le interrogó Pancho entre risas.

—Dejate de joder boludo ¿Me lo estás preguntando en serio?—Dijo fuera de bromas Quique.
—Si, te lo digo en serio—Decía Pancho mientras se estiraba para agarrar un libro que había sobre la mesa.
—¿Qué tenes ahí? —Quiso saber Quique.
—Son las anotaciones de la piba—y prosiguió Pancho a abrir el libro—La mina estaba metida hasta el fondo en esto. 
—Cerrá eso queres—Dijo Quique cerrando el libro con sus manos.

—No seas cagón che. Lo que sea que le haya pasado ya está, ya pasó. No nos va a pasar nada a nosotros—dijo Pancho tratando de calmar las cosas.
—Me dijiste que fue sacrificada—trataba de recordar Quique.
—No se, me dijo que un cierto grupo de personas, de una orden del no se cuánto, estaban detrás de ella—dijo Pancho pensando un poco.

—Ahí fue cuando me dijiste que te llamó—afirmó Quique.
—Si, me dijo que alguien la estaba siguiendo, y que después golpeaban la puerta de su departamento con violencia—hizo una pausa—después de ahí no supe más nada.
—Bueno, como sea, no hay novedades de ella, deberíamos dejar que se encargue la policía...—proponía Quique.
—Si, o tal vez no, que se yo, era su único amigo...

—Pancho, no podes hacer nada, no sabes que fue de ella, andaba en cosas turbias, del diablo y todo eso. Te digo que son gente pesada y estás jugando con fuerzas muy peligrosas—aseveró Quique tratando de convencer a su amigo.
—Bueno, pero no puedo evitar preocuparme—dijo Pancho encogiéndose de hombros.
—Estas son cosas de Mandinga Pancho, vaya a saber en que infierno estará vagando.



💀

—¿Hace cuánto tiempo que está así?—preguntó el médico luego de ver el termómetro.
—Desde ayer a la tarde doctor, ya no sé que más hacer para bajarle la fiebre—dijo la mujer un poco preocupada.
—Quédese tranquila señora, ahora le voy a dar este calmante—dijo el doctor sacando una jeringa—Ya con esto andará bien— decía pinchando el brazo del muchacho.

—Bueno, ya ha acabado mí trabajo aquí, si todo empeora llámame. De todas formas mañana a la tarde me daré una vuelta por las dudas— lanzó una mirada a la señora para darle ánimos.
—Gracias doctor, fue muy amable por haber venido a ayudarme, no se cómo agradecerle— la mujer le tomó la mano y lo acompañó a la salida.
—No hay nada que agradecer, éste es mí trabajo—dijo y se marchó.

Al día siguiente:
—¡Doctor, que suerte que está aquí!—dijo la señora entre alegre y desesperada.
—Vine lo más rápido que pude ¿Dónde está el muchacho?—preguntó alarmado.
—Lo pasamos a una habitación más grande, creí que estaría más cómodo. Venga yo lo llevo—dijo mientras subían las escaleras.
—Dígame ¿Qué le ha pasado?— quiso saber el médico.
—Prefiero que lo vea por su cuenta—respondió la mujer.
 
    Cuando el doctor entró a la habitación, no podía creer lo que estaba viendo. La figura del muchacho se mantenía de pie, en una posición encorvada sobre la cama, su piel estaba completamente pálida, tenía la mirada perdida, sobre su boca pendía un pequeño hilo de baba verde y espesa, sobre su cuello destacaban dos pequeñas heridas, como de mordedura. Fue entonces cuando el médico supo que eso no era una simple fiebre.


💀

    La carnicería de don Mitre era de respetada reputación en el barrio, pero había en ella algo raro... El señor Aguilar Moreno Mitre era un tipo rudo, con cara de malo, un gran bigote, ojos negros, naríz chata, casi calvo, de gruesos labios, con unos brazos tan poderosos que podían partir la carne con sus propias manos.

    Su aspecto y carácter nervioso le habían hecho fama de tener una larga lista de enemigos. Curiosamente, cada vez que alguien buscaba hacerle problema por algo, las cosas se solucionaban de maneras no muy amigables.

    Era extraño, cada semana, después de enterarse el barrio de sus quilombos, don Mitre sacaba todas las mañanas un cartelito con carne de primera calidad en oferta. Curioso era también que de sus adversarios no se supiera nada, era como que desaparecían.
 
    Después de un tiempo nos enteramos que en nuestras parrillas, salsas o milanesas, habían ido a parar los restos del viejo Miguel, los de doña Rosa, los de los hermanos Verandí, y así una larga fila. Pero, ya ha pasado el tiempo y la carnicería de don Mitre sigue abierta, es la única en el barrio que tiene buenas ofertas.


💀

—¿Al final qué onda con tu vecino?—preguntó Clara después de darle un sorbo al mate.
—La verdad que no sé—le respondió Matilde— No lo vi más desde aquel día.
—Si, me acuerdo, me dijiste que lo llevaron preso—rememoraba Clara.
—Así es, parece que tenía a una chica secuestrada—Matilde hizo una pausa para recibir el mate—La verdad, no me imaginaba eso de él.

—El tipo estaba re loco—continuó relatando Matilde—Tenia a una piba encerrada en el placar, encadenada y amordazada.
—Eso es tremendo, todavía no lo puedo procesar ¿Pero ustedes no escuchaban nada? ¿No sospechaban?—inquirió Clara, el tema la ponía muy nerviosa.
—Yo te digo la verdad, nunca escuché nada, a demás quien iba a sospechar, era una persona tan amable—le respondió Matilde mientras cebaba un mate.
—A veces, las buenas personas no son tan amables como aparentan—sentenció Clara.

—En eso tenes razón, pero te digo la verdad, jamás escuché nada, y eso que el vivía arriba mío—argumentó Matilde.
—Eso es lo más sospechoso, por suerte todo salió bien y a la chica no le pasó nada—trató de tranquilizar Clara.
—Eso es verdad, de todas formas eso me dejó pensando viste—Matilde sirvió agua en el mate—Toma el mate.

—¿En qué pensas amiga?—quiso saber Clara.
—Vos sabes que el me invitó varias veces a su departamento, pero siempre por cosas del destino, terminaba pasando algo que me impedía ir—Matilde se tocó el rosario que colgaba de su cuello— No creo en las casualidades, eso fue un milagro.



💀

    La mirada del perro no era como la de siempre, tenía los ojos rojos, el pelo erizado y mostraba los dientes enfurecido. Cuando Lucas fue a tocarlo, éste casi le come la mano. El pobre «Chicho» estaba irreconocible, ese viejo caniche ahora parecía un monstruo sacado de la película «Critters».

—¡Mamá, fijate que le pasa al Chicho!—gritó Lucas desde el living.
—Seguro debe estar de mal humor porque no le di de comer—le respondió la madre desde el comedor—¡Ponele un poco de morfi, vas a ver cómo se compone!
—Bueno, si vos decís...—dijo Lucas yendo a buscar el balanceado.

   Cuando el muchacho volvió de la cocina, con el tarro de alimento lleno, se llevó la sorpresa de su vida. El Chicho había cambiando, ahora era una criatura asquerosa, con grandes colmillos, los ojos saltones y rojos por las pequeña venas oculares, la mandíbula estaba abierta y tocaba el piso, a la vez que babeaba, con la lengua morada que parecía hinchada.

—¡Mamá, tenés el número del veterinario!—le volvió a gritar Lucas desde el living.
—¿Qué pasó ahora?—dijo la madre un poco molesta.
—Creo que al Chicho le pasa algo...



💀

     El ruido se oyó por toda la casa, Ignacio se puso atento, mientras su novia no entendía que estaba pasando.
—¿Está todo bien mí amor?—le preguntó la chica.
—Sí... Sí, está todo bien—dijo Ignacio volviendo a la conversación.
Pero a los dos minutos de charla, otra vez ese golpe, daba la sensación que unas poderosas manos azotaban una puerta.

—¿Qué es ese ruido? —preguntó intrigada su novia— Ya es la cuarta vez que se escucha.
—No es nada—rio de manera nerviosa Ignacio—Debe ser el viento que golpea las ventanas de arriba.
Pero no alcanzaban a retomar la conversación, que otra vez esos golpes se volvían a escuchar.

—Dame un segundo—dijo Ignacio—Voy a cerrar la ventana.
—Dale, te espero—le respondió su novia.
El muchacho empezó a subir las escaleras, mientras que trataba de disimular su nerviosismo, hasta que finalmente se encontró arriba. Los golpes se hacían cada vez más fuertes, a medida que llegaba a la habitación en donde se producían.

—¡Mamá, deja de hacer ruido!—dijo desde afuera de la habitación.
Pero solo recibió un gemido tosco y algunos sonidos similares a gruñidos, para finalmente quedar todo en silencio otra vez.
—Listo, ya cerré la ventana—decía Ignacio mientras bajaba las escaleras.

    Luego de un momento de charla, su novia hizo la pregunta que durante mucho tiempo había temido recibir:
—¿Es tu mamá la de esa foto?
—Si, es ella— Ignacio trago saliva.
—¿Y dónde está? ¿Me gustaría conocerla?—preguntó inocentemente la muchacha.
—Creo que eso no va a suceder—hizo una pausa, otra vez los ruidos que venían de arriba—Ella falleció hace cuatro años.



💀

    Aquella vieja cama había sido enviada a él como parte de una herencia de su bisabuela paterna, la pobre vieja había fallecido a los noventa y cinco años de edad en un estado de completo malestar, y sin que ninguno de sus nietos la pudieran despedir.

    Pero pese a toda la tragedia, a Eduardo le había llegado esa cama sin que el la hubiera pedido, ya que en palabras de su padre «la que tenía ya estaba demasiado destruida». Así que sin problemas se deshizo de su antiguo lecho y ocupó el nuevo en su lugar.

    La cama era cómoda, eso no lo podía negar, cuando se acostaba, tenía la sensación de verse envuelto en un placer tan grande que no tenía ganas de levantarse a la mañana para ir a trabajar.

    Y así fueron pasando los días, y poco a poco Eduardo se fue viendo obligado por alguna fuerza extraña, a no querer levantarse de aquella antigua pero reconfortante cama. Era como si un extraño magnetismo lo retuviera allí, impidiéndole salirse.
   
    Hasta que un día no opuso más resistencia y se entregó al abrazo de aquella cama. Pasado un tiempo comenzó a encontrarse débil, flaco y enfermo. Luchaba por salir de esa cama pero ya sin fuerzas, toda su vida estaba siendo drenada por aquella herencia.

     Después de un tiempo y alarmados todos por no recibir ni noticias de Eduardo, con un despliegue policial tiraron la puerta de su departamento, y lo descubrieron ya muerto, flaco y pálido, aferrado a las sábanas con una expresión de placer.


💀

—Hola ¿Cómo estás?—le preguntó la mujer al muchacho.
—Bien... Bueno, eso creo—respondió el chico encogiéndose de hombros.
—¿Es la primera vez que venís a terapia?—quiso saber la terapeuta.
—Si, es la primera vez, mí familia siempre pensó que era solo para tratar a los locos—el joven río de manera nerviosa—Pero yo no estoy loco ¿O no?
—La verdad yo no estoy acá para juzgar quien está loco y quién no, en eso quedate tranquilo—aseguró la psicóloga.

—Contame ¿Qué te trae hasta acá?—dijo mientras abría una libreta.
—Bueno, no se como empezar...
—Por el principio—bromeó la psicóloga.
—Está bien, por el principio...—dijo el muchacho pensando un poco—¿Le puedo hacer una pregunta?
—La que quieras—dijo la psicóloga.
—¿Me creería si le digo que hace menos de una hora acabo de matar a alguien?

     La psicóloga se quedó un momento en silencio.
—Me parece que esa no es la forma correcta de empezar una sesión—dijo y sonrió la mujer.
El muchacho se puso de pie delante de ella y de su bolsillo sacó un cuchillo ensangrentado que cayó al piso.
—¿Ahora sí me cree?...



💀

    Se había despertado en medio de la noche completamente bañada en sudor, aquel sueño había sido devastador, tan terrible que tuvo que prender la luz para fijarse que todo estuviese en orden.

    La habitación estaba igual que cuando se fue a acostar, todo lo que había sucedido en su cabeza, era solo producto de aquel sueño macabro. Casualmente las pesadillas eran algo de todos los días en ella, pero aquella había sido terrible.

    Como pudo se levantó para ir al baño. Después de tirar la cadena y lavarse las manos, se asomó desde la puerta del tocador para confirmar que no hubiera nada, y apagando la luz salió corriendo hacia su cuarto.

    Al llegar a la habitación algo la frenó en seco. Cuando quiso darse cuenta unos brazos largos y negros, junto a una cara blanca carente de ojos, nariz y boca, salían debajo de su cama. Quiso gritar pero ya era tarde, aquellas largas extremidades la rodeaban como tentáculos de pulpo.

    Y como si no fuera nada, la arrastraron hasta la oscuridad de la cama, llevándosela al fondo del más negro abismo.


💀

—¿En qué me he convertido mi estimado? No soy más que un inútil al darme cuenta de lo que desperdicié en esos años de miseria, dedicado a la idea constante de la búsqueda de un ideal, de la eternidad para ser precisos.

—Ahora me hallo en este podrido cajón de madera, sumergido bajo la tierra, después de haber recibido un inmundo funeral. ¿Fui enterrado vivo? preguntarás, la respuesta es más compleja, más rebuscada, pero si, todo el mundo me dio por muerto.

—Nadie se fijó en mí a la hora de meterme aquí, nadie se dio cuenta cuando me estaban velando que mí corazón aún latía. Pero eso ya no importa, desde ese día hasta hoy, estoy buscando la forma de poder salir.

—Necesito volver a salir, es necesario que le demuestre a todos que lo logré, que llegué a la vida eterna, a la inmortalidad absoluta, que soy obra de uno de los más grandes experimentos jamás hecho.

—Solo necesito tiempo para encontrar la forma, se que tu no eres más que una simple rata, pero en el fondo me entiendes, y tienes las mismas ganas que yo de ser libre. 

—Eso es, la libertad absoluta para la vida absoluta. 








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